Se trata de una Dolorosa de 85 cm de altura, labrada en terracota policromada al óleo para vestir hasta la altura del busto, con candelero de madera y terminaciones al pulimento. Es imagen propia de la devoción particular, cuya aflicción se manifiesta en las manos sobre el pecho y sobre todo en los párpados muy castigados por un llanto que se recrea mediante cuatro gruesas lágrimas de cristal dispuestas en pómulos y mejillas.

El modelado del semblante es bastante idealizado (ojos almendrados, ceño suavemente marcado, nariz afilada, labios picudos y carnosos, mentón saliente) dentro del expresivo naturalismo que Juan Bautista Jiménez imprime a este pequeño simulacro realizado para una colección privada de Málaga. Para realzar la mirada el joven autor recurre a largas y finas pestañas en los párpados superiores y negro trazo en los inferiores.