El teatro Bretón es ya un inmenso solar de escombros después de que los trabajos de demolición estén a punto de concluir, a falta ya de un pequeño muro. En apenas tres días han desaparecido cuatrocientos años de historia para dar paso al imparable progreso. Dentro de poco esta parcela se transformará en un párking subterráneo, un hotel y un pequeño centro cultural con capacidad para trescientas personas.

Poco se parece ya el Bretón a aquel teatro del Hospital del siglo XVI, un primitivo corral de comedias junto al Hospital General que hoy ocupan las Siervas de San José y del que supuso su sustento económico ante la falta de ayudas dictada por Felipe II para reducir el número de hospitales en España. Por aquel entonces las obras, a cielo abierto, se realizaban a las tres de la tarde para aprovechar la luz del día.

Tras el parón de 1746 por oden del obispo de Salamanca, pues los escenarios pervertían el corazon y las buenas costumbres, recuperó su esplendor con una serie de transformaciones en su infraestructura, acordes con los nuevos tiempos, que le otorgaron la actual estructura de caja italiana. Pero a finales del siglo XIX surge el nuevo teatro Liceo. El Bretón separa entonces su camino del hospital y adquiere la denominación actual del compositor salmantino, siendo el recinto de las clases más desfavorecidas al atraer el Liceo a las clases pudientes y la nueva burguesía. Además, en la plaza de San Román se construyó la Casa del Pueblo.

La Guerra Civil y el auge del cine obligaron a una nueva remodelación del teatro, lugar de contrastes a lo largo de toda su historia entre ricos y pobres, nacionales y republicanos, amantes del teatro y meros aficionados. El pueblo salvó al Bretón de su cierre definitivo en los años 50, pero no ha podido hacerlo en esta ocasión.

Atrás quedan los intentos de mantener en pie este histórico edificio cuya demolición dio comienzo en mayo de 2009 para paralizarse pocas horas después durante 14 meses. Un acuerdo entre la empresa Santher, propietaria del inmueble, el Ayuntamiento de Salamanca y Los Verdes permitió reanudar los trabajos en el edificio, que podría haber permanecido en ruinas tres años más después de que el juzgado de Salamanca desestimase levantar la suspensión del derribo y los propietarios descartaran apelar. Pero el estado deplorable de este antiguo centro de artes escénicas ha podido más y finalmente las máquinas han derribado el inmueble.

Los vecinos lamentan que las administraciones no hicieran nada en su momento para evitar su derribo, pero una vez comenzadas las obras no dudaron en exigir su demolición completa para evitar que se siguiese generando basura en los alrededores. El viernes pasado daba comienzo el trabajo que ayer puso punto final al derribo del edificio. Lo más complicado ha sido la retirada de la uralita en parte del tejado que requirió de cuidados especiales porque estaba compuesta de amianto, un material contaminante prohibido desde 2005 que ha de ser pulverizado con un líquido y empaquetado posteriormente en bolsas adecuadas para ser trasladadas a un contenedor especial.

La gran defensora del teatro en los últimos siete años ha sido la Asociación Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio, quien demandó la protección y conservación del inmueble como Bien de Interés Cultural y recibió por dicha defensa el VII Premio Nacional Gregorio Arcos a la Conservación del Patrimonio Teatral. Así mismo, la asociación denunció el expolio continuado al que fue sometido el Teatro durante los 14 meses que duró la paralización de las obras por parte de rateros que movían la valla ubicada junto al Convento de Las Claras y se hacían con materiales y objetos del teatro debido a la falta de interés de las autoridades por incrementar la vigilancia en la zona y poner fin a dichas actividades delictivas que llegaron a convertirse en un hábito.