NUEVA OBRA DE JOSÉ MARÍA RUIZ MONTES
José Jiménez Guerrero (11/03/2017)
En 2013 un grupo de componentes del claustro de profesores del colegio malagueño de Gamarra, junto con la Congregación de las Hijas de Jesús en Málaga, se planteó la necesidad de realzar e identificar más con el carisma jesuitino la tradicional procesión de un pequeño crucificado que se venía celebrando por el interior del colegio. Faltaba la presencia de una imagen mariana y, para solucionarlo, se pusieron manos a la obra. El acuerdo con la Hermandad del Dulce Nombre de Málaga permitió que sus antiguas imágenes recibiesen culto en la capilla de Gamarra. Era el 29 de enero de 2013. Para apoyar esta iniciativa se creó una asociación civil en cuya primera junta directiva se integraron diferentes estamentos de la familia de Gamarra: padres, alumnos, profesores, allegados y ex alumnos. Así nació la Asociación Cofrades de Gamarra. Fue el 5 de julio de 2014. Hoy se da un paso más, porque la asociación ha querido que una nueva imagen se convierta en su titular. Para que la idea se plasmara en realidad se acudió a un joven artista malagueño que ha dado sobradas muestras de su maestría: José María Ruiz Montes, un escultor que, desde sus inicios, quiso innovar y renovar la estatuaria malacitana. Habría que remontarse al primer tercio del siglo pasado para hallar a otro que pretendiera algo semejante: Francisco Palma García. Y es que Ruiz Montes ha tomado el relevo de aquellos míticos escultores imagineros que laboraron en tiempos pretéritos en Málaga y que dieron forma a las devociones de nuestros antepasados: Pedro de Mena (un granadino malagueño), Fernando Ortiz, Francisco de Paula Gómez de Valdivieso, los Gutiérrez de León, Francisco Palma García, Francisco Palma Burgos, Juan Vargas Cortés, Pedro Moreira, Adrián Risueño, Pedro Pérez Hidalgo, Andrés Cabello Requena... y también evocamos a aquellos escultores anónimos que con sensibilidad fueron capaces de plasmar una devoción inequívoca. Todo se inició con un boceto en el que Ruiz Montes supo captar el sentimiento devocional que los cofrades de Gamarra querían trasladar a la imagen de su Dolorosa. El autor se ha basado en modelos vivos para componer cuerpo y rostro. No es infrecuente que los artistas recurran a personas reales para implementar unos rasgos físicos determinados a una imagen concreta. Aquí también ha sido el caso. Ruiz Montes ha realizado la Dolorosa que presentamos a tamaño real (175 cm de altura, 180 cm con la peana) en madera de cedro real procedente de Sudamérica. Y la ha labrado, tras su modelado en barro, con técnica directa. Posee el cuerpo anatomizado. En su interior se ha colocado una copia del contrato de hechura de la efigie. Ruiz Montes ha labrado con minuciosidad y preciosismo el cabello. El peinado entronca con el aire popular andaluz. La presencia de un recogido bajo en la zona de la nuca así lo delata. No ha sido menor el esmero en el rostro de la imagen. Llama la atención la fuerza expresiva de sus ojos, aumentada con la disposición de las cejas. La mirada cabizbaja, a pesar de que se dirige hacia el lado derecho, posee efecto de frontalidad. Al mismo tiempo, aporta un resultado de cierta languidez. Es la expresión del dolor más íntimo y personal. En el rostro destacan unas facciones perfectas, con la inclusión de la boca entreabierta, la pulcra talla de la nariz, la suavidad en el modelado y la aportación de un volumen concreto otorgado a pómulos y párpados. Todo ello, matizado con la encarnadura y la adición de la delicada policromía, consigue el efecto perseguido: humanizar lo divino. Como es fácilmente comprobable, la imagen puede representar a la de cualquier mujer real. Ruiz Montes también se ha recreado en la hechura de las manos de la efigie. La finura, exquisitez y delicadeza preside su talla. Con ello consigue que la mirada del espectador no sólo se dirija hacia el rostro. Las manos se erigen en punto de focalización visual y no solo por lo que en ellas se pudiera ubicar, sino por la disposición que adoptan. La imagen lleva su mano derecha hacia el corazón. Es un recurso que simboliza y refleja el dolor por lo que le sucede al Hijo. El artista ha sabido plasmar, de forma magistral, la disposición anatómica fruto del giro que le imprime y, al tiempo, le ha otorgado una elegancia acorde con lo que representa. Finalmente, destacar el primoroso trabajo de talla en los desnudos pies. Son detalles que normalmente pasan desapercibidos, pero que revelan el profundo estudio anatómico al que Ruiz Montes somete sus trabajos. A la Dolorosa se le ha ubicado en su pecho un corazón radiante con daga. La presencia del puñal de orfebrería entre los atributos marianos data del siglo XVII y hace referencia a un relato previo a la Pasión: la profecía a María del anciano Simeón durante la presentación del Niño en el templo de Jerusalén. Simbólicamente nos remite a la salvación prometida por el Hijo de Dios. En el corazón se ubican llamas de amor divino con las que se representa su amor por la humanidad y los símbolos del camino que purificó su corazón. Esta original pieza ha sido diseñada por Pablo González y labrada en metal plateado en los talleres de Orfebrería Giralda (Sevilla) por Carlos Vázquez y Alejandro Parra. En ella se han grabado frases pronunciadas por la Madre Cándida. También porta el logotipo de las Hijas de Jesús. En su mano izquierda, la Dolorosa porta un libro. Como afirmó la profesora Fuente Pérez, la representación de la Virgen con un libro en su regazo o ubicado sobre una mesa se difundió a partir del siglo XII, de forma paralela a la extensión de la idea de que, como Madre de Dios, María había sido mujer dotada espiritual e intelectualmente. Un siglo más tarde, Alberto Magno enseñaba que María había sido maestra en las siete artes liberales, es decir, en el Trivium y en el Quadrivium. Así, las escenas de la Anunciación, que habían comenzado representando a la Virgen con el huso y la rueca, pasaron a ser reflejadas con un libro. Pero en el caso que analizamos, la inclusión de un libro alude a la obediencia divina y al sentido de la oración, adquiere como mensaje inequívoco un sentido enlazado con el mundo de la enseñanza y, al mismo tiempo, quiere insinuar la localización espacial en la que va a ser ubicada la efigie: una capilla en un centro de enseñanza. El libro se erige por derecho propio en transmisor del conocimiento y clave en los procesos educativos. Como dato curioso les señalo que el libro que porta la Dolorosa de Gamarra es un devocionario con oraciones infantiles. La imagen se corona con un halo también diseñado por Pablo González. Llama poderosamente la atención la originalidad que el creador ha implementado en su diseño. Se trata de una obra muy estudiada y profusamente decorada. La inclusión de las doce estrellas entre cartelas, coronadas por una filacteria con letanías marianas, nos retrotrae a la época barroca, pero, al mismo tiempo, alude al Génesis (37: 9, 11) y al Apocalipsis (12:1). El halo, donado por la Archicofradía de la Expiración, está nimbado por un resplandor de piezas biseladas. Ha sido realizado en Orfebrería Giralda por los ya mencionados Alejandro Parra y Carlos Vázquez. También hay que citar y alabar el trabajo de las personas que han confeccionado las vestiduras para la imagen: Lucía Fernández y Aurora Romero. Así como al encargado de vestirla: Cristóbal Cruces. A la Dolorosa se le ha adjudicado el título de Nuestra Purísima Madre del Buen Camino. Una advocación única y exclusiva entre las de las Dolorosas de España. El nombre de Purísima hace referencia a una advocación de hondo calado en el colegio de Gamarra y en la orden de las jesuitinas: la de la Inmaculada o Purísima Concepción. Y la advocación de Buen Camino, aunque indirectamente, también está enlazada con la historia cofrade malacitana, ya que hubo posibilidad de que a una imagen pasionista, aunque en este caso de Cristo, se la titulara Camino, una advocación que pudo nacer en el siglo XVIII en la nombrada como Haza del Campillo, en el mismo espacio físico en el que en 1943, las primeras jesuitinas alzaron colegio y casa en Málaga. Por último, comentar que la galería que acompaña la noticia cuenta con el siempre excelente trabajo de tres fotógrafos de Málaga: Álvaro López, Ruperto Leal y Luis Manuel Gómez Pozo; los dos primeros han retratado la obra en el taller del escultor, y el tercero, autor también del icono que encabeza la noticia, en su presentación que tuvo lugar el pasado 2 de febrero en la sede de Ars Málaga. En esta misma página (imagen inferior) pueden observar el boceto en papel de la Dolorosa, dibujado por su autor José María Ruiz Montes. |
Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.
www.lahornacina.com