Se trata de una Dolorosa de tamaño inferior del natural (110 cm de altura), realizada el presente año para la colección particular de María Luisa Portillo Ordóñez, en la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra.
La bella imagen, de las llamadas de candelero para vestir, ha sido tallada en madera de cedro y policromada al óleo con acabado en brillo. Posee pestañas postizas en los párpados superiores, ojos de vidrio y seis lágrimas de cristal corriendo por sus mejillas.
Detalles morfológicos como el tipo de carnaciones, la disposición del abocetado cabello y el modelado de la boca, con la lengua asomando entre la dentadura perfectamente tallada, remiten a modelos marianos de la escuela sevillana que van del siglo XVIII a la primera mitad de la centuria siguiente.
Pulsando en el icono que encabeza la noticia, podrán ver más instantáneas de una talla que ha recibido el título del Silencio y la Humildad, según un fragmento del libro de oraciones del capuchino Ignacio Larrañaga que a continuación reproducimos:
Madre del Silencio y de la Humildad, tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad. Eres fecundidad y plenitud. Eres atención y solicitud por los hermanos. Estás vestida de fortaleza. En ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual. Eres señora de ti misma antes de ser señora nuestra. No existe dispersión en ti. En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor. Estás dentro de Dios y Dios dentro de ti. El misterio total te envuelve y te penetra, te posee, ocupa e integra todo tu ser. Parece que todo quedó paralizado en ti, todo se identificó contigo: el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer humilde, Dios. Todo quedó asumido en ti, y divinizado. Jamás se vio estampa humana con tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora. Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia. Estás abismada en el Señor, y al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Caná. Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica. Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue, y que, para derramarse, es necesario cargarse. El mundo se ahoga en el mar de la dispersión, y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso. Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación; y que el silencio, sin el apostolado, es comodidad. Envuélvenos en el mando de tu silencio , contágianos de tu infinita humildad, y comunicamos la fortaleza de tu Fe, la altura de tu Esperanza, y la profundidad de tu Amor. Quédate con los que se quedan y vente con los que nos vamos.
¡Oh Madre Admirable del Silencio y la Humildad!
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