NUEVAS TALLAS DE ANTONIO BERNAL REDONDO PARA CIEZA (MURCIA)
Enrique Centeno (13/05/2010)
El largo proyecto de la Cofradía de San Pedro para la Procesión del Santo Entierro de Cristo ha culminado este 2010 con un resultado artístico de primer orden, el paso de Las Santas Mujeres Camino del Sepulcro, de la mano de dos artistas cordobeses: el escultor e imaginero Antonio Bernal Redondo y el tallista José Carlos Rubio Valverde.
Por tratarse de un paso que se inserta en el amplio relato de la Procesión en la que se integra, la Cofradía ha escogido una escena de contenido netamente narrativo, que cuenta un momento concreto: María abandona ya la soledad de la Cruz, junto a la que ha recibido el Cadáver de Cristo, para unirse al cortejo que lo lleva al Sepulcro, auxiliada en su desánimo por María Magdalena y María de Cleofás. La sencillez del suceso encierra un mensaje de enorme trascendencia, pues representa el instante, suspendido en el tiempo, en que María asume de forma definitiva su doble condición de Madre de Dios y de los Hombres, el instante en que domina al fin el dolor de la contemplación del Cuerpo destrozado de su Hijo y se levanta consciente de su papel como Corredentora de los mortales; el instante, en definitiva, en que acepta la espada profetizada por Simeón y se convierte en la única luz entre la muerte de Cristo y su Resurrección. La intención de la Cofradía al escoger la advocación de Virgen de la Caridad es la de resaltar el pasaje representado: María se dispone a enterrar a Cristo. Dar sepultura a los muertos es una de las obras de misericordia con la que la Iglesia da contenido a la caridad como virtud teologal, resumida en la acción de amor supremo que la Virgen realiza como Madre del Redentor y Faro de la Cristiandad.
Ese binomio entre la aparente sencillez de la escena que representa el paso y su hondura conceptual encuentra su eco en la ejecución artística de una obra en la que escultura y trono forman un único mensaje elevado en dos voces que contrapuntean sus tonalidades con acierto extraordinario, llenando el corazón del espectador con emociones pobladas de aristas y matices. La manera en la que Bernal concibe el grupo, tallado entre 2008 y 2009, incide en la severidad del trono, pero contrasta con el mismo en la medida lo simbólico -esencial en la concepción del trono-, perdiendo toda su importancia en favor de la naturalidad en la recreación directa de María y sus circunstancias. Se necesitaba, por tanto, una sencillez de lenguaje, resumido en las vestiduras hebreas empleadas, que sirviera para facilitar el entronque de los espectadores con el trascendental momento psicológico que vive la Madre de Dios, sobreponiéndose a su dolor, así como su interrelación con el resto de personajes del grupo.
Cerrando la escena, llenando el espacio que la separa de la Cruz, se muestra a una casi adolescente Magdalena, dominada por el desconcierto de quien es testigo de una tragedia que no comprende. El dolor ha sorprendido a una muchacha de bellos rasgos y grandes ojos acuosos que miran a la Virgen sin saber muy bien qué hacer ni cómo ayudar. La inquietud de su ánimo se enfatiza por la disposición agitada de sus cabellos, trazados en amplias y nerviosas guedejas, y contrasta con el aplomo de esa anciana en la que Bernal ha tenido la audacia de encontrar a María de Cleofás, personaje del que apenas sabemos nada a través de los Evangelios, y que el cordobés recrea como una mujer que comprende bien a María, sabia en sufrimientos, de arrugas abradas por una vida de renuncias y sinsabores. En esta Santa todo es generosidad con la Virgen mediante palabras de aliento que derraman sus labios. Sorprende la concreción con la que el artista recrea esa expresión de incondicional entrega, que caracteriza a tantos mayores que, aún en el declinar de sus días, no tienen otras preocupaciones que las que afligen a los suyos.
En el centro de la composición, casi asomada en el frontal del trono, está la Virgen de la Caridad, sosteniendo en sus manos la corona de espinas. Una efigie que presenta también notable interés artístico. Bernal convoca en esta ocasión la tradición iconográfica andaluza de la Dolorosa de vestir, pero la cita de forma dispersa, sin evocar modelos concretos, a lo que suma la inconfundible morfología de las cabezas marianas de las manifestaciones mediterráneas. Podríamos hablar de eclecticismo si el artista no hubiera sumado a estas propuestas su propia genialidad creadora y su recio carácter, que ha teñido el rostro de María con la sombra de la tragedia. El resultado es la imagen de la madurez arrasada por un dolor inconsolable. No es una Virgen guapa, sino hermosa. No es una Virgen triste, sino herida. No es una Virgen que llora, sino que sufre. La sabiduría con la que el artista policroma la obra, con tantos matices expresivos, completa el sentido del drama mariano que protagoniza el grupo escultórico, del drama de la mujer que, tantos años después de aquella Anunciación en Nazaret, sigue siendo la mujer valiente que acepta y pronuncia un sí rotundo a Dios, aún a la misma sombra de la Cruz en la que ha muerto su Hijo.
El logro del tallista Rubio Valverde con el trono (2010) no puede sino calificarse de excepcional en su concepción, riqueza, ejecución técnica y resultado. Tanto la profundidad de la talla como la pulcritud del acabado conjugan el lenguaje rococó con la solemnidad que requieren las imágenes que porta y la severidad del desfile en el que se integra. Presenta una arquitectura de triple cuerpo, uno primero en el que se acomodan las varas, un segundo baquetón ingleteado en planta con perfil curvo ornamentado y una canastilla de trazo sinuoso y rica en diferencias volumétricas que se remata con un arbolado de guardabrisas con 38 puntos de luz, todo ello rematado en acharolado con elementos de orfebrería de plata que incluye cuatro relieves con escenas de la Procesión del Entierro. Cada elemento del trono tiene su significado: niños y niñas, querubines, gárgolas, pájaros, cañas, sogas, conchas, sudarios, flores, lunas, cuernos de la abundancia... un sinfín de elementos primorosamente tallados que no aparecen por mero capricho estético del autor, sino con el fin de ensalzar el valor catequético del trono.
Nota de La Hornacina: Pulsando en el icono que encabeza la noticia, podrán
ver más fotografías de las piezas, que incluye instantáneas de estudio de la Virgen, realizadas
por Manolo Gómez, y fotos del conjunto en el trono, de Roque Belda y Lorenzo García.
www.lahornacina.com