LA MUERTE DE MARAT

Gonzalo González (27/08/2010)


 

 

La Muerte de Marat es sin duda una de las pinturas más célebres del pintor francés Jacques-Louis David (1748-1825), referencia indiscutible del Neoclasicismo pictórico. Como tal, el Neoclasicismo trata de recuperar los valores estéticos y culturales de la civilización grecolatina. Desde un punto de vista estrictamente artístico, es una respuesta al agotamiento de las formas barrocas a mediados del siglo XVIII, y será adoptado como el estilo oficial de la época de la Ilustración, conviviendo también con los sucesos de la Francia revolucionaria de finales del citado siglo.

En este sentido, la obra que hoy proponemos tiene tal importancia que a veces ha primado su valor como documento histórico por encima de sus cualidades artísticas, tanto a nivel técnico como compositivo. Evidentemente, no podemos obviar el tema, ni en ésta ni en ninguna otra pintura, pero también tenemos que atender a otras consideraciones que a menudo han quedado en un segundo plano, a pesar de su importancia.

Esta famosa pintura está fechada en 1793, año en el que gobernaba la Convención Jacobina en Francia. Era la época de El Terror, de Robespierre, y el cuadro nos narra un hecho sucedido en el año 1792, cuando Carlota Corday, simpatizante de la facción girondina (más moderada desde un punto de vista político), asesinó a Jean-Paul Marat en su propio domicilio. Nuestro personaje no militaba activamente en política, pero se posicionó claramente al lado de los jacobinos a través de los escritos que publicaba el periódico radical L'Ami du Peuple. Era por tanto un personaje mediático, que la oposición quería aniquilar.

Este suceso lo convirtió en un héroe de la Revolución, y es por ello que se encargó una pintura en la que se representara el fallecimiento, que tuvo lugar, como vemos, en la bañera de su casa, mientras escribía y se tomaba uno de los muchos baños terapéuticos que realizaba para mitigar los síntomas de una enfermedad que atacaba su piel. El elegido para realizar este homenaje fue David, ya conocido por sus revisiones de los mitos clásicos a través de obras como El Juramento de los Horacios (1784). A partir de este momento, se convertirá en un artista íntimamente ligado a los sucesos revolucionarios, como bien muestran algunos retratos realizados a Napoleón Bonaparte, destacando la grandilocuente Coronación (1805-1808).

Para esta obra en concreto, David asume una sencillez estilística muy en la línea del primer Neoclasicismo, pero aportando nuevos elementos, entre los que debemos destacar, por un lado, ciertas influencias del claroscuro propio de Caravaggio, artista admirado por David. Pero más llamativa incluso es la propia composición que elige para esta representación, al situar la escena principal en la parte baja del lienzo, mientras que la parte alta queda reservada a un fondo neutro más propio de la tradición barroca que de cualquier otra, y que ocupa la mayor parte del cuadro.

Esta composición, insólita en la pintura tradicional del momento, aumenta el dramatismo del acontecimiento que se pretende conmemorar, al mismo tiempo que lo eleva a categoría de divinidad, a lo que ayuda también la postura del personaje, que deja caer plácidamente su brazo derecho como si de una imagen de Cristo muerto se tratara.

El autor nos da a entender que Marat murió por la Revolución, ya que figura en plena labor de escritor y periodista. La capacidad para que el espectador quede inmediatamente inmovilizado por esta visión directa, certera y llena de fuerza explica la popularidad que ha acompañado a esta pintura desde el mismo momento en que fue realizada.

 

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