EL ARTE SACRO DE PROPIEDAD PARTICULAR (XV)

Domingo Sánchez-Mesa Martín. Con información de Pablo Krauel


 

En esta entrega les presentamos una talla cristífera y otra de carácter mariano. Sin desmerecer la Dolorosa gaditana, especial interés artístico e histórico tiene la efigie malagueña de Jesús Atado a la Columna por ser una obra catalogada del taller del maestro Pedro de Mena (hacia 1670-1688) que actualmente se encuentra en la colección particular de la familia Krauel por herencia de unos antepasados que, a su vez, la heredaron: María Teresa Barrionuevo y Juan Krauel Gross. Dicha pieza figuró en la magna exposición organizada en la Catedral de Málaga con motivo del III Centenario del fallecimiento del escultor granadino.

 

 
     
     

De los tipos iconográficos del tema de Jesús Atado a la Columna que Alonso de Mena (padre de Pedro de Mena) hizo, siguiendo y variando los modelos de Pablo de Rojas -tales como el de la Parroquial de Santa Fe (Granada) o el de la Iglesia de San Francisco de Priego de Córdoba (Córdoba)-, se pasa, en la obra de Pedro de Mena, a otras concepciones del tema totalmente diferentes y en todo dependientes,  -como lo demuestra este Cristo Atado a la Columna-, del arte de Alonso Cano, aunque aquí del estilo del maestro racionero no quede más que las diferencias de concepción y su mayor dependencia de lo pictórico.

Al darla a conocer Domingo Sánchez-Mesa Martín en el año 1984, el reputado historiador del arte afirmó que se trataba de una escultura tallada en madera (82 cm de altura), cercana al estilo del escultor granadino Pedro de Mena y Medrano o a alguno de sus directos discípulos en Málaga,  aunque la calidad y buena planta de la figura, su corrección y acertado tratamiento del desnudo lo hacen obra superior a lo hasta ahora conocido como obra de los discípulos de Mena, presentándosenos la duda de ser obra trabajada en el mismo taller de Pedro de Mena, con su dirección e intervención y según un modelo suyo.

     
     
 
     
     

La obra nos presenta a Cristo, desnudo, con las manos juntas, atadas atrás a una columna de tipología baja. Antecedentes inmediatos son las obras pintadas por el granadino Alonso Cano con este mismo tema, como el lienzo de las Carmelitas Descalzas de San José de Avila, de hacia 1658-1660, o el del Museo Nacional de Bucarest, de hacia 1650, o el del retablo mayor de La Campana (Sevilla), pintado sobre la puerta del Sagrario.

La serena planta y el aplomo vertical del conjunto nos recuerda claramente la escuela granadina. La interpretación del desnudo, los detalles anatómicos y su traducción escultórica, así como la técnica de tallar las formas, rostro, cabellos y sudario nos recuerdan el arte de Pedro de Mena. Un estudio comparando con el desnudo Crucifijo de Santo Domingo y también con el de Cristo Salvador del retablo de Santa María de la Alhambra de Granada y el Ecce Homo de la misma iglesia, dado a conocer por el historiador Emilio Orozco Díaz, nos confirma esta atribución. Los perfiles del rostro y el modelado de los ojos también nos recuerdan algunas obras de su discípulo Miguel Félix de Zayas.

La policromía, clara y en tono mate, del Cristo Atado a la Columna es la auténtica, no muy atormentada de notas de sangre, pero bien destacada y armonizada con el sudario, columna y cabellos.

     
     
 
     
     

Respecto a la Dolorosa, propiedad de la Familia García-Nuñez de Cádiz, se trata de una obra realizada para vestir en 1999 por el escultor e imaginero gaditano Luis Enrique González Rey.

Posee el busto modelado en barro cocido y las manos y el candelero interno tallados en madera. Mide 50 cm de altura y constituye una réplica de la Virgen de la Amargura, titular de la cofradía gaditana de la Humildad y Paciencia, espléndida obra del onubense Sebastian Santos Rojas a la que, precisamente, Luis González Rey, en 1995, repolicromó los labios y culminó la talla del interior de la boca.

     
     
 
     
     

La pequeña Dolorosa de la Amargura posee corona real cincelada en metal dorado, reproducción también de la que suele lucir la imagen original de Sebastián Santos Rojas, obra del orfebre sevillano Jose Luis Jiménez, así como una diadema de Orfebrería Santos, repujada en metal plateado. Los bordados en oro que luce en varias de sus ropas los llevó a cabo Juan Luis Virlán. Por último, la mayor parte de su joyería se debe a Juan Rivera.

 

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