A través del artículo Con decoro y hermosura. De la escultura mariana en la producción de José Rodríguez de la Oliva (1695-1777), escrito por el historiador del arte Germán Rodríguez Cabrera, el último número de la publicación Revista de Historia Canaria, editada por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de la Laguna, propone una puesta en valor de la trayectoria artística de un escultor, imaginero, pintor y diseñador todavía poco conocido, especialmente fuera del Archipiélago Canario.

Rodríguez Cabrera plantea una reflexión sobre sus modos escultóricos, mediante el estudio y atribución de una serie de imágenes repartidas por diversas iglesias. Nacido en La Laguna, el polifacético artista José Rodríguez de la Oliva se muestra influido por los modelos imperantes en el Setecientos, que, generados desde la Corte, se extienden por los territorios hispanos. Sus esculturas son fruto de la tradición plástica presente en Canarias y de las obras llegadas hasta sus costas durante el Barroco.

La restauración de la imagen de la "Inmaculada Concepción" del real santuario del Santísimo Cristo de La Laguna (antiguo convento franciscano de San Miguel de Las Victorias) ha permitido devolver su autoría a José Rodríguez de la Oliva. La obra es ejemplo del modelo femenino propuesto por este autor, estableciendo unas pautas que facilitan su identificación en una serie de obras conservadas en las Islas Canarias.

Entre dichas obras atribuidas se encuentran la "Virgen de las Mercedes" (Catedral, La Laguna), la "Virgen de la Encarnación" (Parroquia de San Bartolomé, Tejina, La Laguna), otra "Inmaculada Concepción" en San Sebastián de La Gomera (Parroquia de la Asunción), "Santa Clara de Asís" (Parroquia de San Francisco de Asís, Santa Cruz de Tenerife), "Virgen de los Dolores" (Santuario del Cristo de los Dolores, Tacoronte) o "Virgen del Buen Viaje" (Parroquia de San Antonio de Padua, El Tanque).

Con este trabajo Rodríguez Cabrera ha pretendido poner en valor la escultura religiosa de un autor con amplio reconocimiento por la sociedad de su tiempo. Rodríguez de la Oliva fue depositario del favor de personalidades que ocupaban los estamentos más altos de las élites insulares. Su obra es reflejo de los nuevos gustos y sensibilidades que se dieron en la religiosidad de Canarias durante el siglo XVIII, y las diversas disciplinas artísticas que practicó en su vida le permitieron gozar del reconocimiento de sus coetáneos.

El escultor desarrolla gran parte de su obra en La Laguna, población que participa activamente de la renovación estética del Setecientos, cuando las artes plásticas en las Islas recibieron, como en el resto del Imperio, la influencia estética de la nueva dinastía reinante llegada de Francia. En Canarias se vivió además la repercusión de las obras llegadas desde los estados italianos y los talleres virreinales del otro lado del Atlántico.