Una de las últimas obras del escultor Álvaro Abrines es una pequeña imagen sacra (32 cm) que representa a la Virgen con el Niño. Ha sido labrada en terracota patinada para una colección particular de Sevilla.

La juvenil Madonna aparece vestida de los pies a la cabeza con abultados ropajes que insinúan la áspera textura del tejido, quedando parcialmente descubiertos los ondulados cabellos. Se halla recreada en el mismo momento en que cruza la pierna izquierda sobre la derecha, siguiendo un gesto muy propio de la coquetería femenina, lo que hace que sus sensuales formas consigan resaltarse algo más a pesar de la dureza del atuendo.

Dicho detalle, poco frecuente en la imaginería contemporánea de bulto redondo, junto con el marcado carácter escultórico que desprende todo el conjunto, figura entre lo más destacable de esta interesante pieza de Abrines.

El Niño, de rollizas formas y totalmente desnudo, se aferra firmemente al brazo izquierdo de María, la cual aparece sedente sobre lo que parece ser un peñasco del camino. Pese a que su rodilla se encuentra sujeta con firmeza, parece temeroso de poder caerse ante la nueva postura tomada por la Madre, en cuyo regazo reposa.