ANTONIO JOSÉ MARTÍNEZ RODRÍGUEZ RECIBE EL VI PREMIO LA HORNACINA

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

¿Satisfecho con la obra premiada?

Sí, sí. Yo creo que es la primera vez que estoy contento al 99 % con un trabajo.

No cabe duda que la acogida fue muy buena.

Es evidente. Además, la imagen de la Virgen ya tenía una propaganda tremenda antes de su llegada. La acogida fue en verdad apoteósica.

Buena acogida tanto en León como fuera de León.

Sí, lo que pasa es que es distinto sentirla prácticamente a través de la página o de los correos electrónicos que sentir el calor de la gente de León en directo y ver la forma en que la gente se relacionaba allí con la imagen. Esa acogida en León ha sido mi mejor experiencia en cuanto a satisfacción por un trabajo realizado.

¿Cómo surgió el encargo?

Realmente la imagen se hizo para la exposición Mater Lacrimosa del bar Puerta Oscura de Málaga. Y fue a raíz de su publicación en La Hornacina cuando la cofradía se interesó por ella y se puso en contacto conmigo.

¿Has recibido muchas felicitaciones por este premio?

Sí, bastantes. En realidad, más que felicitaciones he recibido comentarios de gente conmovida, sobre todo comentarios muy devotos que hablaban de la Madre de Dios, como si la imaginería hubiera sido solo un mero trámite. Mucha gente también me ha dicho que ha sido raro que este premio se diera fuera de Andalucía.

Este es el primer premio que recibes. Quizás también sea el primero de los premios otorgados que menos disparidad de opiniones haya reunido. De manera casi unánime, la opinión ha sido positiva.

Sí, es el primer premio que recibo. En cuanto a esa unanimidad, resulta curioso ya que es una obra que estuve a punto de no mandar a esa exposición por esos jaleos mentales que a veces tenemos los imagineros entre nuestras cuatro paredes sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que consigues y lo que no consigues. Ha sido una auténtica sorpresa la gran aceptación que ha tenido la obra y lo que ha transmitido a la gente.

La obra se presentó directamente en León. No tuvo presentación previa en Madrid.

No, directamente en León. Se le hizo un reportaje fotográfico con miembros de su cofradía en la Real Capilla de San Ginés, en Madrid, pero la imagen se presentó oficialmente allí.

 

 

 

Recientemente has participado en un simposio de imaginería en México organizado por la UNAM, evento que fue presentado en España a través de La Hornacina, ¿qué tal ha sido la experiencia?

Muy bien. En España a los imagineros se nos trata con gran desconocimiento, y a veces nos sentimos un poco denostados por las cabezas del arte contemporáneo, ya que nuestro arte tiene un principio y un fin y no se nos permiten las libertades que tienen los artistas contemporáneos. Esto supone un grandísimo esfuerzo y muchas veces te sientes un poco despreciado, ya que tus clientes te exigen mucho más de lo que exigen a cualquier otro artista. Entonces para mí el mero hecho de hablar de lo nuestro me ha parecido un paso importante. Ver además en México el interés que profesores, doctores e investigadores tienen en la imaginería, más aún a través de la figura de un imaginero vivo, te permite constatar la falta de interés que hay en tu país. Sin embargo, creo que va por buen camino algo que empezó hace tiempo: volver a poner la imaginería en su sitio.

¿Crees que si se permitieran esas libertades que dices no tener distorsionarían el mensaje de tu obra?

Totalmente, de hecho es algo que vemos actualmente. Personalmente, a partir del último concilio creo que vamos de mal en peor. El listón se está rebajando cada vez más. No se trata de que la imaginería se abra al mundo; al contrario, es la persona la que se tiene que acostumbrar al lenguaje de la imaginería y ese lenguaje, que es para lo que está hecha, está hoy claramente en desventaja.

¿Se han hecho obras que han desvirtuado ese mensaje?

Desde luego. Y hay algunas tendencias totalmente inquietantes que no apuntan nada bueno. La imaginería es para lo que es, y no hay más. Es para encontrarte con lo sobrenatural, para tener contacto con la fe. Si te sales de eso, es otra cosa; podrá ser mejor o peor, pero ya no es imaginería. La imaginería es algo que está al servicio de la fe, al menos yo lo entiendo así. El mejor ejemplo es lo que os contaba sobre la presentación de la Virgen de Gracia en León, ya que fue un encuentro en el que el autor de la obra, e incluso la propia cofradía, sobrábamos. Poder contemplar allí las caras y escuchar los comentarios de la gente acerca de sus sentimientos ante la imagen de la Virgen fue como ver nítidamente por primera vez la finalidad de este trabajo.

¿Prima entonces según tú demasiado protagonismo del imaginero por encima de la propia imagen?

Se dan casos, sí. Debemos reconocer que hay una gran parte de vanidad y que está bien que se encarguen obras a los imagineros por la buena fama que tienen, pero eso no debe llevar a encargos solamente por el nombre y los apellidos de un autor. Yo lo que constato por encima de todo es que hay una falta grande de Dios en la imaginería. No se puede generalizar, pero muchos imagineros carecen de conocimientos y sobre todo de experiencia. La imaginería se basa en las emociones, algo que es mucho más importante de lo que pensamos. Como bien dice Eduard Punset, muchas de nuestras grandes decisiones se basan más en emociones que en el razonamiento, y la imaginería básicamente es eso. Si tú no tienes una emoción religiosa puedes repetir un canon artístico conocido que sabes va a funcionar, pero aunque sea difícil creo que el imaginero debe tener el espíritu lleno. Está claro que es algo que no se puede conseguir siempre, pero hay que tender hacia eso.

Bueno, pero una persona sin creencias religiosas también se puede conmover ante una obra de imaginería.

Por supuesto que sí, y además no solamente ante una obra religiosa. Yo creo, como dice Benedicto XVI, que el camino de belleza es ya un camino a Dios, que la belleza conmueve por sí misma.

 

 

Volviendo al simposio de imaginería en México, creemos que jugabas un poco con ventaja, porque estar ante un público que no había tenido hasta entonces la oportunidad de charlar con un imaginero en activo es siempre una experiencia más estimulante que en España, donde es algo bastante frecuente.

Pues yo pienso que en España hubiera sido algo parecido porque, por un lado, yo hablé sinceramente con el corazón y eso hoy día es algo muy infrecuente en cualquier sitio, y por otro lado ya quisiéramos aquí tener la investigación sobre imaginería que en México se está haciendo acerca de la imaginería colonial. Me quede muy sorprendido del nivel que había allí en todos los campos relativos al estudio y conocimiento de la imaginería, por eso mismo no era gente la de México fácil de conmover.

Hablábamos antes de la casi unánime opinión positiva acerca de tu premio, pero la verdad es que esa opinión se puede aplicar a gran parte de tu trabajo.

Ahí no te puedo responder, la verdad. Personalmente me veo con las carencias de un imaginero del tiempo en el que vive. Arrastramos falta de academia y probablemente, a pesar de lo dicho, nos sobren emociones y nos falte formación. Yo lo que realmente siento es que cuanto más me expongo al público, peor trabajo. Tantos elogios me desconciertan más que me ayudan, prefiero estar recluido en mi trabajo.

En 2008, dentro de la "Opinión del Experto" en la tercera edición del premio, el catedrático Alfonso Pleguezuelo calificó al Varón de Dolores de Jumilla (Murcia) como la mejor obra dentro de las presentadas en el portal.

Esa obra supuso un reto grandísimo, ya que era, creo recordar, la primera o segunda talla completa que hacía a tamaño natural. La anatomía del cuerpo humano es muy difícil, sobre todo en mi caso ya que nunca reproduzco literalmente un modelo, sino que tomo cosas del natural y las mezclo con otras de mi invención. La valoración de Alfonso Pleguezuelo fue no solo como la confirmación de que iba por buen camino a la hora de construir una imagen, sino también la corroboración de que mi obra es para minorías. Aunque luego el gusto parece que se extiende, al principio mis creaciones solo gustan a una minoría. Pleguezuelo además definió muy bien mi trabajo, que es una combinación de estilos de todos los sitios en los que he vivido.

¿Fueron difíciles los comienzos al llegar a Madrid?

Bastante complicados porque vine a buscarme la vida como cualquiera que no encuentra trabajo en su pueblo, y aunque mis inclinaciones artísticas estaban ahí, por entonces todavía no tenía claro lo que iba a hacer.

¿Crees que si hubieras permanecido en Beas de Segura serías imaginero?

Creo que no. A lo mejor hubiera hecho algo relacionado con el arte, pero no imaginería.

¿Cuáles fueron tus primeros encargos en Madrid?

Como todos los imagineros jóvenes, empecé haciendo obras pequeñitas para las devociones particulares que injustamente se critican tanto. Gracias a ellas, casi todas virgencitas, me pagué el alquiler y el sustento. Así comenzó todo. Luego los santos fueron creciendo de tamaño y yo me fui desarrollando. Tuve la oportunidad de bajar a Sevilla un par de años al taller de Emilio López Olmedo, lo que fue fundamental en mi carrera ya que me ofreció la oportunidad de tomar contacto con un taller vivo. Le agradezco muchísimo a Emilio que me recibiera porque fue un paso decisivo para que yo me volcara de lleno en este trabajo.

 

 

 

Muchos son lo que se extrañan, sobre todo andaluces, de que no te quedaras en Sevilla.

Ante todo quiero dejar claro que mi experiencia en Sevilla fue maravillosa y muy satisfactoria. Tengo un recuerdo buenísimo. Pero tal vez por mi carácter o por lo que sentía que quería hacer, allí sentía una presión grande. No es que no me identificase con aquello, solo que yo necesitaba un poquito más de libertad.

¿Qué has encontrado en Madrid que no has encontrado en otro lugar? ¿Esa libertad de la que hablas?

Sí. Madrid me aporta también mucho anonimato. A pesar de la gente de mi provincia que me rodea, no recibo ni presiones ni recibo siempre los mismos pareceres ya que por mi taller pasa gente muy dispar. Por ejemplo, pasan gente que ven la imaginería con unos ojos muy limpios, que solo conocen lo que tú haces, de ahí que recibas miradas muy frescas y limpias que no te condicionan en absoluto y eso me gusta mucho. Además, en Madrid, pese a Internet y la globalización, te cruzas con todas las tendencias de lo que se hace en España y se habla de todo: de lo que se hace en el norte, de lo que se hace en el sur...

¿Y ese afán por el anonimato no te lo aportó también Emilio López Olmedo?

Emilio lo que hizo fue abrirme los ojos, me hizo mirar al pasado y darme cuenta de lo que se había hecho antes. No mirar al pasado vagamente para copiar burdamente cosas, como hacen muchos artistas de hoy en día, sino mirarlo con respeto y, sobre todo, mirar la escultura de otra manera, sin los clichés que tanto se dan en las cofradías y hermandades. También le agradezco muchísimo su decidida orientación, algo que creo no se enseña hoy en las facultades de bellas artes. Dudo que los imagineros encuentren en ellas los mismos profesores que algunos tuvimos la suerte de encontrar en los talleres.

¿Cuál fue tu primera obra de culto público en Madrid?

La Virgen de los Dolores que está en la parroquia de San Nicolás, en la calle Atocha.

Tienes obras en templos muy importantes, como el citado de San Nicolás o el convento de las Plácidas, donde se conservan tallas de maestros como Gregorio Fernández o Manuel Pereira. ¿Impone tenerlos a tu lado?

Mucho, recuerdo especialmente el caso de mi Cristo Yacente para las Plácidas, que está casi al lado de uno labrado por Gregorio Fernández. Imagínate si eso impone. Yo soy una persona con muchos reparos a la hora de compararme con los grandes antiguos porque pienso que hay mucha distancia.

No creemos que se trate tanto de comparar como de estar a la altura o, al menos, de armonizar con un conjunto sacro lleno de piezas clásicas. En el caso precisamente del Yacente, la gente dice que lo has conseguido.

Muchas veces estas cosas me confirman que mis inquietudes no iban muy desencaminadas y te afianzan en el camino que sigues. Yo tengo muy claro qué es lo que quiero conseguir, por lo menos a qué nivel quiero acercarme. Y no hay que irse tampoco muy lejos para ello, te puedes ir al XIX, por ejemplo, con Benlliure.

 

 

Al igual que la mencionada Virgen de los Dolores, la Virgen de Aguas Santas para Sevilla se ha hecho muy popular en solo unos años hasta el punto de hablar de la gran devoción de su iglesia.

No sé en qué reside el secreto, probablemente sea el sentimiento devocional que siempre quiero proponerle a la obra. Es en parte lo que he dicho antes: cuando hablas con el corazón, o te esfuerzas en hablar con el corazón, y además llegas a la parte más interesante de la imagen, que es la fe y la emoción, puedes conseguir, aunque solo sea un poquito, ese pellizco que llega a la gente. Y que conste que yo soy el primer sorprendido, pues soy bastante duro conmigo mismo y con mi trabajo, con el que nunca me quedo a gusto al 100 %. En el caso de la Dolorosa de Aguas Santas, el encargo surgió por un devoto de la patrona de Villaverde del Río (Sevilla) que me dio total libertad para materializar una idea relacionada con el Siglo de Oro que ya tenía en mi cabeza.

Hablas de sentimiento devocional, ¿eres de los que piensan que su vacío está ligado a cierta deshumanización?

Por supuesto que sí. Si uno no tiene esa experiencia en este oficio, no puede transmitir. Es lo que más o menos comentaba antes, que los imagineros de hoy en día somos fieles hijos de nuestra época. Como en épocas anteriores, reflejamos lo que se vive, lo que se piensa y lo que se hace. Luchar contra eso es ir un poco a contracorriente, aunque luego tienes satisfacciones como las que tuve con la presentación de la Virgen de León. Son momentos en los que ves que la gente, si bien no lo reconoce, sigue necesitando exactamente la misma emoción, la misma visión y la misma esperanza en lo que ellos creen.

Y entonces, ¿todos somos culpables de ese vacío?

Sí, empezando por los creadores mismos ya que en la imaginería de ahora veo mucha falta de unción hasta el punto de estar algunas obras tan descontextualizadas que uno ya no sabe si son para el Carnaval de Río o para un templo. Incluso te diría que mucha culpa la tiene también la propia Iglesia.

¿Y por qué esa culpa?

No lo sé, es algo así como negarse a la evidencia. En la imaginería no todo vale, no es arte moderno en el que todo es expresión. La imaginería tiene una "A" y tiene una "Z", un principio y un fin que debe respetarse y una misión sobre la que hay mucha ignorancia. Se hacen muchas cosas que están fuera de lugar, al menos del lugar en el que debe estar la imaginería. Lo que tengo más claro es que, en el arte en general, debemos salir de esta cosa soez tan imperante, del feísmo que está tan de moda. Para eso no hay que dar ninguna vuelta atrás, solo volver a la esencia y, por supuesto, romper con el "todo vale". Yo creo que ya hemos tenido bastante con una revolución imaginera bastante vulgar cuyo camino, en realidad, no sabemos bien a dónde conduce.

¿Cuáles crees que son los motivos de ese "feísmo" que, según tú, ha surgido en el arte sacro?

Quizás porque, en un momento dado, alguien dio un paso que no debió de dar y todos hemos ido detrás como borregos. No sé los motivos, solo que no quiero participar en ello. Lo cierto es que cuando haces algo hermoso la gente lo disfruta. Con la Virgen de Gracia, por ejemplo, la gente de León disfrutó en grado máximo y no deja de ser lo mismo de siempre, algo hecho con las mismas reglas y bajo las mismas tradiciones.

En tu tierra natal, cuna de grandes artistas, ha surgido desde hace unos años una nueva generación de imagineros. Parece que se vive algo así como una regresión, no sabemos si por influencia o genes.

Sí, claro, la genética ha seguido allí y, de vez en cuando, nace aleatoriamente una generación espontánea. En mi caso fue sorprendente descubrir antepasados que, aunque más dedicados a la ebanistería, algunas veces hacían tallas. Al parecer la genética es más importante de lo que creemos.

 

 

 

¿Tú piensas que el gran artista es el que afirma sinceramente tener siempre algo que aprender y el que nunca se queda lo suficientemente lleno con lo que hace?

Yo no sé si eso es o no un gran artista. A mí desde luego es lo que me pasa y te puedo asegurar que es una cruz muy grande. El perfeccionismo es enfermizo, poco menos que una condena. Es algo muy importante, porque es lo que te hace progresar, pero el exceso de perfeccionismo a veces no te lleva a ningún lado. Te puede llevar incluso a estropear una buena obra.

Los gustos del público también son muy aleatorios. A veces le pones entusiasmo extremo a algo que finalmente se recibe con frialdad, mientras haces cosas que te parecen más triviales y tienen una acogida clamorosa.

Sí, me ocurre. Tienes que tener en cuenta que el ser humano es muy imprevisible. Lo que casi nunca falla es lo que ya he dicho varias veces: hacer las cosas con el corazón, eso siempre tiene algo atrayente para la gente, aunque haya alguien a quien fastidie.

¿Y qué obra de imaginería ha conseguido llegarte, como espectador, al corazón?

Muchísimas. Hay distintas reacciones: está la obra que te impacta por la belleza de su modelado y de su policromía, como el sublime Ecce Homo de las Descalzas Reales de Madrid, obra de Pedro de Mena, y luego está la obra que te produce una emoción religiosa fuerte, que no tiene por qué coincidir con lo anterior, caso de la Magdalena Penitente del Museo de Valladolid, también de Pedro de Mena. Esta obra me impresionó por su sentimiento religioso tan hondo y tan real, algo que por otro lado es muy español. Algo parecido me sucedió con el Varón de Dolores de Serradilla (Cáceres), también muy conmovedor.

Además de la imaginería, ¿cuáles son las otras ramas del arte que más llaman tu atención?

La pintura muchísimo, también la escultura volumétrica de artistas como Richard Estes. Me fascinan las enormes obras laberínticas de este autor.

En una ocasión calificamos tu obra de transgresora, algo con lo que no estuviste muy de acuerdo.

No, porque para mí lo que se representa ahora es exactamente lo mismo, la necesidad que se representa es exactamente la misma. Realmente lo que aportamos es nuestra visión del tiempo actual, es imposible hacer lo mismo que han hecho los anteriores. Podremos darle un toque distinto, pero la necesidad ha sido, es y seguirá siendo la misma. Por eso no la considero transgresora, si acaso otra mirada sobre la misma cosa.

España es el país de las etiquetas en todo y para todo. ¿Te sientes artísticamente etiquetado?

Hay gente a la que sí puedes etiquetar, pero hay otros que son totalmente contradictorios; aun haciendo solamente lo mismo, su pensamiento es muy variable y no se prestan a etiquetas. Es verdad que tendemos a etiquetar, pero yo creo que lo importante es despistar al personal para evitarlo. A mí me gusta desconcertar porque lo previsible es muy triste. Aunque también haga uno siempre algo similar, el punto de partida debe ser algo fresco, y si puede ser distinto pues mucho mejor. Hay que huir de los clones.

¿Sabes llevarte al cliente a tu terreno?

Talento para la gente reconozco que tengo bastante poco, siempre me he considerado un bicho un poco raro. También es cierto que la gente viene a mí porque les gusta lo que hago, por tanto no he tenido que maniobrar mucho salvo para luchar contra ciertos topicazos del sur, pero hablamos de excepciones. La gente acude a mí sabiendo que va a encontrar obras, entre comillas, distintas, por tanto esa lucha ha sido mínima.

Para terminar, Antonio, además de darte nuestra más sincera enhorabuena por este galardón, nos gustaría que le contaras al público, que es el que te lo ha dado, tus nuevos proyectos.

Actualmente estoy terminando una imagen de Jesús de la Entrada Triunfal en Jerusalén (La Borriquita) para Motril (Granada), un Santo Tomás de Villanueva y un Niño Jesús. Me gustaría mucho hacer escultura que no fuera de encargo, de hecho tengo modelado un boceto que es una variación del modelo de la sevillana Virgen de Aguas Santas con San Juan y la Magdalena ofreciéndole consuelo.

 

 

Nota de La Hornacina: Fotografías de Juan José Casenave Clemente. Nuevamente damos las gracias a todos los internautas
que, con su participación, han hecho posible la concesión de este premio.

 

 

 

 

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