NUEVA OBRA DE JOSÉ MARÍA MOLINA PALAZÓN

Javier Morote Martínez (29/04/2013)


 

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El escultor blanqueño José María Molina Palazón revierte en su personalidad los ecos de multitud de periodos artísticos. Aúna en sus obras fuentes medievales, clasicistas y barrocas, como podemos comprobar en este Ángel de la Pasión para Yecla (Murcia), tallado íntegramente en madera de cedro real.

La obra tiene una altura de 170 cm (sin contar la cruz) y muestra un tratamiento de paños que evidencia la admiración del autor por la escultura italiana, especialmente por la maniera berninesca. La vaporosidad de las telas no obvia la anatomía adivinada bajo las mismas ni la corporeidad de unas estudiadas proporciones. En la composición se aprecia un preciso estudio de planos, destacando el marcado interés tridimensional.

El artista revitaliza el tema iconográfico. En la tradición cristiana, muchas son las variantes plásticas que se han dado a través de los siglos; además de la serie de los Arcángeles, existen otras como son los Pasionarios: un grupo de seres celestiales que, según la tradición cristiana, asisten a la Pasión para confortar a Cristo en el doloroso final de su vida terrena. Como atributos presenta los instrumentos martiriales para presentarlos al Padre, como muestra de que la Pasión se ha consumado y con ello se ha logrado la salvación del género humano. Según las jerarquías celestes de Dionisio el Areopagita, este tipo de Ángeles-Virtudes, que llevan símbolos pasionistas y en ocasiones escudos en alusión al triunfo del bien sobre el mal, se relacionan con los responsables de la ejecución de la divina justicia, y con los que en el momento del Juicio Final llevan instrumentos alusivos a la pasión de Cristo.

Molina Palazón ha gubiado un Ángel de rostro hermoso, poseedor de rasgos finos, en el que evidenciamos una expresión dolorida, de honda melancolía y tristeza. Se abraza al santo madero (símbolo de redención) con el brazo derecho, en cuya mano sostiene los tres clavos de la crucifixión. Con la mano izquierda sujeta la corona de espinas con un verismo escalofriante al disponer las vítreas y resbaladizas gotas de sangre por las punzantes y largas espinas. El imaginero presenta una vez más su alarde técnico en la talla del cabello, configurado esta vez por una naturalista larga melena que ondea al viento, y la minuciosidad con la que recrea las alas y los adornos de talla ornamental en broches de cuello, cinturón, túnica y botas. Nada se deja al azar, mostrando un celoso cuidado en todos y cada uno de los detalles que integran la representación.

Se alza sobre un complejo rocoso calcáreo (símbolo del Gólgota), sobre el que descansa en el margen izquierdo la calavera de Adán que, según la Leyenda Dorada, estaba enterrada en el Monte Calvario, siendo este el primer hombre muerto por el pecado al que la sangre de Cristo redime y, por medio de él, a toda la humanidad. En el margen derecho observamos la visión historicista que Molina Palazón hace del Fantastic-Art, incorporando detalles naturalistas y fantásticos al tremebundo rostro del diablo, que irrumpe en la escena levantando la solera pétrea. Junto a la cruz, su cola arranca mordaz, ávida de nerviosismo con ansia de enroscarse en la cruz redentora, consiguiendo emular la sensación de retorcimiento en el subsuelo bajo el drama que acontece en la superficie. Diablo y cola se retuercen rabiosamente como entes independientes que ven cómo, en palabras del Padre, todo se ha consumado. Igualmente, se disponen otros elementos que aluden al tormento de Jesús: el flagrum romano, los dados con los que la soldadesca subastó sus vestiduras (formando el 666, número de la bestia) y, finalmente, la caña apoyada en el leño. Tras esta palabra "Consumatum est", declaración de victoria, en la cruz de Cristo el diablo es destruido, la ley cumplida y el pecado redimido.

Señalar, por último, que el Ángel Pasionista yeclano presenta una combinación cargada de emotividad, proximidad y romanticismo, así como un compendio de expresiones y calidades táctiles conseguidas a través del extremado hincapié que Molina Palazón realiza en la delicada y estudiada policromía y estofado.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra
y su proceso de ejecución a través del icono que encabeza la noticia.

 

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