LA DESTROZADA ESCULTURA DE SAN AGUSTÍN EN LA PORTADA
DE LA PRIORAL DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ)
Francisco González Luque (19/03/2010)
En la fachada lateral de la Iglesia Mayor Prioral alzada en la Plaza de España de El Puerto de Santa María se construyó en el segundo tercio del siglo XVI -seguramente siguiendo trazas de Martín Gaínza, salvo el frontón ondulado del remate- una gran portada retablo renacentista más conocida como Puerta del Sol, actualmente principal entrada al templo por la nave de la Epístola. Su primer cuerpo se proyectó con esculturas en las hornacinas de los intercolumnios que flanquean el arco semicircular bajo el que se accede al interior. Una de ellas, la que representaba a San Agustín, ha sido destrozada recientemente. Dar a conocer mejor dicha imagen, valorarla en su justa medida y denunciar públicamente esta nueva agresión al patrimonio histórico-artístico (en esta ocasión, parece ser obra de un perturbado, como si no tuviéramos bastante con la desidia de algunos políticos y las instituciones oficiales) son los principales objetivos de este artículo, mientras esperamos que la paciencia y habilidad de los técnicos restauradores del Museo Municipal puedan recomponer los múltiples fragmentos que restan de ella. Las ocho esculturas de pequeño formato (miden unos 80 centímetros de altura), labradas para decorar dichos espacios entre parejas de columnas abalaustradas del primer cuerpo de esta portada, han sido desafortunadas. De ellas sólo llegaron a nuestros días seis: los cuatro Evangelistas en la parte superior y dos de los Padres de la Iglesia latina en el inferior: San Agustín a la izquierda y San Ambrosio a la derecha. A las desaparecidas San Jerónimo y San Gregorio Magno hay que añadir ahora la destrozada imagen del obispo de Hipona. El santo, uno de los pilares de la Iglesia y de la filosofía medieval, estaba representado a modo de altorrelieve en actitud erguida, maduro y barbado, como obispo, con algunos de sus atributos. En este caso han sido elegidos para su interpretación iconográfica los ornamentos pontificales (mitra coronando la cabeza y capa pluvial cubriendo el hábito sobre cuerpo y extremidades) y un gran libro abierto sobre su mano izquierda en vez de, como en otras ocasiones, una maqueta de iglesia indicando fundación. Ese voluminoso libro tan protagonista en esta representación hace referencia a un episodio de su etapa juvenil, plena de incertidumbres y desasosiegos. Se cuenta que escuchando los sermones de San Ambrosio en Milán puso en duda sus creencias maniqueas y escépticas que profesaba por entonces, que se resolvieron del todo cuando un día en que reflexionaba y lloraba angustiado oyó una voz que le decía "toma y lee”, refiriéndose a la Epístola a los Romanos de San Pablo que llevaba consigo. Todos sabemos que inmediatamente se convirtió al cristianismo, siendo bautizado en el año 387. |
Debía portar otro símbolo sostenido por su mano derecha. Podría ser una pluma de ave (otro emblema que hace referencia a su faceta de escritor y doctor de la Iglesia), un corazón inflamado (en señal de su total entrega y amor ardiente a Dios o, simplemente, un báculo aludiendo a su función pastoral episcopal. En cualquier caso, la mano derecha y su correspondiente atributo ya estaban perdidos desde hace mucho tiempo. Insistiendo en esta iconografía, bajo la peana o repisa a modo de ménsula que sustentaba a San Agustín se ha conservado una cabeza de ángel como posible alusión a esos "espíritus puros que habitan en la "Ciudad de Dios" -título de una de sus obras- disfrutando de su presencia", según la interpretación de Aguayo Cobo (al estudio iconográfico e iconológico publicado con el título La Puerta del Sol de la Iglesia Mayor Prioral de este historiador remitimos al lector interesado en desentrañar el apasionante mundo de los símbolos artísticos que decoran por doquier esta portada). Esperanza de los Ríos atribuyó estas esculturas a José de Arce, escultor flamenco afincado en Sevilla y Jerez de la Frontera a mediados del siglo XVII (La Fachada-Retablo en el Marco de Jerez..., Actas del Congreso sobre Conservación de retablos en el año 2006). Pero comparando este San Agustín con el labrado por Arce, junto a los otros Doctores de la Iglesia, en la Iglesia del Sagrario de Sevilla, en 1657, observamos ciertas diferencias. Aunque la amplitud de las formas y el tratamiento de los paños en grandes planos sea típico de ese escultor barroco tan extraordinariamente representado en Jerez de la Frontera, y se aprecie en nuestra pequeña escultura de la Prioral, no debemos olvidar que se trata de unas características presentes en buena parte de los escultores que trabajaron junto a Arce y Roldán en la segunda mitad del siglo XVII en buena parte de Andalucía. Podríamos preguntarnos, con Moreno Arana, si no serían más bien obras de Ignacio López, imaginero sevillano establecido en El Puerto entre 1680 y 1718, autor documentado de la imaginería del retablo de Animas de la misma Prioral y otras muchas esculturas repartidas por la misma ciudad, Jerez de la Frontera y varias localidades andaluzas. Los elementos morfológicos más sobresalientes en sus imágenes aparecen en ésta que comentamos: rostro oval con ojos ligeramente almendrados, acusados pómulos, nariz recta, boca entreabierta de carnosos labios y pequeña y redondeada barbilla (aquí cubierta con ampulosa y abocetada barba). A la expresividad de esas facciones se une la delicada, y a la vez valiente, mano conservada, de perfecto modelado y naturalista anatomía, y el dinamismo en actitudes e indumentaria (tratada con rigor a base de angulosos y volados pliegues, aquí menos precisos que en sus obras de madera policromada). San Agustín puede compararse con las imágenes documentadas de Ignacio López en dicho retablo de Animas, concretamente con las de San Gregorio Magno y San Judas Macabeo. Lo que no cabe duda es que podemos considerarla una de las más interesantes esculturas de esta portada de la Iglesia Mayor de El Puerto de Santa María. La cabeza inclinada mostrando interés en la lectura, la expresión compungida de un rostro sumamente expresivo, la amplitud del manto con gruesos pliegues ondulados y la presencia de una elocuente mano izquierda soportando el libro le aportan las notas suficientes para adscribirlas al dinamismo barroco de esta transición de entre los siglos XVII y XVIII. Creemos que, aunque en las seis conservadas en nuestros días se puedan apreciar diferentes manos, bien pudieran formar parte de las labores de reconstrucción y reformas sufridas por el primer templo portuense durante la segunda mitad del siglo XVII. |
Fotografías de Francisco González Luque y José Manuel Moreno Arana
Nota de La Hornacina: Artículo publicado, con ligeras variantes, en Diario de Cádiz, 18 de Marzo de 2010.
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