EL ESTADO DE LA IGLESIA DE SANTA CATALINA DE SEVILLA

Jesús Romanov López-Alfonso (10/07/2008)


 

 

Nos fuimos jóvenes... ¿Cómo volveremos? Esa fue la pregunta que me hice hace cuatro años, cuando en compañía de mi querido amigo José Javier, sacábamos en nuestros brazos de su parroquia a la Virgen del Rosario, Patrona del Barrio de Santa Catalina, para emprender un exilio forzado, primero al templo de San Pedro y hoy al de San Román.

La Iglesia de Santa Catalina, sin lugar a dudas uno de los más importantes templos sevillanos, atesora en su interior una maravillosa colección de obras de arte, única en Sevilla. Sólo por su fastuosa Capilla Sacramental, maravilloso ejemplo del barroco español, merece la pena su visita, pero podemos continuar con su retablo mayor, donde se representa uno de los pocos desnudos sacros de la pintura española en el "Martirio de Santa Catalina"; la Capilla de la Virgen del Rosario, con sus magníficas yeserías barrocas y la imagen de Francisco Antonio Ruiz Gijón; la Capilla de la Exaltación, magnífica muestra del arte mudéjar, o su artesonado, uno de los pocos originales tras los sucesos de 1936.

Estas obras de arte, testimonio de la historia de una ciudad que en su día fue la capital del mundo, permanecen hoy condenadas en la más siniestra oscuridad, que no es otra que la del silencio de los responsables de su restauración. Parece que nadie tiene en cuenta la importancia de esta iglesia mudéjar, muda ante nosotros hace ya cuatro años, cerrada sin nadie que se preocupe por su suerte. 

Los amantes del arte asistimos a la decadencia de este templo desde hace bastantes años, años en los que veíamos suelos hundiéndose, goteras en los artesonados, grietas en la cúpula de la sacristía, amén de otros daños, hasta que llegó el fatídico día del cierre, al que siguieron las quejas de rigor de estamentos políticos y eclesiásticos, unas obras de apuntalamiento y poco más. Después de esto, nada más parece haberse realizado a favor de este templo, solo la solitaria labor de Don Antonio Hiraldo Velasco, párroco de San Román, acompañada del estupor con que muchos sevillanos asistimos a esta especie de juego en el que todo el mundo parece evadir su responsabilidad.

Hace unos meses unos compañeros de trabajo marroquíes visitaron Sevilla y fui yo el encargado de mostrarles mi amada ciudad. Cuando llegaron a Santa Catalina no salían de su asombro, al comprobar como esa misma Junta de Andalucía que reparte generosamente el dinero español para restauraciones en Marruecos, mantenía tan deplorable situación en este venerable templo parroquial, Bien de Interés Cultural desde principios del siglo XX.

 

 

Pero la propiedad de este edificio no es de la Junta de Andalucía, claro está, sino del Arzobispado de Sevilla. ¿Qué se está haciendo desde la sede de San Isidoro y San Leandro? La campaña de concienciación entre la población sevillana para la restauración de la Iglesia Colegial del Divino Salvador ofreció unos frutos que hoy disfrutamos todos, amén de todo el esfuerzo admirable que se hizo para restaurar nuestro segundo templo. ¿Es que no merece la Iglesia de Santa Catalina un esfuerzo similar? 

¿Y desde el Ayuntamiento? El señor alcalde, que tanto empeño está poniendo en la mejora de la ciudad y que ha emprendido proyectos de lo más variados también está mudo ante este tema.

Los únicos que no se callan son los vecinos de Santa Catalina, que se niegan a ver como su templo se cae ante la pasividad de los responsables en este tema. Con carteles en la torre de la Iglesia -que después no se sabe quién los hace desaparecer- nos recuerdan su deseo de que comience de una vez por todas su restauración.

No debemos olvidar tampoco a los tolerantes y cultos señores que, ante las peticiones de los vecinos, responden con frases tan sabias como "que lo paguen los católicos", y después no dudan en exigir a los estamentos de la ciudad subvenciones para que realicen templos de nueva planta para otras religiones. 

A los que amamos Sevilla y esta iglesia no nos basta ya con un apuntalamiento. Queremos soluciones. No queremos ver más cómo se pasan el balón los unos a los otros. Queremos ver Santa Catalina abierta por obras, como pasó en El Salvador, y soñamos con el día en el que, de nuevo, cuando paseemos por la Calle Almirante Apodaca, veamos a la Santa de Alejandría desde su altar mayor, levantando garbosamente su espada de plata.

 

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