Con cierta innovación formal respecto al resto de su producción, el busto de Cristo, realizado por el escultor linarense para una colección privada, se muestra pleno de profundidad expresiva y angustia contenida. Esta tensión psicológica se acentúa con el movimiento de la composición, reforzada a su vez con la dirección de la mirada, acertado recurso barroco que invita al espectador a seguirla y de esta manera, hacerlo partícipe de las intenciones del autor. El modelado de la pieza, como es habitual en el artista, es dulce y blando, con cuidada policromía basada en veladuras y sfumatos, prescindiendo de detalles a punta de pincel con el fin de conseguir coherencia y unidad estéticas.

Respecto al Atado a la Columna, a pesar de estar concebido como boceto -de ahí que solo mida 80 cm de altura-, no carece de carácter monumental. Esta representación de la Flagelación reitera el gusto del autor por la estética de los maestros granadinos Alonso Cano y José de Mora, componiendo una escena de equilibrada mesura pese al forzado contrapposto, recreándose en la morbidez del estudio anatómico huyendo de los artificios efectistas y los excesos cruentos. Las naturalistas carnaduras y el dramatismo psicológico del rostro, muestran la intención de acercarlo al fiel e invitarlo a una contemplación reflexiva, propia del intimismo presente en la mayoría de las creaciones sacras de José Ángel Palacios.