Se trata de un busto a tamaño natural del pasaje evangélico conocido como Ecce Homo, siendo la primera imagen de Cristo del joven autor (Paterna del Campo, Huelva, 2001). Está realizado en barro cocido y policromado al óleo.

Representa a Jesús erguido, con el rostro levemente girado hacia la derecha para dar dinamismo. Intentando huir de excesos dramáticos, muestra una expresión abatida y llena de tristeza, carácter que se acentúa en la boca entreabierta y la mirada implorante al cielo, consiguiendo que evoque compasión a quien la contempla. Coronado de espinas, presenta un modelado de líneas suaves, así como ondulados cabellos que se reparten en igualados mechones por ambos lados del rostro. Su policromía se encuentra totalmente aplicada al óleo siguiendo las técnicas clásicas de la imaginería.

Para la realización de esta obra se han tomado referentes de la Escuela barroca granadina y de la obra del escultor e imaginero malagueño Fernando Ortiz, activo en el siglo XVIII. Su intención ha sido conjugar elementos de la imaginería clásica con otros elementos más cercanos al naturalismo, patentes en la imaginería contemporánea.

El Ecce Homo ha sido labrado sin encargo previo, ya que el propósito del autor ha sido realizar un estudio y aplicar los conocimientos adquiridos en estos años que se encuentra cursando su formación académica; de ahí la libertad de crear el busto sin ningún tipo de condicionante, logrando unos valores plásticos de notable interés.

Hijo y nieto de tallistas, López Carrillo ha mostrado desde pequeño su vocación por el arte sacro. En 2019 se trasladó a la capital hispalense para comenzar su formación en la Escuela de Arte, donde se tituló en el ciclo superior de Moldes y Reproducciones Escultóricas. Actualmente cursa el tercer año de carrera en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Durante este periodo también ha tenido la oportunidad de compaginar su formación en un taller local de imaginería.