NUEVAS OBRAS DE ELÍAS RODRÍGUEZ PICÓN

Juan Antonio Sánchez López (06/03/2012)


 

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Sin duda, el gran estreno de la Semana Santa de Málaga de 2012 viene dado por la primera salida, el próximo Domingo de Ramos, del nuevo misterio de la Hermandad de la Humildad (Ecce-Homo), erigida canónicamente en la Real Basílica de Santa María de la Victoria. Este esperado conjunto procesional -ciertamente, muy anhelado por muchos hermanos y hermanas de la corporación-, realizado por el escultor onubense Elías Rodríguez Picón, consta de seis esculturas de madera policromada que sustituyen un grupo de figuras anterior debido a Francisco Berlanga de Ávila, discípulo de Francisco Buiza Fernández, en cuyo taller fue esculpida y terminada en 1983, a raíz del fallecimiento de este último, la hermosa imagen del Señor de la Humildad. Desde el 1 de abril de 2012, este cuadro escénico de Elías Rodríguez Picón acompañará al titular de esta señera fraternidad nazarena, con vistas a componer ante los fieles de Málaga, de modo realista, catequético y verosímil, el misterio de la Sagrada Presentación de Jesús al Pueblo por Poncio Pilatos.

Nacido en Rociana del Condado (Huelva) el 30 de marzo de 1974, Elías Rodríguez Picón reveló un precoz interés por el mundo de la música, la pintura y la escultura. Desde los 17 años determina dedicarse a la escultura y la imaginería, desarrollando hasta el día de hoy una exitosa carrera artística donde la escultura pública, el retrato y la estatuaria profana coexisten con la escultura y la imaginería religiosa en general. Una figura capital en su crecimiento personal y formación artística pasa por ser la de su padre, Manuel Rodríguez Martín, ebanista de profesión y gran aficionado a la pintura, a quien este joven escultor considera su gran y verdadero maestro, amén de seguir siendo colaborador habitual en sus proyectos.

Artísticamente considerado, según veremos, el trabajo de Elías Rodríguez Picón en el misterio del Santísimo Cristo de la Humildad (Ecce Homo) denota la solvencia profesional y calidades plásticas plasmadas en la ejecución de obras del género procesional, según demuestra una prolífica producción extendida por numerosos lugares de Andalucía y otros puntos de la geografía española. No puede olvidarse que, desde el punto de vista creativo, este artista es un digno continuador de la estética del expresionismo realista que, de su mano y la de otros artistas contemporáneos, ha generado un renovado y recuperado clasicismo que pasa por ser, en el momento actual, la opción estilística y conceptual más idónea e interesante para que esta Hermandad haya conseguido ver plasmados sus deseos con la calidad, belleza y propiedad histórica que la realización de un proyecto de esta envergadura conlleva. Con este propósito, la maqueta del nuevo grupo escultórico modelada por el artista onubense fue sometida por el Hermano Mayor y Junta de Gobierno a la consideración de los hermanos y hermanas de la Humildad, quienes reunidos en Cabildo Extraordinario el 27 de junio de 2009 dieron su aprobación a la misma, previo beneplácito de la Comisión Artística Diocesana.

El conjunto consta de tres secuencias iconográficas. La primera y más relevante es la que ocupa el primer plano de la composición, donde el Señor es presentado al pueblo por el procurador imperial en el Pretorio, en presencia del Sumo Sacerdote Caifás, que revestido de los atributos pontificales israelitas, increpa y enfurece a la multitud en su pretensión de lograr que el reo fuese crucificado, frustrando con ello la desesperada intentona de Pilatos de conseguir la liberación de Jesús ante su preclara certeza de estar cometiendo una injusticia. En un segundo plano inmediato, un soldado romano arremete con fiereza contra Barrabás, el forajido a quien el pueblo israelita ya ha escogido para que sea liberado en lugar de Cristo con motivo de la celebración de la Pascua. En línea con esta última figura, una columna baja evoca la ambientación escénica en la terraza del Pretorio y, de paso, rememora el soporte donde previamente se había verificado la Flagelación, además de introducir una sutil referencia arquitectónica al "balcón de Pilatos" donde la tradición popular sitúa el episodio. Finalmente, junto al estrado del tribunal, en el sitio llamado Litóstrotos -en hebreo Gabbata según el Evangelista San Juan- se dispone un tercer plano-secuencia con dos espectadores de excepción: la esposa del procurador Claudia Prócula y el aquilifer o soldado portador de la insignia imperial, cuya presencia recuerda la naturaleza eminentemente militar de todo tribunal romano establecido en los territorios ocupados y sometidos a la jurisdicción del César.

El discurso iconográfico del misterio parte de considerar el Ecce-Homo uno de los pasajes que mejor refleja la inmensa soledad de Cristo como Hombre-Dios sufriente y sumiso ante su trágico destino. A tenor del relato evangélico, la estrategia ideada por Pilatos para liberarlo había depositado todas sus esperanzas en un 'golpe de efecto' ante el populacho con el que confiaba hacerlo escapar de la muerte. Al percatarse del lastimoso estado en que los soldados habían dejado a Cristo tras la burla, la flagelación y la coronación de espinas, el procurador pensó que el gentío se conmovería al verlo de ese modo. San Juan es el único de los cuatro Evangelistas que ha transmitido el relato exhaustivo de una escena que, abreviada en la locución latina Ecce-Homo, introduce en la iconografía cristiana la representación de Cristo como hombre acusado de haberse proclamado Hijo de Dios y rechazado como Rey; en realidad, sin dejar de ser el Rey convertido en Reo.

Desde el punto de vista evangélico el nuevo grupo escultórico enriquece y refuerza, teológica, argumental y dramáticamente, la narración recogida en el pasaje de Juan 19, 4-5, que, tradicionalmente, ha servido de inspiración a los artistas desde que, en el siglo XV, irrumpiese definitivamente en el arte cristiano el tema de la Ostentatio Christi o Presentación de Jesús al Pueblo: "Otra vez salió fuera Pilato y les dijo: "Aquí os lo traigo para que veáis que no hallo en Él ningún crimen". Salió, pues, Jesús fuera con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: "Ahí tenéis al hombre". Al tiempo, los figurantes esculpidos por Rodríguez Picón enaltecen, aún más si cabe, el protagonismo argumental y la sublime presencia de la imagen del Señor, al configurar un efecto coral que introducen en la escena las referencias premonitorias al pasaje del Ecce-Homo contenidas en el Antiguo Testamento. Para ser más exactos, de la desgarradora lamentación del Siervo de Yahvé contenida en el Salmo 22 [21 Vg.] -"Pero yo soy un gusano, no un hombre; vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; Al verme se burlan de mí, hacen visajes y mueven la cabeza, diciendo: "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere"-, se pasa a la contemplación de la visión referida en Isaías 52, 13-14 -"He aquí que mi Siervo prosperará, será elevado, ensalzado y puesto muy alto. Como de él se pasmaron muchos, tan desfigurado estaba su aspecto que no parecía ser de hombre"-, sin olvidar la celebérrima imprecación de las Lamentaciones de Jeremías 1, 12: "¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor!", tan pródigamente evocada en filacterias y otros soportes textuales por la plástica escultórica, pictórica e impresa de los tiempos medievales y, por supuesto, también por la de los Siglos de Oro.

Además de por su extraordinaria calidad escultórica, el misterio de Elías Rodríguez Picón incorpora, por primera vez en la cinco veces centenaria Historia de la iconografía procesional de Málaga, dos personajes claves en el clímax dramático de los hechos que precipitaron la condena y muerte de Cristo. En virtud de esta premisa, la inclusión en el misterio del pontífice Caifás, suprema autoridad religiosa de Israel, refrenda, en primer lugar, la visión de la doble condena de Cristo por parte de judíos y romanos, en virtud de un doble proceso religioso y político que lo reprobaba y conducía a la pena capital por blasfemia y sedición, respectivamente. Al tiempo, su presencia se hace eco de la posterior apostilla de Juan 19, 6 que dice: "Cuando le vieron los príncipes de los sacerdotes y sus servidores, gritaron, diciendo: "¡Crucifícale, crucifícale!". Al tiempo, subraya la sibilina intervención de este siniestro individuo al liderar y urdir la conjura del Sanedrín contra Jesús, recogida en Juan 11, 49-53, al apostillar cómo "Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada. ¿No os dais cuenta que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que toda la nación sea destruida?". Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por el pueblo, y no solo por el pueblo, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. Desde aquel día, tomaron la resolución de matarle".

En esa misma línea cabe interpretar la participación en el grupo escultórico de Barrabás al constituir una explícita alusión al momento evangélico inmediatamente anterior al Ecce-Homo, consignado en Juan 18, 39-40 y que dice: "Hay entre vosotros costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?" Entonces de nuevo gritaron, diciendo: "¡No a Éste, sino a Barrabás!" Era Barrabás un bandolero"; sin olvidar tampoco lo expresado por Mateo 27, 20 al recordar cómo "los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la muchedumbre que pidieran a Barrabás e hicieran perecer a Jesús". En complicidad con tan triste desenlace, la escenografía del misterio malagueño del Ecce-Homo amplifica sutilmente el argumento del episodio principal, merced a la colocación junto al sitial del procurador de la toalla, palangana y jarra -piezas estas dos últimas trabajadas en plata de ley por Orfebrería Villarreal en 1991, sobre un diseño de Eloy Téllez Carrión, de 1990- del posterior lavatorio de Pilatos, recogida por Mateo 27, 24-26, al advertir: "Viendo, pues, Pilato que nada conseguía, sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Soy inocente de la sangre de este justo, vosotros veáis". Y todo el pueblo contestó diciendo: "Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Entonces les soltó a Barrabás..."

Por su parte, la participación en la escena de Claudia Prócula, único personaje femenino del misterio, alude, tanto en la iconografía cristiana occidental como oriental, a la nobleza y santidad de las personas que, con su valiente actitud de compromiso, rechazan la maldad y luchan contra toda forma de injusticia. Su figura personifica y hace resonar, por tanto, en el conjunto de la escena las palabras que Mateo 27, 19 pone en su boca como una clara advertencia a Pilatos: "...envió su mujer a decirle: "¡No te metas con ese Justo, pues he padecido mucho hoy en sueños por causa de Él!". Aunque de esta escueta referencia se infiere la ausencia física de la dama del lugar de los hechos, los textos apócrifos no dudaron en concederle un papel no sólo activo, sino decisivo, a la hora de considerar su presencia casi como "imprescindible" en la escenificación de la secuencia iconográfica marcada por el Ecce-Homo y la posterior Sentencia de Cristo. Así se recoge en las Actas de Pilato II, 1, la Correspondencia entre Pilato y Herodes y la Paradosis o Tradición de Pilato, 8-9, donde Pilatos, juzgado y condenado por el emperador Tiberio a la pena capital, expresa su arrepentimiento, no sin antes rogar a Cristo su misericordia para con él y para "con tu sierva Prócula, que está a mi lado a esta hora de la muerte, a quien te dignaste designar como profetisa de tu futura crucifixión".

Junto al trabajo del escultor debe subrayarse la implicación en este magno proyecto del orfebre Adán Jaime y el maestro bordador Ildefonso Jiménez, en su calidad de artífices del cuidado atrezzo que complementan la escenografía del misterio, en una inteligente síntesis de propiedad semántica, decoro iconográfico y rigor histórico, donde también se ha impuesto como objetivo inexcusable la configuración de un conjunto acorde a las pautas representativas de la Historia del Arte, una tradición iconográfica de estirpe barroca y las peculiaridades y transformaciones discursivas del lenguaje de la escultura procesional a lo largo de los siglos. En el caso de las vestiduras del pontífice Caifás se han conciliado fielmente tales presupuestos con el influjo de la documentación y la investigación bíblicas, sin olvidar las convenciones fijadas por la Historia del Arte para la representación del sacerdocio israelita en cualquier momento y circunstancia temporal, entre las que se ha tenido muy presente la interpretación brindada por el erudito holandés y Doctor en Teología, Jean Braunius, en su obra Vestitus Sacerdotum Hebraeorum, publicada en Ámsterdam en el año 1701.

Sin abandonar todavía este registro, la indumentaria militar que lucen Pilatos y los dos soldados romanos sintoniza con el prurito "arqueológico" que, desde hace unos años a esta parte, viene inspirando la puesta en escena de la escultura procesional andaluza como consecuencia de la profunda transformación operada sobre la sensibilidad colectiva, por mor del impacto de la sociedad mediática y los iconos de la cultura visual contemporánea. Ello es resultado de la fuerte sugestión ejercida sobre los artistas por una serie de producciones cinematográficas que, desde 2000 en adelante, han propiciado una auténtica resurrección del peplum de la mano de filmes como Gladiator (2000, Ridley Scott), La Pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004), la serie televisiva Roma (2005-2007, varios directores), La Última Legión (2007, Doug Lefler), Centurión (2010, Neil Marshall) y La Legión del Águila (2011, Kevin Mcdonald). Consecuencia de este fenómeno ha sido una "reeducación" estética del público que, en el momento actual y con una saturación informativa tan exhaustiva y precisa como la que ahora disponemos sobre la Antigüedad, no podría asumir ya con tanta facilidad la pintoresca visión del mundo romano brindada por el cine de los años 50 del siglo XX y, no digamos nada, las anacrónicas interpretaciones de la estatuaria procesional de los siglos XVII y XVIII pobladas de presuntos "romanos" armados con alabardas, morriones de plumas y armaduras toledanas de acero. Qué duda cabe que esta línea compositiva e iconográfica verista, insistentemente reivindicada en las creaciones de Elías Rodríguez Picón, suscribe el último capítulo, por ahora, en cuanto a la extraordinaria riqueza de fuentes que los misterios procesionales han ido acumulando de manera progresiva y simultánea en el discurrir de los tiempos; para ser más exactos, desde su primera inspiración en los grabados entre los siglos XVI-XVIII, a las impresiones recibidas desde la literatura, las litografías y los libros ilustrados, el teatro, la ópera, la pintura de Historia y el peplum cinematográfico en los siglos XIX y XX, a los cuales el XXI suma las del cine histórico y la fotografía periodística y documental.

Desde una perspectiva puramente artística, el misterio malagueño de la Sagrada Presentación al Pueblo marca una auténtica inflexión en la producción y trayectoria personal de Elías Rodríguez Picón. De hecho, a lo largo de los casi cuatro años empleados en su ejecución, el escultor ha ido experimentando un interesante y constante proceso de crecimiento, reinvención y autosuperación en las vertientes plástica y creativa aplicadas al estudio psicológico y fisiológico de los seis personajes del conjunto, en su relectura subjetiva de las claves estéticas del ya referido expresionismo realista. Ya el gran renovador de la estatuaria procesional andaluza del siglo XX, Antonio Castillo Lastrucci, había revelado que el gran secreto del éxito de esta empresa consistía en "tomar del modelo vivo lo esencialmente humano y luego divinizar la expresión". En consonancia con estas tesis, matizadas después de él por la terribilitá expresionista de Luis Ortega Bru y la pulcritud técnica, introvertida y clasicista de Juan Manuel Miñarro, Elías Rodríguez Picón ha resuelto magistralmente el análisis integral de la representación de la figura humana como simbiosis de cuerpo y espíritu, en su oportuna y atinada puesta en valor al servicio de la puesta en escena del hecho religioso y la catequesis plástica de la Semana Santa. Así las cosas, la contemplación del misterio nos permite indignarnos ante la cobardía y el conformismo de un vacilante Poncio Pilatos -de gesto digno y grave, aunque esclavo del poder y del "peso de la púrpura"-, incapaz de resistir la impetuosa presión de Caifás, en cuyo rostro y manos se refleja toda la ira y tensión desbordada en su propósito de impedir, a cualquier precio y a toda costa, cualquier gesto de clemencia con el reo. Asimismo, la soberbia del Sumo Sacerdote y la violencia "animalesca" con que Barrabás sacude su torpe figura, sujeto por el arrogante soldado que lo azota, constituyen excelentes contrapuntos formales e intelectivos a la soberana humildad y conmovedora mansedumbre de la imagen del Señor. Por último, la esplendorosa belleza de Claudia Prócula -auténtico canto al "eterno femenino" por parte del artista- y su comedida sensualidad dialoga con la actitud expectante del aquilifer, responsable de introducir al espectador en un compás de espera que le insta a esperar el desenlace de la historia.

Con independencia del entronque vernáculo respecto a los presupuestos estéticos de la escultura policromada, la lectura estética de estas piezas permite descubrir interesantes citas al clasicismo antiguo y helenístico, al barroco italiano e, incluso, a los estereotipos de belleza actuales codificados y transmitidos mediante el poder de los mass-media. De esta manera, si la representación de Pilatos es digna heredera del porte y prestancia de los retratos romanos de época imperial y republicana, los soldados romanos actualizan los estudios del cuerpo humano en diferentes posiciones y escorzos, ya sea en reposo o en movimiento, ya desde una perspectiva libre o académica, en consonancia con siglos de experiencia artística en torno a la gramática del cuerpo. Especialmente destacado, desde el punto de vista del esfuerzo creativo, es el personaje de Barrabás, al aunar la clásica distorsión y el expresivismo feísta impuesto por la Calocagacía platónica para las representaciones de personajes "del lado oscuro", con la transcripción pintoresca y desidealizada del estudio anatómico y el tributo formal y conceptual, conscientemente planteado por el artista, respecto al busto del Anima Damnata (c. 1619) de Gian Lorenzo Bernini, conservado en el romano Palazzo di Spagna. A propósito de esta última cuestión no ha sido ésta la primera vez, y seguramente tampoco la última, donde Elías Rodríguez Picón busque la inspiración en el carismático artista napolitano, habida cuenta de la sugestión ejercida en 2011 sobre el onubense por otra obra suya -el David (c. 1623-1624) de la Galleria Borghese- en el cornicen o soldado soplador del cuerno o tuba curva, para el misterio del Cristo de la Preciosa Sangre de Huelva. Finalmente, el eco de las Afroditas helenísticas y la sugestión del cuerpo femenino resplandecen y hacen acto de presencia en la hermosa figura de Claudia Prócula, paradigma de unos cánones profanos a los que se rinde culto y tributo desde los afanes de la obra artística por hacerse eco de cuanto supone vida. Su cercanía y delicadeza de formas no está reñida con una pertinente y sobria adecuación a los ejercicios de interpretación realista que también embargan, como brutal contraste a ella misma, al estudio fisiognómico de Caifás, muy en la línea de la mirada incisiva y escrutadora y los esfuerzos que numerosos creadores han dedicado al tema de las Edades del Hombre -la ancianidad en este caso puntual- a lo largo de la Historia del Arte.

Con la realización este misterio, la Antigua Hermandad y Real Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Humildad (Ecce-Homo), Nuestra Madre y Señora de la Merced y San Juan Evangelista ve feliz y gratamente culminada, de la mano de Elías Rodríguez Picón, una de sus grandes aspiraciones como asociación pública de la Iglesia Católica, canónicamente erigida para el fomento de la piedad y el culto, el ejercicio de la Caridad y los valores y exigencias de la vida cristiana, en su afán de rememorar ante el pueblo de Málaga, desde su fundación, el 30 de abril del año 1694, los misterios de la Pasión de Nuestro Señor y, de manera singular, el de su Presentación al Pueblo por Poncio Pilatos, conforme a la grandeza que la Semana Santa de Málaga requiere y demanda.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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