El pasado jueves 9 de noviembre, prosiguiendo con el ciclo de actividades culturales, en la exposición Lazos de Sangre organizada por la popular archicofradía murciana de la Sangre (Los Coloraos), se presentó como pieza invitada una talla sacra de vestir que representa a Jesús con la cruz a cuestas, obra del escultor de la localidad de Calasparra (Murcia), Juan José Páez Álvarez.

La presentación de la obra fue llevada a cabo por el autor de la misma, que explicó al público asistente al acto que el Nazareno, una imagen de vestir tallada en madera de cedro real, lo ha realizado en 2017, año en el que se cumple su décimo aniversario como escultor. En estos últimos diez años, Páez Álvarez ha realizado más de 100 obras, para gran parte de provincias españolas, así como para Latinoamérica.

Este Nazareno se encuentra dentro de la producción de Páez Álvarez en lo que el escultor denomina nuevo barroco. La efigie, de bello rostro, invita a la contemplación y la devoción. Su serena mirada trasmite paz y tranquilidad al contemplarla. No existe el dolor y la sangre está muy poco presente.

El realismo es tan latente que, al observarlo, te envuelve. La boca entreabierta muestra los dientes y la lengua tallados, como si en cualquier momento fuera a decirnos algo. La barba está resuelta al gusto del mejor barroco, de hermosos cabellos y partida, como si quisiera hacerle un guiño al titular de la Archicofradía de la Sangre.

Fiel a la escuela murciana, Páez Álvarez se aleja de las modas de mirar a otras provincias y se centra en seguir dicha escuela pero sin copiar a nadie, solamente siguiendo la estela de calidad que caracterizó a los grandes maestros del barroco murciano. La pieza invitada, representada con el pie izquierdo en actitud de andar hacia el monte Calvario, es fiel reflejo de ello.

Como los artífices del pasado, el artista incorpora a la obra ojos de cristal, pintados como se hacía en los siglos XVII y XVIII. En la cabeza lleva corona de espinas en oro fino, material que alude a la realeza de Cristo. La peluca de largo pelo natural, tiene unas ligeras ondulaciones para realzar el realismo de la obra.

La túnica de seda aterciopelada en tonos morados, característica de la iconografía, se halla rematada con bellas puntillas también al gusto de la zona. Sendos cíngulos cuelgan anudados al cuello y manos, las cuales aparecen con las venas hinchadas por el esfuerzo de cargar con el madero, que es de madera pintada imitando carey, realizado a tamaño natural y del tipo de cruz latina.