DERRUMBE DE UNA CASA-PALACIO DEL SIGLO XVII EN ARÉVALO (ÁVILA)

Con información de Ricardo Guerra Sancho (20/10/2021)


 

 

Esta semana se daba la noticia del hundimiento parcial de una casona palacio del siglo XVII en la localidad abulense de Arévalo. Fue construido por una de las ramas del linaje Montalvo, y en 1615, situada en la calle Arco de Ávila, que ya amenazaba ruina desde hace tiempo, y parece que ya tenía expediente de ruina tramitado.

Se trata de un edificio catalogado dentro del patrimonio monumental arevalense como edificio singular, como una arquitectura civil palaciega nobiliaria y un ejemplo muy característico de la arquitectura del territorio. Quizás nombrarlo palacio sea un exceso, aunque es una gran casona, muy superior a las construcciones normales, y se corresponde con una de las últimas de unos linajes arevalenses ya en declive por esas fechas.

Bien entrado el siglo XIX, el edificio pasa a otras manos con la marcha de esa familia de la ciudad. Desde entonces ha tenido diversos usos: fábrica de tejidos, cuartel de la Guardia Civil, hostal -en el que estuvo hospedada la pintora gallega Maruja Mallo durante el curso 1933-34, cuando estuvo como profesora de dibujo del antiguo instituto de Arévalo-, y negocio y almacén de ferretería y materiales de construcción.

Durante los últimos años ha permanecido cerrado y abandonado, con amenazas en la estabilidad de su fachada, sensiblemente desplomada y con parches toscos en sus partes bajas.

El edificio está catalogado como "singular" en la lista de protección del Plan Especial, complemento del Plan General de Urbanismo. Una lista siempre discutida porque, a juicio de muchos, no se corresponde bien con la realidad, al darse la paradoja de no estar incluidos en ella algunos edificios manifiestamente singulares y con elementos interesantes de conservar; y sin embargo, sí lo están otros de dudoso carácter arquitectónico, carentes de valores. Y como continuación a lo dicho, una lista que no garantiza ninguna protección, que dificulta el derribo de edificios amenazantes, y al ser patrimonio, no admite reformas salvo con planes muy costosos.

Si a ello se suma que estos edificios suelen tener una propiedad muy compartida y numerosa, todo ello nos lleva a la conclusión de que, si ya es difícil mantener un amplio patrimonio arquitectónico, lo es aún más si esas normas dificultan posibles actuaciones. Algún intento hubo hace unos años de actuar sobre el edificio y espacios aledaños, pero tantos condicionantes burocráticos hicieron abandonar la posible actuación.

Según las declaraciones realizadas que dicen que se derribará lo restante del edificio, nos podríamos preguntar por los criterios que han prevalecido para esa decisión, no sé si de técnicos de patrimonio, municipales o políticos; en cualquier caso, ello pone en tela de juicio toda la normativa y la política conservacionista de nuestro patrimonio, el menor y el mayor, como tantas veces hemos presenciado, lo que demuestra que no hemos aprendido nada. Si esa decisión es firme, habría que considerar otras muchas.

Lo que sí es cierto es que la ciudad de Arévalo se está convirtiendo en un contenedor sin contenido, un decorado, malo por cierto y con penosas actuaciones, de un casco histórico que tenía personalidad propia, y poco a poco, con actuaciones de gran calado o con pequeñas cosas del día a día, está perdiendo esa personalidad.

Es asombroso como al particular se le dificulta todo, no se le deja hacer nada y luego las administraciones hacen lo que quieren en aras del prurito de la firma de autor. Recuerdo ahora una frase de Fernando Gómez Muriel, cuando un día en Santander, hablando con Peridis, le dijo que conocía Arévalo y que, tristemente, "Arévalo había abandonado su casco histórico para trasladarse a los pinares, destruyendo así ambos".

Arquitectónicamente hablando, el edificio muestra una gran fachada de ladrillo, con hiladas de ladrillo y cajones, como es la arquitectura característica de Arévalo. Tiene una gran puerta de piedra de granito, adintelada y con tres escudos de la familia, con león rampante, roeles y cuarteles muy mezclados por los diversos enlaces familiares, así como una verja, cinco balcones y cuatro ventanas con unos singulares arcos sobre sus dinteles, y unos arcos compuestos, decorativos y recuadrados, que recuerdan la permanencia del gusto mudéjar hasta bien avanzadas las fechas. Tiene, además, dos ventanas abiertas con posterioridad en alguna de sus anodinas reformas y sin adorno alguno.

El edificio tiene en su interior un gran portalón distribuidor, con escalinata, dos bodegas y una arquitectura camuflada por numerosas reformas, así como un patio o soportal de columnas; o parte de él, al menos he visto dos con volutas al estilo de la época de estas casas nobiliarias.

Gutiérrez Robledo lo describe así en su "Memoria mudéjar en La Moraña: la arquitectura", hablando del mudéjar civil: "hay un palacio de una fachada con un tardío mudéjar como el llamado nuevo palacio de los Montalvo, que organiza sus muros con rafas, cajones y remata sus huecos con dinteles con triples arcos sobrepuestos a dinteles con ladrillos que convergen en el centro".

Un nuevo ejemplo de "Un patrimonio que se pierde", una vez más... 

 

 

Nota de La Hornacina: Ricardo Guerra Sancho es Cronista Oficial de Arévalo (Ávila). Si quieren denunciar cualquier tipo de agresión al patrimonio histórico-artístico de su ciudad, diríjanse a nuestra dirección de correo electrónico lahornacina@lahornacina.com

 

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