LUIS MOLANO MÉRIDA

Jesús Abades (16/03/2025)


 

"No me importa que me vean o no como una sombra de Luis Álvarez Duarte, soy muy feliz ahora"

 

 

De entrada, tengo que decir que el hecho de que esta entrevista se haga en Villa Guadalupe me trae de por sí muchos recuerdos. Si a eso le sumas que hacía años que no venía, cuando Luis Álvarez Duarte todavía estaba vivo, resulta un encuentro muy emotivo. ¿Qué te ha llevado a permanecer en ella?

Es muy sencillo, me hacía falta una casa para comprarla con mi mujer y un estudio en el que trabajar. Vimos que la familia de mi maestro estaba vendiendo la suya. Mi mujer vino a conocerla y le gustó, y a mí me gustó desde siempre. Entonces blanco y en botella. Qué mejor fin para esta casa que seguir dándole la vida con la que fue creada, con la intención con la que fue creada. Mi maestro la creó para hacer un templo de la imaginería, un santuario de la imaginería. Y humildemente, salvando las distancias con mi maestro, deseaba volverle a dar ese fin y, de paso, homenajearle de alguna forma. ¿Cómo? Recuperando su espacio de trabajo para seguir desarrollándome yo como artista.

Una casa que, además, era como tu segunda vivienda desde hace mucho tiempo.

Yo llegué aquí con 16 años, y a día de hoy tengo 33, por lo tanto llevo más de la mitad de mi vida en esta casa. Al principio no venía todos los días, ni siquiera todos los meses, pero los últimos tres años y medio prácticamente estaba aquí a diario. Venía por la mañana, me quedaba a comer, seguíamos trabajando, le ayudaba a regar antes de irme... Salvo quedarme a dormir, que siempre lo hacía en mi antigua casa del barrio de San Bernardo, me quedaba prácticamente todo el día. Donde mismo estamos sentados, en la terraza, he comido muchas veces con mi maestro. Y que ahora todo este espacio sea mío es como una continuidad, como cuando uno hereda la casa de su padre.

Un lugar en que se han vivido momentos de todo tipo, unos felices y otros no tanto, donde se han pasado muchos nervios y se ha derramado alguna que otra lágrima.

Todo lo que venga relacionado con la creación artística, la imaginería en nuestro caso, conlleva momentos de felicidad, frustración, alegría, desengaño y tristeza. Tristeza, por ejemplo, cuando se iba a su destino una imagen muy querida que llevaba aquí mucho tiempo, y a la misma vez alegría porque se iba a un sitio donde se le iba a rendir devoción. Todo eso y mucho más se ha vivido aquí. Y por otro lado muchos momentos personales vividos para bien y para mal, y que me los voy a reservar por respeto al maestro. Aquí también ha venido gente de muchísimos sitios y de culturas muy diferentes. En ese aspecto esto, como yo digo, ha sido el segundo teatro de Jesús Quintero. Por aquí han pasado, por decir solo algunos nombres, Camarón de la Isla, Curro Romero, la Duquesa de Alba, Aurora Vargas, Terenci Moix, Antonio Gala y el propio Jesús Quintero. En este mismo jardín han estado bebiendo y comiendo con mi maestro. Toda la energía de esas personas, muy fuerte por haber vivido y viajado mucho y por su gran cultura, se ha quedado aquí, lo que ha convertido este espacio en un lugar mágico. Mucha gente al venir, nota esa energía tan especial, además de paz y tranquilidad.

¿Y cuál ha sido para ti el momento más mágico?

Cada vez que el maestro me dejaba trabajar en una de sus obras. Para mí era una responsabilidad enorme, pero a la vez un deseo hecho realidad. Ten en cuenta que muchos compañeros tienen como ídolos a artistas que hace mucho no están entre nosotros, como Velázquez o Montañés; pero como mi ídolo era Luis Álvarez Duarte, el solo hecho de haber estado en su casa y trabajado en su obra, es un sueño que muy pocos ven cumplido. Aunque sean creaciones del maestro que llevan su firma, el haber colaborado y trabajado en ellas es un orgullo muy grande.

¿De dónde te viene esa idolatría a tu maestro?

No lo sé a ciencia cierta. Siempre me llamó la atención su obra, al principio sobre todo el Cristo de la Sed por su cercanía con San Bernardo. Era una imagen que me impactaba mucho y que nunca podía ver en la calle, al salir yo también en Semana Santa el Miércoles Santo con mi Hermandad de San Bernardo. De niño, cuando leía el nombre de Álvarez Duarte en la biblioteca familiar, no sabía si era un escultor contemporáneo o del XVII. Fue con "Divina madera", la película sobre el maestro, cuando empecé a indagar sobre su trabajo. Esa cinta ha levantado a dos o tres generaciones de imagineros. A mí desde entonces me cautivó la imaginería y la obra de Álvarez Duarte en particular. A través de Internet también empecé a conocer sus imágenes, y cada obra que veía más me gustaba. Hasta que pude conocerlo.

¿Y cómo se produjo ese encuentro?

Gracias a mis padres, que sabían de mi pasión por Álvarez Duarte, y a una compañera de trabajo de mi madre, que es enfermera, y que vive aquí atrás, muy cerca. Esa vecina fue quien lo llamó y le habló de mi interés en conocerlo. Casualmente Luis cogió el teléfono, algo que no solía hacer, y aunque en principio no estaba muy convencido, finalmente accedió a verme. Llegué a su casa una semana después, con 16 años como te decía y más nervioso que un flan, como el niño al que le apasiona el fútbol y va a conocer a Messi a su casa. Yo le traje todas las cositas que tenía hechas. Me dijo que no valían para nada, pero que él me iba a enseñar cómo se hacía lo que a mí me gustaba tanto. Y así fue.

 

 
     
     
Cristo del Perdón
 
San Juan Evangelista

 

Una relación que, al principio, fue la típica de un discípulo formándose en el estudio de su maestro y que, con el paso de los años, se hizo mucho más personal, quizás porque viera en un chaval tan ilusionado como tú al hijo que nunca tuvo y al que podía transmitirle su legado.

Al principio ni la de un discípulo, sino la de un chaval que estaba en la Escuela de Arte y que, de vez en cuando, le llamaba por teléfono para traerle en persona los trabajos que yo iba haciendo. Él me los corregía y me prestaba modelos en escayola para que yo los llevase al barro en casa e igualmente me los corrigiese. Llámalo alumno si quieres, pero discípulo no. En discípulo me convertí cuando pasé a formar parte del taller, y a trabajar no en mi obra sino en la suya. Cuando me dejó las llaves del estudio, por si tenía que salir a cualquier sitio, y debía quedarme yo con la responsabilidad del taller. De hecho, no le gustaba mucho decir que tenía discípulos, y en eso fue muy selectivo. Aunque por aquí pasaron otros muchos, a los cuales admiro, al final se terminó quedando solo con Ventura Gómez y conmigo, dicho por él.

Y más cercanos aún fueron los tres últimos.

Sí, los tres últimos años y medio, desde que termino la facultad hasta que, por desgracia, mi maestro falleció.

Y a la hora de adquirir su casa, sientes que saldas una deuda con Álvarez Duarte por la formación y el afecto recibidos, pues aunque no va a convertirse en el museo a su memoria que estaba previsto, va a seguir teniendo continuidad como espacio activo de creación de obras de imaginería.

Yo siento que él se sentiría orgulloso o feliz de que al final esto terminase siendo mío. No es una deuda pendiente con mi maestro, sino una muestra de cariño hacia él muy grande.

Evidentemente, has aprendido con Luis y su plástica siempre formará parte de tu arte, aunque solo sea a nivel técnico, pero habrá quien piense que el adquirir todo este legado te deje un poco siempre a la sombra de tu maestro, sin quizás poder con el tiempo desplegar una creatividad más personal e independiente.

Lo que piensen los demás nunca me ha importado. Respecto a mi estilo, es verdad que, por el momento, es similar a mi maestro porque fueron muchos años a su lado y uno termina pareciéndose a su padre, y Luis fue mi padre artístico. Pero que me vean o no como una sombra suya no me importa mientras yo sea feliz, y gracias a Dios soy muy feliz ahora.

Aparte del riesgo que has asumido, ¿cómo definirías la etapa que estás viviendo actualmente?

Como una etapa inicial, porque empecé como autónomo hace solo cinco años y medio. Lo que pasa es que he llegado aquí más bien pronto, pero no dejo de hacer lo mismo que estaba haciendo en mi estudio de San Bernardo. Es verdad que ahora ya se han presentado mis primeras obras de envergadura: el Cristo del Perdón de Guadix, el San Juan Evangelista de Jaén o la Divina Pastora de Martos, pero realmente yo estoy en una etapa inicial de aprendizaje. Un aprendizaje que, por desgracia, estoy teniendo que terminar sin la presencia física del maestro. A diferencia de otros alumnos suyos, que siempre tuvieron el consejo del maestro detrás mientras estuvieron a su lado, yo ya no lo tengo. Pero vivo en una etapa inicial muy feliz porque estoy como un niño pequeño con juguetes nuevos.

Porque esas grandes obras las haces ya sin Luis, ¿verdad?

Sí, yo no hice ninguna obra en vida del maestro. Al menos, obra mía personal, a gran nivel como las que te he dicho, ninguna en vida de Luis. Todas las he hecho después. Y encima con la pandemia de por medio, algo que al principio fue muy duro porque se quedaron parados todos los proyectos.

 

 

Aunque tu trayectoria sea tan corta, no se puede decir que no haya sido intensa: has cultivado muchas iconografías, has trabajado mucho, sobre todo para clientes particulares, y como has dicho, te has convertido en un artista autónomo. ¿Cuándo crees que adquieres esa autonomía a nivel artístico?

Sobre todo con el Cristo del Perdón de Guadix, porque el Cautivo era una obra que iba a hacer mi maestro y terminé realizando yo, lo mismo el San Juan para una hermandad de Jaén que tiene una Dolorosa del maestro, y aunque la Divina Pastora fue obra mía, es también para una hermandad, de Martos en este caso, que tiene otra Dolorosa del maestro. Sin embargo, el Despojado del Perdón no tenía ninguna vinculación con el maestro. Es una obra con la que me dieron total libertad de creación, y además para un grupo joven que no es una hermandad, sino una agrupación musical que lo ha acogido como si hubiese estado siempre con ellos. Las anteriores circunstancias y el hecho de verlo en Guadix rodeado de los chavales de la banda que lo han encargado y que le han compuesto expresamente una marcha, supuso mi primera gran obra independiente de lo que es mi vinculación con el maestro.

Centrémonos ahora en el Cristo para Guadix y su proceso de ejecución.

En Guadix querían un despojado al estilo de la hermandad sevillana de Molviedro, pero les dije que hacer una copia o una similitud de un Cristo de Sevilla, con la misma postura o la misma inclinación de cabeza, era algo que quizás se les iba a quedar corto. Yo tenía otra idea para ello, la presenté en un dibujo y les encantó. Como te decía, desde primera hora me dieron mucha libertad y confianza. El resultado ha sido una talla completa que nada tiene que ver con ninguna otra que se haya presentado sobre Jesús despojado de sus vestiduras. No está previsto que llegue a tener hermandad o agrupación, pues ha sido realizado como titular de una banda de música, pero hay un proyecto de misterio que quieren que yo lo haga y que, si Dios quiere, puede que empiece a ver la luz en los próximos años.

Comentabas que con la imagen de San Juan Evangelista para Jaén todo estuvo más condicionado. Supongo que no solo pesaría el encargo a tu maestro y que la Virgen de las Siete Palabras, una de las mejores dolorosas que hizo, fuera de su mano, sino también la valía artística del patrimonio de la hermandad, comenzando con el crucificado de José de Medina.

Efectivamente, había algunos parámetros iniciales. El principal era sustituir una imagen ya existente, lo que siempre es delicado porque hay devotos de la antigua y es normal que estén en contra del cambio. También que el nuevo San Juan lo dejó proyectado mi maestro mediante un dibujo del año 2012, y la condición del contrato era que tenía que basarse en el mismo. En un principio, a la Hermandad de la Expiración le dije que yo no era Álvarez Duarte, sino su discípulo, y que además estaba comenzando mi trayectoria. Pero ellos apostaron y decidieron confiar en mí. El San Juan lo hice muy inspirado en la dolorosa y muy acorde con el estilo que tiene la Expiración en su capilla, la cual conforma la escena del Calvario con el Crucificado en su centro, la Virgen a la izquierda del Crucificado, según se mira, y el San Juan a la derecha. Fue un proyecto difícil puesto que lo hice con las medidas que ellos me transmitían, aunque me trasladé a Jaén para poder visualizar personalmente el espacio. También por el hecho de estar inspirado en un boceto rápido del maestro. Pero parece que ha caído en gracia y que a ellos les ha encantado mi obra. Ellos querían un nuevo San Juan de vestir, acorde con la Dolorosa. También hay un proyecto de que procesione en solitario como hacían con el antiguo.

Hablemos ahora de proyectos en los que estás trabajando.

Ahora mismo estoy con una réplica de la Virgen de las Huertas, patrona de La Puebla de los Infantes (Sevilla), para un particular, una copia a tamaño real de la Virgen gótica. También con un Nacimiento tallado en cedro, para un cliente muy bueno de Sevilla, y con una Dolorosa que acabo de comenzar, porque en este taller hace más de cinco años que no se empieza una imagen de la Virgen Dolorosa y me parece ya una falta de respeto que no haya una de por medio, cuando siempre ha habido hasta seis y siete dolorosas por este espacio. La Dolorosa la estoy comenzando por devoción propia y, si Dios quiere, será presentada en mayo, como le gustaba al maestro, ya terminada y dispuesta a la venta de cualquiera que desee adquirirla. Por otro lado, estoy con otra imagen grande para un proyecto de una hermandad de un pueblo de Cádiz y con otro proyecto que estamos ahí viendo si se materializa o no para Málaga.

Aparte de la devoción a tu maestro, ¿has tenido alguna otro tipo de inquietud artística?

Todo lo que sea manual siempre me ha gustado mucho, desde la carpintería hasta la pintura. Yo comencé dando clases de pintura a los 9 años. Después, todo lo que sea ingenioso, además de manual y artístico, me atrae. Ayer mismo estaba haciendo en el taller trabajos artesanos con cuerdas y macramé. Me gusta tocar todo lo diferente, de hecho he tocado muchas cosas en el ámbito del arte y de la escultura: la fundición, la talla en piedra, vaciados y moldes, y orfebrería, que también la trabajé en la escuela. Pero así fuerte, como yo digo con letras grandes, la imaginería.

 

 
     
     
San José con el Niño
 
Buen Pastor

 

Volviendo al tema de las deudas pendientes, y metiendo un poco de paso el dedo en la llaga, ¿crees que Sevilla tiene una y bien grande con Luis Álvarez Duarte, un escultor e imaginero que, durante más de tres décadas, fue el indiscutible epicentro de la creación dentro de su oficio y que aún no tiene, no digo ya un museo, sino una triste retrospectiva?

Eso no es meter el dedo en la llaga, es una realidad como un templo. Pero como un templo como la Catedral de Sevilla. No es que sea necesario, es importantísimo que se haga y cuanto antes. Su familia conserva, entre esculturas y dibujos, más de 3.000 obras pendientes de designación por parte de la Junta de Andalucía y Patrimonio Artístico para que se expongan. A mí, lógicamente, me gustaría que todo eso se quedase en Sevilla, puesto que Don Luis era un escultor sevillano, de los pocos imagineros, además, nacidos en Sevilla a ese nivel de grandeza. En la ciudad se ha homenajeado a mucha gente y muchos tienen su museo pertinente, y creo Don Luis no es menos con la calidad y cantidad de las obras que tiene, no solo en Sevilla sino en toda Andalucía y el resto de España, y también en Hispanoamérica y otros lugares como París, Roma, Alemania, Argentina o Suiza. Mi maestro era uno de los grandes imagineros que más proyección han tenido a nivel mediático, y desde el siglo XVII hasta ahora no ha habido ningún escultor con la difusión nacional e internacional que él tuvo. Que todo eso Sevilla no lo valore, sobre todo con lo que hay guardado de él que todavía no se conoce, me parece una falta de respeto por parte de quien corresponda.

Esperemos que ese acervo inédito sin espacio de exhibición permanente, no salga a subasta, como está pasando con muchos imagineros de la época de Luis o incluso anteriores, cuyas obras están siendo vendidas por familiares o herederos a los que no les interesa conservarlas.

Por ahora me consta que la familia está luchando todo lo posible para evitarlo. Hace tiempo que no hablo con ellos y no sé en qué punto de negociación están con las instituciones, pero se va a luchar para que no pase eso que comentas.

Junto con Ventura Gómez, Miguel Ángel Domínguez Caballero y Luis Chamorro estás haciendo un circuito hablando de la vida y obra del maestro. Muchas veces los motivos son los aniversarios de sus imágenes.

Sí, es una especie de gira de mesas redondas por las hermandades que cumplen sus cincuentenarios, el 25 aniversario de la bendición de una imagen o incluso el de coronación canónica. Unas charlas que al maestro le hubiese gustado materializar, pero como ya no puede lo hacemos nosotros, acercando la figura de Álvarez Duarte a nivel artístico y personal a las distintas hermandades. Hemos estado ya en varios sitios: Palma del Río, La Palma del Condado, Huelva, Utrera, Jerez de los Caballeros, Granada, San Fernando y ahora vamos también a la iglesia del Cachorro por los 50 años de la Virgen del Patrocinio, recientemente restaurada de forma espectacular. De paso, también nos damos a conocer de cara a las necesidades que puedan tener esas hermandades, como un consejo si alguna vez hay que restaurar cualquier imagen del maestro, o una posible respuesta si se quedaron con las ganas de preguntarle algo.

Al hilo de lo anterior, quisiera decir que a Luis le perdimos repentinamente y demasiado pronto, sin que ni de lejos se hubiera planteado un legado porque al maestro le quedaba todavía mucho por decir, mucho por trabajar y mucho por enseñar. Él luchó siempre por lo que quería ser, un gran imaginero de Sevilla, y yo creo que lo terminó siendo. De hecho, en vida pasó a los libros de historia del arte. En otra entrevista que me hicieron cuando todavía estábamos juntos y me preguntaban cómo era trabajar con Álvarez Duarte, respondí francamente que era trabajar con la historia viva del arte, de la Semana Santa y de nuestras cofradías.

¿Cómo crees que le hubiera gustado ser recordado?

Pues creo que como él realmente era, como una persona muy honrada y muy cofrade, pero sobre todo como un imaginero ortodoxo de los pies a la cabeza.

Y volviendo a ti, ¿cómo se presenta ahora la obra de Luis Molano Mérida? ¿Qué tiene por ofrecer de cara al público?

Hombre, a mí me gustaría ofrecer mi punto de vista sobre la imaginería, que no deja de ser un punto de vista clásico. No me siento un artista diferente, sino una persona más, como cualquier vecino de mi barrio o como cualquier cofrade más. Y así me gustaría seguir, sin importarme la opinión de los demás, sino ser feliz con lo que hago. Y como a mí lo que me hace feliz es la imaginería, pues me gustaría seguir trabajando y viviendo de esto para siempre. Es mi única meta y mi única pasión, más allá de las metas a nivel familiar y personal. A nivel laboral, estoy deseando que vengan muchas hermandades o muchas personas a encargar trabajos nuevos y tomarlos con la ilusión con la que siempre los tomo. Que vengan también obras grandes e importantes que tengo en mente desde hace muchísimos años para realizar y que todavía no se han visto materializadas por falta, quizás, de tiempo o de proyectos.

¿Alguna de esas obras en especial?

Hay un proyecto que, de momento, no te puedo contar, porque no quiero que me roben la idea. Un proyecto que consiste en devolver a Sevilla una devoción perdida, en recuperar una devoción que desapareció en la ciudad. Cuando tenga más tiempo libre, si Dios quiere, voy a empezar modelándolo a pequeña escala. 

 

 

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