Se trata de una imagen de San Francisco Javier para la parroquia del mismo nombre de la barriada hispalense del Polígono de San Pablo. Labrada en madera de cedro, mide aproximadamente 126 cm de altura. La peana sobre la que se asienta, pintada imitando el mármol rojizo, mide 15 cm de altura.

El santo jesuita, originario de Navarra, ha sido representado por la escultora utrerana como un efusivo predicador del evangelio, pues fue relevante su fama como misionero en Oriente. Aparece de pie y en movimiento, llamando la atención sobre la cruz que alza con su mano izquierda, a la que mira con gesto elocuente y fervoroso. La cabeza muestra rasgos enjutos, escasa barba y tonsura romana en los cabellos. El hábito, ceñido a la cintura, está resuelto airosamente y con minuciosos pliegues.

La obra, de talla completa, posee ojos castaños de cristal y el borde de la túnica decorado con ancha cenefa dorada en oro fino y esgrafiada con ornamentación vegetal, siguiendo el estilo churrigueresco. Como exorno lleva un nimbo de plata cincelado en los talleres sevillanos de Orfebrería Maestrante.