Texto de José Carlos Pérez Morales

 

En primer lugar, ha sido un gran honor y un tremendo placer colaborar con mi opinión en este V Premio que organiza el que, a mi juicio, es el portal web de arte más importante, La Hornacina. Mi gratitud a sus creadores, Sergio y Jesús, quienes hacen que la Historia del Arte esté presente en nuestro día a día. Asimismo, aprovechar la ocasión para felicitar a todos los artistas que, durante el pasado año, han llevado a feliz término sus obras, presentándolas en este afamado portal. Mi más sincera enhorabuena porque gracias a vosotros, sigue viva tanto la arraigada tradición imaginera como la honda religiosidad de la que hace gala el piadoso vulgo.

El hecho de "elegir" una obra por encima de las demás seleccionadas lleva implícita la consideración de una serie de valores y criterios muy subjetivos. No obstante, dicha elección ha pretendido ser lo más objetiva posible y tomando como base y referencia los postulados de nuestra extensa práctica imaginera, destacando aspectos innovadores e interpretativos.

Sin más dilación, expongo que la obra escogida es el San Juan Evangelista que realizara Álvaro Abrines Fraile para la capilla privada de la familia Molina Soto de Brenes (Sevilla). Tal iconografía cuenta con la desventaja de la gran limitación de aporte original, por su naturaleza de formar pareja con la Virgen en procesión bajo palio o ser parte de un Calvario, plasmándose frecuentemente, en este último caso, como imagen de talla completa. No obstante, vemos características específicas y sellos muy personales.

 

 

La potencia plástica que se observa en la pieza es magnífica: la pose general, la expresividad de sus manos y, sobre todo, la grandiosa testa, son fiel reflejo de las características que valoro en mi elección. Lo sutil del giro de cintura, buscando con su gesto a la Virgen advocada del Socorro -ejecutada por Luis Sergio Torres Romero en el año 2006- y la atrevida curva que ostenta la cabeza, la cual inclina, crea un bello efecto de claroscuro.

La dureza de sus rasgos combina magistralmente con la suavidad propia del material utilizado, la terracota. En el plano expresivo, su rictus muestra la difícil dualidad de la tristeza y sumisión, también manifiesta en la mirada, fruncido el ceño y abultados ojos, muestra del sincero llanto de este discípulo amado. Similar intensidad puede comentarse de sus manos, éstas ejecutadas en madera, cuya gesticulación, lejos de todo carácter artificioso, brilla por su naturalidad y exquisita plasmación técnica.

Pese a su proporción -80 centímetros de altura-, esta escultura de San Juan Evangelista denota una maestría propia de las obras de tamaño natural. El hecho de combinar materiales -barro cocido y madera de cedro- es prueba fehaciente del dominio de materiales del escultor. La particularidad de ser imagen para vestir motiva mi admiración ya que es menor la superficie material en la que el autor puede plasmar sus inquietudes. De este modo, emplazo la obra de Álvaro Abrines como merecedora de mi valoración positiva en primer lugar.

 

 

Finalmente, me gustaría destacar la portentosa efigie del Cristo Despojado ejecutado por el escultor e imaginero ciezano Antonio Jesús Yuste Navarro para la localidad murciana de Cehegín, imagen de palpable creatividad y atrevida innovación en el plano iconográfico, que denota un claro dominio de la técnica, delicada anatomía y expresión contenida, logrando un aura de honda religiosidad.

 

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