Se trata de cuatro bustos en madera de cedro real policromada, de tamaño algo menor del natural (30 cm de altura cada uno de ellos, aproximadamente), realizados para la Venerable Hermandad del Santo Sepulcro de Andújar (Jaén), cuyos orígenes se remontan al siglo XVII, aunque fue refundada en 1994.

Los bustos representan a los Cuatro Evangelistas con sus respectivos tetramorfos, según la visión extraída de un pasaje del Apocalipsis de San Juan que describe a cuatro ángeles zoomorfos y que los estudiosos, desde el siglo VI en la Edad Media, interpretaron como los Evangelistas.

Dichos símbolos son el ángel o el hombre alado, asociado a San Mateo ya que su Evangelio comienza haciendo un repaso a la genealogía de Cristo, el Hijo del Hombre; el león, identificado con San Marcos porque su Evangelio comienza hablando del Bautista como "voz que clama en el desierto", una voz que sería como la del león; el toro sería San Lucas, pues su Evangelio se inicia con el sacrificio que hizo Zacarías, padre del Bautista, a Dios; por último, el águila ha sido asociada a la figura de San Juan, ya que su Evangelio es el más abstracto y teológico de los cuatro y, por tanto, el que se eleva sobre los demás.

Dicho programa iconográfico queda recogido en el esquema compositivo de cada busto, que aparte de representar distintas edades humanas en cada rostro, incorpora estos tetramorfos a la composición y gesto de cada imagen, ideadas todas para integrarse en las líneas y trazas del trono tipo catafalco que sustenta la escultura del Cristo Yacente, obra de Francisco Palma Burgos.

Dicho Yacente fue tallado en el año 1949, cuando el artista malagueño tuvo instalado un taller "itinerante" en las dependencias del templo de Santa Marina de Andújar, ciudad en la que trabajó para después trasladarse a Úbeda, localidad giennense en la que permaneció hasta su fallecimiento en 1985.