Se trata de una imagen de tamaño inferior del natural (mide 40 cm de altura) cuyo destino es una colección particular de Antequera (Málaga). Ha sido realizada en terracota y telas encoladas y policromadas por el joven artista pontanés -discípulo de la prestigiosa artista sevillana Lourdes Hernández Peña-, quien lleva a cabo con esta obra su interpretación personal de las clásicas Dolorosas de busto labradas por Pedro de Mena.

Como las creaciones del maestro granadino, la policromía responde al modelo de la liturgia inmaculista: manto azul y túnica roja; si bien en este caso la toca también es de tonos carmín, y no blanca ni amarillenta. La expresión de dolor, con la mirada elevada al cielo, es harto meláncolica. Por el movimiento de los dedos de las manos, ha sido representada en el instante en que se dispona a juntarlas para orar por el destino del Hijo.