Sebastián Miranda (Oviedo, 1885 - Madrid, 1975) es uno de los escultores españoles más destacados de la primera mitad del siglo XX, marginado durante años por los historiadores y todavía no valorado en su merecida amplitud. Para restituir su prestigio el Museo Casa Natal Jovellanos que dirige Lucía Peláez, ha decidido dedicarle su exposición de verano, centrada en su obra más importante, el Retablo del Mar, una pieza que, en opinión de Javier Barón Thaidigsmann, conservador de pintura del XIX del Museo Nacional del Prado de Madrid y autor del prólogo del magnífico estudio editado, llegó a obsesionar al artista.

Sebastián Miranda planteó la primera idea de su ejecución en 1929, la plasmó en barro en 1931 y dos años después en escayola policromada. Fue destruido durante la Guerra Civil y el artista finalizó su última versión en madera, en el año 1972. María Soto Cano, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, es la autora de la monografía que publica el Museo Casa Natal Jovellanos. La joven investigadora realizó su primer trabajo sobre esta obra e hizo su tesis doctoral sobre este dibujante y escultor asturiano.

Artista cosmopolita que cultivó el dibujo, la caricatura y la escultura de pequeño formato -principalmente retratos-, Sebastián Miranda es autor de una obra plástica que, en opinión de María Soto, "presenta una gran originalidad, que aúna realismo y expresividad, a veces con rasgos caricaturescos".

Vinculado a las formas de expresión de movimientos artísticos europeos como el Modernismo, el Expresionismo y Art Déco, Sebastián Miranda se formó intelectual y artísticamente en Alemania, Francia e Italia. En el año 1910 se instaló en Madrid, ciudad en la que viviría el resto de su vida. Fue amigo y compañero de piso de Ramón Pérez de Ayala, uno más del amplio grupo de personalidades con quienes compartió amistad y tertulias, entre ellos Azorín, Baroja, Ortega y Gasset, Marañón o Neville.

Una exposición realizada en 1921 en el Palacio de Bibliotecas y Museos lo encaminó hacia el éxito. En 1936, el estallido de la Guerra Civil y su condición de republicano, lo obligan a trasladarse a París, ciudad en la que vivió hasta 1940, año en que decide regresar a España. En su país, Sebastián Miranda retoma su actividad social y artística. Recuperó sus modelos característicos: intelectuales, artistas, damas de la alta sociedad y gitanas.

El Retablo del Mar, un relieve en el que aparecen los habitantes del barrio gijonés de Cimadevilla -conocidos como los playos-, en el momento de una subasta de pescado desarrollada a principios de los años 30 en la antigua rula, es, en opinión de María Soto, "además de una significativa pieza escultórica, una fuente para el estudio de la vida social y laboral y de la etnografía del Gijón del primer tercio del siglo XX".

Durante los años de trabajo en la primera versión, escribe Javier Barón, Sebastián Miranda realizó numerosos croquis, estudios preparatorios e, incluso, figuras aisladas, a partir de un trabajo con modelos del natural, vecinos todos ellos del barrio de Cimadevilla, que inspiró vivamente al artista. La misma utilización de la rula del muelle gijonés, en la que el escultor instaló su taller, determinó un estrecho contacto del artista con el paisanaje de Cimadevilla, "de una riqueza vital que se trasluce en la obra".

Las vicisitudes de esta obra reflejan, a juicio de Javier Barón, las de la propia historia española en ese conflictivo período. La versión de madera definitiva en la que trabajo el artista ovetense entre los años 1934 y 1936, por encargo del Gobierno de la República, fue destruida durante la Guerra Civil. Sebastián Miranda lo culminó con 87 años de edad, "de otro modo muy distinto" al primero, en palabras de Javier Barón.