EL CRISTO DEL PERDÓN DE LUIS ORTEGA BRU

Jesús Abades. Con fotografías de Manolo Jiménez y Alejandro Cerezo


 

 

 

Con esta soberbia imagen de Cristo vivo en la cruz Luis Ortega Bru se apartó, una vez más, de los usos de la escuela sevillana, plenamente dominantes en la zona de Andalucía Occidental durante la pasada centuria, para ofrecernos una figura heroica e innovadora, de rasgos recios y expresión atormentada, donde se busca más la tragedia que la estética, y la compasión del espectador que su agrado ante una imagen bella y dulcificada.

Tallado en 1980 por el escultor e imaginero de San Roque (Cádiz), quien empleó madera de cedro policromada en su ejecución, este Crucificado agonizante aparece elevando la mirada a las alturas para rogar por el perdón de los verdugos, lo que provoca la crispación de los músculos del cuello y la cintura escapular.

El escalofriante rostro presenta las cejas finamente gubiadas en la madera, párpados abultados, ojos hinchados con leve estrabismo, recta nariz, mejillas demacradas, y los carnosos y resecos labios entreabiertos, dejando ver en su interior la dentadura tallada. Cabellera y barba son onduladas y se representan mecidas por el viento.

La anatomía del Varón, que procesiona cada Viernes Santo desde la parroquia gaditana de Santa Cruz (la Catedral vieja de la ciudad), es musculosa y descarnada, presentando los brazos tensos y alineados con el travesaño del madero, el tórax muy hinchado para tomar el aire que llega con dificultad al respirar, los relieves de las costillas y los músculos abdominales bastante marcados, la cintura estrecha y las piernas levemente separadas, montando el pie derecho sobre el izquierdo.

El madero al que se halla fijado por tres clavos es de sección cilíndrica y arbórea. Respecto a las carnaciones, son al óleo y cálidas, moderándose el artista a la hora de recrear heridas y regueros de sangre. Fue restaurado en el año 2009 por María del Pilar Morillo Pérez, quien llevó a cabo una actuación de conservación.

A sus pies encontramos las figuras de la Virgen del Calvario y San Juan Evangelista, ambas también realizadas por Luis Ortega Bru (1980-1981). María contempla desolada la agonía de Jesús. Pese a las rotundas facciones imprimidas, y frente al desgarramiento que presentan sus hechuras cristíferas, Ortega Bru ofrecía siempre un mayor misticismo en sus imágenes de la Mater Dolorosa. La angustia de su semblante se manifiesta en el entrecejo fruncido, los ojos hinchados por el llanto y los labios carnosos y jadeantes. En cuanto a los ojos, pintados en la madera, quedan enmarcados por las pestañas postizas de los párpados superiores. Los músculos del cuello, al igual que el Cristo, aparecen muy tensos por la forzada postura elevada hacia el cielo.

En la procesión el Crucificado se encuentra también acompañado por las figuras de Santa María Magdalena y los dos ladrones, Dimas y Gestas, todas ellas siguiendo los esquemas de Bru (especialmente la imagen del Buen Ladrón) y talladas en madera de cedro por el escultor e imaginero isleño Alfonso Berraquero (1985).

 

     
     
 

 

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