NOBISCVM DEVS
Jesús Abades y Sergio Cabaco
En palabras de Manuel López Pérez y Juan Manuel Moreno Orta, comisarios de la exposición, la muestra Nobiscvm Devs se ha centrado en obras de escultura religiosa que acercan a los visitantes a la interpretación que artistas pretéritos y actuales han realizado sobre la imagen de Jesús Niño. Para ello, sus responsables han contado con un grupo homogéneo de obras, desinteresadamente aportadas; muchas de ellas procedentes de colecciones particulares, tanto de Moguer como de otros puntos de Huelva y Sevilla, y otras ofrecidas por anticuarios, parroquias y asociaciones religiosas de carácter penitencial, igualmente de los entornos onubense y sevillano. Al encanto popular que ofrece la iconografía del Niño Dios, hay que sumar en este caso el atractivo de descubrir tallas de mérito, poco conocidas por su ubicación privada e incluso, en algunos casos, prácticamente inéditas, cuyo ámbito temporal abarca desde el siglo XV hasta el presente año. No en vano, el lema de la muestra, sacado del Libro Sagrado de Job, es "Abscondita in Lucem Produxit", que significa "Sacar a la luz lo oculto". El valioso ajuar que suele acompañar a este tipo de esculturas, sobre todo a partir del XVIII con el aumento de la producción de imágenes de vestir, ha provocado que se vean acompañadas de una espléndida colección de ricas prendas bordadas en oro, plata, lentejuelas y sedas de colores, varias de ellas de notable antigüedad. El repaso a las imágenes expuestas que nos han merecido un mayor interés sigue un orden estrictamente cronológico, dentro de una división por escuelas o autorías. |
Escuela de Malinas La imagen más antigua de la exposición es una estatuilla del siglo XV, realizada en madera policromada y procedente del círculo artístico que se desarrolló en la localidad belga de Malinas, situada en la provincia de Amberes. El estilo centroeuropeo fue introducido en tierras andaluzas por Lorenzo Mercadante y Pedro Millán y, posteriormente, por los flamencos Roque Balduque y Juan de Giralte. La obra, de ingenua expresión y cabello pegado al cráneo que acaba en tirabuzones horizontales, ha sido relacionada desde la muestra con el Niño que porta la Virgen de Gracia, patrona de Carmona. Forma parte de la interesante colección privada de Manuel Espinal Halcón e Isaías Hernández Rodríguez, a la que también pertenece una piadosa y reciente talla del "Niño de la Espina", de origen peruano y vestida al gusto indígena del país, que representa al infante sedente y acongojado, en actitud de quitarse una espina que se ha clavado en uno de sus pies, prefiguración simbólica de la Coronación de Espinas por los verdugos.
Juan Martínez Montañés Del nutrido grupo de seguidores montañesinos se exponen tres esculturas. Dos de ellas son de madera policromada y poseen gran interés: una proviene de la colección de Juan Moreno Díaz y otra de la del también moguereño Francisco Garfias, de cuyo patrimonio también procedía otro espléndido "Niño Jesús" que pudimos contemplar, hace algunos meses, en la muestra Mane Nobiscum Domine, igualmente celebrada en Moguer. La primera, fechable en el siglo XVII, muestra a Jesús bendiciendo mientras sostiene la cruz en la mano izquierda y un ramo de rosas, cincelado en plata, en la derecha. La segunda, integrada en el XVIII, bendice con la mano derecha al tiempo que sostiene un globo terráqueo, también plateado, sobre la izquierda, según las visiones de Margarita del Santo Sacramento. La tercera pieza, de factura más discreta en plomo policromado y menor tamaño, se puede catalogar también en el siglo XVIII y pertenece a la colección del moguereño Rafael Rodríguez. Todas las anteriores se inspiran en la imitada creación de carácter deífico labrada por Martínez Montañés para la Sacramental de la sevillana Parroquia del Sagrario. |
Juan de Mesa y Velasco Al igual que la anterior, se halla labrada en plomo policromado. El empleo de dicho material obedecía a razones económicas, realizándose vaciados de obras en madera con el fin de abastecer la ingente demanda privada o conventual que, por esas fechas, había de este tipo de esculturas. Hernández Díaz menciona al escultor Diego de Oliver como uno de los maestros más prolíficos en ese tipo de vaciados (1). Por lo demás, sigue fielmente el prototipo de Martínez Montañés, maestro de Mesa, con abundantes carnes, mechones rizados y abultados y brazos abiertos en actitud afable. Los responsables de la muestra la relacionan con un modelo similar, conservado en la Universidad de Sevilla (US). Se asienta sobre una peana rocalla con espejuelos que sirve también de vitrina, pues su interior alberga una diminuta imagen del Niño Dormido. Es propiedad de la familia moguereña Morales Venegas.
Alonso Cano Influenciada por su estilo se halla una magnífica efigie que, en realidad, toma rasgos morfológicos del maestro granadino para una composición que, en líneas generales, empieza a despuntar hacia una línea más avanzada y, por ello, más dinámica. Al resuelto movimiento de la figura y su grácil sinuosidad, propios de las maneras de Cano que podemos ver en su Niño Jesús de la Virgen de Belén o en el de San José, ambos en Granada, hay que añadir en este caso una cierta teatralidad en la pose de sus brazos y en el afectado gesto que evidencian la tendencia escultórica dominante a partir de la segunda mitad del XVII. Procede de la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, de Moguer, para la que, según parece, trabajó el escultor e imaginero Felipe de Ribas, discípulo de Cano y fiel seguidor de su estética. |
Pedro Duque Cornejo y Roldán El arte de uno de los últimos de los roldanes se ve representado por una talla de San Juan Bautista Niño, efigiado por un miembro de su círculo en el siglo XVIII. El pequeño santo, inmerso en la candorosa tradición imaginera del rococó, se atavía con humildes pieles de pastor. Aunque sus manos se vean ahora vacías, debió aferrar un instrumento con el que juega con un corderito, que se alza divertido a sus pies para intentar agarrarlo. La figurita, labrada en madera policromada, procede de la iglesia parroquial de San Bartolomé en Villalba del Alcor.
Cristóbal Ramos En este tipo de exposiciones, suele suceder que la obra que ilustra el cartel sea la mejor o una de las mejores que pueden admirar los visitantes. Y aquí tampoco nos encontramos con una excepción. El sevillano Cristóbal Ramos o un miembro avezado de su círculo artístico ha creado una cautivadora alegoría que muestra al Sagrado Corazón de Jesús Niño, según la iconografía difundida por los jesuitas, portando la cruz del sacrificio sobre un risco florido primorosamente tallado y conduciendo con una soga al alma cristiana, representada bajo la forma de un cordero, en alusión a sus palabras de aceptación: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 28-30). Como es habitual en su autor, se halla modelada en terracota y telas encoladas y policromadas. Ejemplifica a la perfección la técnica rococó del artista sevillano, en palabras de Montesinos: "una estética preciosista y aporcelanada, en donde se acusa el gusto pictórico, así como la finura y modelado blando que da a las imágenes suma delicadeza y melancolía" (2). Es propiedad de Manuel Espinal e Isaías Hernández. |
Juan de Astorga Aunque discrepamos de la paternidad del archidonés, no cabe duda de que estamos ante una de las piezas más valiosas de la muestra, de gran ternura y viveza expresiva. Representa al Niño Pasionario según la tradición medieval, bendiciendo con su mano derecha y asiendo con la izquierda la cruz del sacrificio que aceptará en un futuro. Lleva ojos de vidrio, rica túnica bordada e inadecuada peluca de tirabuzones que resta prestancia a la talla. El trazado largo y arqueado de las cejas, el prominente mentón, el modelado de los párpados, y la boca menuda y poco separada de la nariz recuerdan creaciones dieciochescas del ámbito granadino, presentando notables semejanzas con el San Antonio de Melegís. Pertenece a Espinal y Hernández.
Francisco Buiza Esta creación del artista carmonense, propiedad del escultor e imaginero sevillano José María Leal Bernáldez, fue realizada en 1973. Al igual que otras de sus versiones sobre el tema y de numerosas figuras de ángeles y arcángeles que realizó para decorar los canastos de pasos procesionales, Buiza nos ofrece una figura dinámica y de violento escorzo, de actitud casi victoriosa que hereda del popular modelo sevillano de Ribas. El Niño adelanta su pierna derecha mientras bendice con la mano derecha y sostiene la cruz con la izquierda. Le sirve de escabel un trono de nubes del que emergen cuatro cabezas de ángeles primorosamente talladas, como era habitual en el escultor a la hora de realizar este tipo de peanas. |
Manuel Escamilla Barba Notable calidad presenta su Niño Pasionario de inspiración granadina (2002), que nos remite a obras como los angelitos llorosos que procesionan junto a la jiennense Virgen de las Angustias, de José de Mora. Al recordar los momentos de la Pasión que se avecinan, Jesús rompe a llorar en desconsolado llanto. El entrecejo se frunce por el dolor y numerosas lágrimas se derraman por sus mejillas, muy carnosas al igual que el resto de la anatomía de la talla. Se muestra en actitud itinerante, con la corona de espinas en su mano derecha y la voluminosa cabeza orlada con potencias. Es propiedad de la Cofradía del Nazareno, de Moguer.
Elías Rodríguez Picón El escultor e imaginero de Rociana del Condado (Huelva) posee una especial inspiración a la hora de ejecutar Niños Pasionarios. Pruebas de ello son una excelente pieza de Niño lloroso (2001), en actitud caminante y manos entrelazadas, que se muestra bajo fanal del siglo XIX, y el Niño de la Redención (2000) con la cruz al hombro, casi una versión infante del titular de la onubense Cofradía de los Desamparados, obra salida también de su mano. Las dos se hallan modeladas en terracota policromada. |
Miguel Ángel Valverde Otro artista de Carmona, habitual en los eventos sobre imaginería y muy influido por la estética del escultor e imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte. Al igual que otros simulacros de la muestra, su Niño de la Cañita (2001), propiedad de Gabriel Solís, presenta una iconografía de marcado carácter simbólico y precursor de los tormentos que Jesús padecerá en su edad adulta para lograr la redención humana. La cabeza aparece reclinada hacia la izquierda, con la mirada humillada ante el escarnio y una lagrimilla que se escapa por su mejilla derecha. Las manos se hallan atadas, sosteniendo una caña con la derecha, en actitud propia del pasaje del Ecce Homo o Presentación al pueblo por Pilato que escenifica.
Rubén Fernández Parra También de la colección de Gabriel Solís, rica en obras de imagineros contemporáneos, es el grupo denominado Niño de la Quinta Angustia (2004) del siempre interesante artista sevillano Fernández Parra, que figura en la semblanza que, desde este medio, se dedica al artista. Tan esotérico ejemplar, labrado en terracota policromada, muestra al infante descendido de la cruz por dos ángeles, todos ellos de enternecedor semblante y modelado directamente inspirado en el arte roldanesco. También del joven imaginero es el altorrelieve de la Anunciación de la Virgen (2003), que figura al final de la exposición a modo de epílogo-preámbulo del origen de su razón de ser, en palabras de San Gabriel: "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús" (Lc 1, 26-38). |
BIBLIOGRAFÍA (1) HERNÁNDEZ DÍAZ, José. "La Escultura Andaluza del Siglo XVII", en "La Escultura y la Arquitectura Españolas del Siglo XVII", vol. XXVI de Summa Artis, Madrid, 1982, p. 64. (2) MONTESINOS, Carmen. El Escultor Sevillano Cristóbal Ramos (1725-1799), Sevilla, 1986, p. 20. |
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