Se trata de una imagen de terracota realizada para una colección particular de Jaén. La iconografía recreada es la del Niño Jesús dormido. A mediados del siglo XVII se empezaron a introducir en el arte español este tipo de simulacros, que ya gozaban de larga tradición en la pintura europea del Renacimiento y Barroco.

Estilísticamente la obra de los artistas andujareños responde a una tipología rolliza, de modelado anatómico naturalista y sinuoso. El gesto relajado del rostro acentúa el sueño del Divino Infante, que aparece policromado al óleo en tonos suaves y claros, con los tradicionales frescores de las encarnaduras de corte barroco.