La nueva obra del imaginero Edwin González Solís, a la que dará culto la Agrupación Parroquial de la Divina Misericordia, Nuestra Señora la Virgen del Rosario y Patriarca Bendito San José de la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra, es una Dolorosa de candelero para vestir que será venerada bajo la advocación de María Santísima de la Trinidad, siendo esta la segunda obra que realiza el escultor cordobés de origen boliviano para dicha corporación, que ya rinde culto y procesiona en la tarde noche del Sábado Santo alcalareño al Santísimo Cristo de la Divina Misericordia, fruto de las gubias del mismo autor en el año 2011 (ver enlace).

Elegante y de finas facciones, la imagen encaja a la perfección dentro del concepto clásico de la Dolorosa andaluza: parece inclinarse hacia delante, creando la sensación de proximidad al fiel, mientras la cabeza se ladea levemente hacia la izquierda; la mirada se pierde en la distancia y centra todo el poder de transmisión de la obra gracias a la elegancia de unos rasgos faciales alejados de todo exceso. Un excelente juego de manos, donde prima el naturalismo sobre la idealización, complementa el simulacro mariano.

En su primera talla mariana a tamaño natural, el joven artista muestra notable madurez y un estilo reposado y alejado de recursos efectistas. Ningún rasgo destaca sobre los demás, evitando romper el equilibrio que armoniza las facciones. La comedida nariz hebraica y los labios alejados de una carnosidad que pudiese confundir la sensualidad con la serena belleza, marcan la sutilidad general de una obra que se aleja de todo hieratismo e inexpresividad mediante la plasmación de un dolor contenido que rebosa en unos ojos claros donde el autor reposa gran parte de la fuerza expresiva, equilibrando las pálidas carnaciones aplicadas con un tono claro en la mirada que se integra a la perfección en el conjunto, con el fin de evitar un forzado contraste cromático, atenuando incluso el tono de las cejas, levemente fruncidas y delineadas a pincel, para lograr una hermosura idealizada. Es en las manos donde más se aleja del clasicismo, dotando de un completo estudio anatómico con plasmación de venas y tendones a la talla, plenas de naturalismo y expresividad.

Edwin González logra con esta imagen consolidar un estilo propio y personal, alejándose de toda copia de modelos que hubiesen podido servir como referencia, poseyendo una encomiable independencia en su ejecución. La delicada y perfeccionista pátina nos hablan de un artífice plenamente maduro en su oficio, que sabe dar a su obra ese "toque final" que la dota de un gran naturalismo, pero sobre todo de un enorme empaque y calidad en su acabado que impacta al espectador a primer golpe de vista. Todo un arte del detalle y un esfuerzo por presentar un trabajo de excelente acabado hasta en el más mínimo matiz; como las tres sutiles y delicadas lágrimas que, en honor a su advocación trinitaria, resbalan desde los ojos tallados y policromados en la madera sin apliques superfluos, al igual que sutil es su juego de pestañas cortadas y alineadas de forma irregular para dar mayor gracia a esta mirada en la que rebosa pena y el dolor.

La Virgen de la Trinidad es una delicada Dolorosa cuyo minucioso acabado, que impacta en las distancias cortas, le otorga múltiples perspectivas distintas, todas ellas agradables y complejas, desde la que ser observada. De ahí que su apariencia cambie ante la más mínima variación de la luz que incide sobre ella. Enormemente prometedor e interesante para el amante de la imaginería resulta el futuro de un imaginero que, con solo 30 años, ha sabido consolidar en unas pocas obras como las que nos ocupa un estilo singular e independiente, así como una dignidad y calidad extraordinaria en su trabajo. También para el municipio de Alcalá de Guadaíra ha labrado recientemente un bello angelito en madera de cedro, policromado y estofado (fotografías inferiores).