XIV PREMIO DE LA HORNACINA. OPINIÓN DEL EXPERTO
Pedro Castellanos y Ricardo Kantowitz (30/03/2020)
ESCULTURA (por Pedro Castellanos) Quiero dar las gracias al portal "La Hornacina" por la oportunidad de poder dar mi humilde opinión sobre este reconocido premio. Desgraciadamente me baso solamente en fotografías, pues lo correcto sería ver la obra in situ. Tiene la ventaja de poder apreciar algunos detalles, que de la otra forma se pasarían por alto y, sobre todo, si estuviesen colocadas en hornacinas o retablos. He de reconocer que me ha sido muy difícil poder elegir solo una entre tantas obras de gran calidad. Es una profesión que admiro, por su creatividad y por mantener una tradición de siglos. Creo que es conveniente destacar que estas obras, dedicadas al culto público y privado, transmitan al espectador una emoción interior para recordarnos lo que realmente representan. Es lo que se conoce como "unción sagrada". De nada sirve una escultura muy buena si no transmite todos esos sentimientos. El Concilio de Trento del siglo XVI ya nos advertía:
Algunos expertos en imaginería suelen decir que ya está casi todo inventado y que es difícil superar la perfección de los maestros del Barroco. En parte es cierto, pero también hay que tener en cuenta que algunos de ellos solo realizaban la escultura "en blanco", es decir, sin policromar. Esta última labor era realizada por grandes pintores. Una mala policromía podría acabar con el resultado de una buena talla. En los últimos años hemos visto nuevos talentos en la imaginería española que realizan las dos labores a la perfección, fruto de una buena formación académica, esfuerzo y por qué no decirlo, un don de Dios. Algunos de estos artistas incluso trabajan para varios países, lo que demuestra que hoy es una profesión valorada fuera de nuestras fronteras. Sin duda, ayudados por las nuevas tecnologías como las redes sociales, un escaparate abierto al mundo las veinticuatro horas del día. Normalmente cuando hablamos con una persona cara a cara solemos poner nuestra mirada en los ojos del contrario. Quizá también en las obras sacras. Por eso creo que artísticamente se ha mejorado con respecto a otras épocas. Si bien los ojos de vidrio daban gran realismo, hasta el punto de sustituirlos en obras más antiguas (no voy a entrar a valorar si era ético modificar una obra original). Más tarde, el llamado ojo de "cascarón" (vidrio pintado por la cara interior), ya desde finales del siglo XVII, dio la oportunidad al escultor de proporcionar un toque personal y único; incluso que los dos fueran diferentes, pues el cuerpo humano no es completamente simétrico ni perfecto. Así lo vemos en las universales obras de la Esperanza Macarena o el Cachorro, por ejemplo. Algunas veces se puede atribuir con certeza una obra, o a su círculo, solo por la manera de realizar los ojos. Hoy en día esta técnica se sigue usando, como así lo hacía el recientemente fallecido Luis Álvarez Duarte, entre otros. En cambio, otros artistas siguen utilizando el recurso de policromarlos en la propia madera, evitando así tener que efectuar cortes (hacer la mascarilla), que con el tiempo produce grietas indeseadas por dilataciones. Hay muchos casos de obras antiguas cuyos ojos han perdido su adherencia y se caen hacia el interior de la mascarilla, teniendo que abrirla para rescatarlos. El hecho de policromarlos en la madera, permite al autor dar un realismo total en la forma del iris, con distintos tonos, la carúncula lagrimal, los brillos que producen el reflejo de la luz e incluso las venas. Igualmente el uso de un barniz protector de acabado brillante da un aspecto acuoso. Podemos poner ejemplos de imagineros actuales que logran un buen trabajo en este sentido como Manuel Martín Nieto, Rafael Martín Hernández, José María Ruiz Montes, Francisco Romero Zafra, etcétera. |
La pieza que he elegido ha sido el conjunto de Nuestra Señora del Carmen y Benditas Ánimas del Purgatorio, obra en parte del imaginero alicantino Ramón Cuenca Santo para la parroquia de la Purísima Concepción de la ciudad de Huelva. Para mí representa esa antigua labor gremial en la que trabajaban los artistas en distintos campos, pues Ramón Cuenca ha contado con el auxilio de otros grandes profesionales. En las policromías han colaborado los murcianos Andrés Carrasco Pérez, pintor, y Santiago Rodríguez López, licenciado en Bellas Artes y restaurador. El dorado de los paños, alas de los ángeles y plateado de la nube son obra del tallista y dorador Manuel Ángel Lorente Montoya. La talla y dorado de la peana sobre la que se asienta todo el conjunto ha corrido a cargo de Santiago Rodríguez López, quien igualmente ha realizado el boceto de las coronas de la Virgen y el Niño Jesús, ambas de "imperiales". La de la Virgen está rodeada de una ráfaga alternada por estrellas y rematada por la paloma del Espíritu Santo y, bajo ella, el símbolo del Ave María. Están realizadas en plata en su color, con algunos elementos sobredorados, realizadas por el orfebre sevillano José Manuel Bernet Cabeza. El mismo artífice ha realizado el resto de elementos de orfebrería, bajo diseño del también artista sevillano Sergio Cornejo Ortiz. Desconozco la procedencia de los bordados, encajes, manto y toca de la Virgen que terminan dando un resultado muy elegante. Bendecida el 24 de febrero de 2019, está realizada en madera de cedro, plateada, estofada y policromada al óleo. Con 3,25 metros de altura es el trabajo de mayor envergadura de Ramón Cuenca hasta el momento. El rostro de la Virgen muestra una mirada perdida y de dolor contenido, en el que quizá el autor ha querido mostrar su sufrimiento interno por esas almas. El rostro del Niño Jesús parece algo más alegre, sabiendo de esa gloria eterna que les espera tras su purificación. Tal vez el tamaño de su ombligo sea excesivamente grande. Todas las imágenes destacan por sus buenas policromías en tonos pastel y de acabado semimate. El peleteado a punta de pincel de los cabellos y cejas de todas las figuras (y barba de los dos varones) es muy realista, junto con las pestañas superiores de pelo natural. También me ha llamado la atención el detallado trabajo de la musculatura de las dos almas purgantes masculinas. En estas tres figuras, quizá, se podría mejorar el tallado de las orejas, sobre todo en la figura del fraile. Es una parte complicada de la anatomía humana por su morfología. Me ha parecido curioso el detalle del ángel que clava una lanza en la lengua de la serpiente. En resumen, me resulta un conjunto bastante armonioso a pesar de su gran tamaño. Con un paso no menos suntuoso, salió en procesión con gran expectación por las calles de la capital onubense en julio del pasado año, acompañada por representaciones de varias hermandades. Asimismo, junto a la obra elegida, he querido destacar siete piezas o conjuntos interesantes:
El bello Crucificado del Perdón para Puertollano (Ciudad Real), obra del malagueño José María Ruiz Montes. Era difícil superar su magnífico Cristo de la Misericordia de Málaga. Cabe destacar la belleza de su mirada, que me parece sublime, aunque será difícil de contemplar a ras de suelo.
El conjunto de Nuestra Señora de la Aurora, de los murcianos Juan y Sebastián Martínez Cava para Lorca (Murcia). Inspirada en las obras del genial Salzillo, muestra un minucioso trabajo de talla, dorado y estofado que me recuerda a la escuela italiana y al magnífico escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona.
El conjunto de La Condena, del escultor de Morón de la Frontera (Sevilla), Manuel Martín Nieto para Zaragoza. De un trabajo anatómico muy bueno, de él destaco sus fantásticas policromías, pátinas (Claudia Prócula creo lleva demasiada), estofados y gran expresividad de las figuras secundarias.
El Cristo de la Caridad del futuro misterio de la Santa Cruz para Camas (Sevilla), del sevillano José Antonio Navarro Arteaga. Destaca el buen trabajo anatómico, de los cabellos y paño de pureza.
La talla de Nuestra Señora del Socorro para Andújar (Jaén). Gran trabajo el de la sevillana Lourdes Hernández Peña, que ha conseguido recuperar con gran acierto una obra perdida en la Guerra Civil.
El Nazareno de Antonio Luis Troya Medina, natural de Dos Hermanas (Sevilla), sin encargo previo. Una cabeza muy bien modelada que me recuerda al Gran Poder de Juan de Mesa. Me resulta interesante la corona de espinas entrelazada en los cabellos. Le veo un futuro prometedor.
El Niño Dios de Juan Manuel Parra Hernández, natural de Rociana del Condado (Huelva), para Bonares (Huelva). De inspiración montañesina, destaca su expresivo rostro, buena policromía y anatomía. |
PINTURA (por Ricardo Kantowitz) Venida de la Virgen a Almonte nos presenta una obra de gran calidad por parte de su autor Fernando Vaquero, que se nota que está experimentado en cartelería y del que se desprende una gran inquietud en sus pinturas. Una obra que resalta la gran destreza de Vaquero a la hora de realizar diversas temáticas relacionadas con el mundo cofrade y religioso en general y que aporta gran sentimiento y atmósfera a un cuadro de base fotográfica, visible sobre todo en el contraluz que inunda la escena. El efecto que da sobre la luz, sobre la explanada llena de gente, y esa atmósfera del atardecer de Almonte (Huelva) son muy atractivos. A pesar de unas letras tan publicitarias y tan marcadas, el cartel que anuncia la Venida de la Virgen a Almonte es una muy buena obra en la que vemos un uso muy acertado de la luz y sus contrastes como ya vimos en el cartel para el Corpus Christi 2016 de Sevilla, también muy audaz y de muy buena ejecución. Todo ello demuestra una evolución y una inquietud en la manera de crear y eso hay que reconocerlo y animarlo. Una evolución que se ha manifestado últimamente en otras dos obras de gran brillantez, el cartel de las Fiestas de Primavera de Sevilla 2020, muy hermoso, que recuerda mucho a Sorolla, y el cartel de la Semana Santa de Córdoba 2020, donde se puede ver el gusto barroco que tanto influenciarán a Julio Romero de Torres, que con su obra la "Saeta" marca la estructura compositiva de la obra. La composición de esta última obra para esa grande fiesta que es la Semana Santa de Córdoba es también muy apreciable. Fernando Vaquero rinde un homenaje al gran pintor cordobés Romero de Torres y nos muestra fragmentos de varias de sus obras en una adaptación muy equilibrada que acentúa los contrastes del claroscuro con los matices colorístico de los planos, ampliando una corriente de la pintura nocturna tantas veces recurrida por Romero de Torres. La expresión pictórica central del cuadro está definida por la luz que brota del rostro y del velo blanco de la Virgen de las Tristezas en contraste con su vestimenta de luto y con la rica corona dorada. Esta luz descubre en la oscuridad de la noche las caras alumbradas desde abajo modelando sus expresiones y los fragmentos de sus típicos trajes enciende con un brillo caluroso donde todo se transforma en una atmósfera elegante, pero a la vez con cierto dramatismo, que comparten un mismo espacio construyendo una imagen simbólica como un merecido homenaje al maestro y a la Semana Santa de Córdoba.
Esta es mi elección y comentario desde mi criterio profesional pero quiero destacar también la obra de José Luis Castrillo y su pincelada muy expresionista, suelta y fluida que muestra gran atrevimiento como vemos en el pequeño cuadro de la expresiva Virgen de la Esperanza Macarena, la gran Madre de Sevilla en primer plano. Una audacia la de Castrillo, artista de mucha experiencia y mucho más atrevido que otros más jóvenes de hoy día, que consigue transformar una talla devocional en una pintura novedosa. |
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