RESTAURACIONES DE CARLES SALAFRANCA PARA EL SANTO ÁNGEL DE SEVILLA

Con información del restaurador (30/06/2024)


 

     
     
 
     
     

 

San Francisco de Paula (I)

La presenta talla se puede englobar dentro de las creaciones de la escuela granadina de los siglos XVII y XVIII; concretamente, entre las de la saga de los Mora y su círculo. De una extraordinaria factura, contemplamos características morfológicas muy propias de la Escuela barroca granadina, sobre todo de la familia Mora: rostros con facciones alargadas, marcados pómulos, ojos redondeados de grandes párpados, labios carnosos, manos rudas y bien torneadas, etcétera. Destaca el trabajado tallado y la policromía de las partes anatómicas -la cabeza, especialmente, es de una belleza y fuerza arrebatadora-, junto con la sencillez e incluso rotundidad del hábito oscuro, imitando sarga, del monje.

Se trata de la representación de San Francisco de Paula (1416-1507), eremita y fundador de la Orden de los Mínimos, que, curiosamente, nunca fue ordenado sacerdote.

La talla tenía un estado de conservación algo deficiente. Presentaba diversos faltantes de soporte, como gran parte de los dedos en la mano derecha. Había también perdido sus atributos iconográficos, conservando solamente parte del resplandor del "Charitas" que ostenta en la mano izquierda, contemplándolo. Una densa capa de suciedad superficial, acumulada y depositada, cubría la policromía, además de observarse extremadamente amarilleada y oxidada la capa de barniz que cubría la efigie. Se observaban zonas craqueladas y levantamientos de policromía con riesgo de desprendimiento. También presenta numerosos agujeros por toda la superficie, secuelas de un ataque de insectos xilófagos; ahora inactivos, pero que han dejado su rastro sobre la imagen.

 

     
     
 
     
     

 

San Francisco de Paula (II)

El planteamiento del proceso de intervención fue el de estabilizar la estructura de la talla y recuperar, en la medida de lo posible, su visión original completa. Para ello, se realizó una limpieza mecánica que retirase todo el polvo acumulado. Posteriormente, se consolidaron y devolvieron a su sitio las zonas descohesionadas realizando inyecciones y humectaciones de resina acrílica en dispersión acuosa.

Afianzadas las partes con riesgo de pérdida, se procedió a la limpieza físico-química de la policromía utilizando un jabón tensioactivo de PH neutro disuelto en agua desionizada, a baja proporción, que retirase la suciedad adherida. Para retirar el barniz oxidado que cubría las carnaciones se utilizó una mezcla a partes iguales de acetona y etanol.

Limpia la talla, se realizó un primer barnizado intermedio de protección para preservar el estrato original, aplicado a brocha. Tras ello se recuperan faltantes y volúmenes perdidos mediante resina epoxídica bi-componente para madera, con la que se moldearon y tallaron dedos, pliegues de ropajes y lagunas que faltaban. Se cerraron las grietas y fendas de la madera inyectando, primero, resina acrílica mediante jeringuilla, para luego sellar la grieta con la misma resina epoxídica. Para el resplandor del Charitas, que presentaba la falta de cinco rayos, estos se reprodujeron con resina epoxídica y, posteriormente, se integraron cromáticamente utilizando pan de plata aplicado al mixtión.

Se prosiguió con el estucado, utilizando una preparación sintética de sulfato de cal dispersa en agua que, aplicada a pincel sobre los faltantes repuestos, preparó el estrato para la reintegración. Tras la nivelación de las lagunas estucadas, se procedió a reintegrar cromáticamente los faltantes con colores al agua y, posteriormente, colores al barniz. Se terminó con un barnizado de protección satinado aplicado en spray.

Decidimos mantener las perforaciones creadas por los insectos xilófagos por su elevado número, por ser parte de la historia material de la obra, porque no han atacado partes importantes de la misma -cabeza y manos, al estar realizadas seguramente con madera de cedro más resistente al ataque de insectos- y porque la pieza tiene como destino la exposición en el Museo del Santo Ángel de Sevilla, de modo que admite un tratamiento de conservación más museográfico y no tan intervencionista.

Respecto a la peana, tenía faltantes en las patas y zona posterior, muy atacada por xilófagos, de forma que se reintegraron los volúmenes con resina epoxídica para madera -las patas faltantes con madera de pino y balsa- y se estucaron e integraron cromáticamente las lagunas siguiendo la imitación de los marmorizados. Asimismo, se realizó una vara a modo de cayado con madera de haya, para reponerla en la mano derecha del santo y completar su visión iconográfica.

 

     
     
 
     
     

 

San Elesbaan y Santa Efigenia (I)

Nos encontramos ante una iconografía particular y poco conocida de dos santos venerados por la Orden del Carmelo como dos de los primeros fundadores y eremitas que se retiraron a la vida contemplativa.

San Elesbaan (hacia 530 d.C.) fue un rey de Aksum o Axum, territorio situado entre las actuales Eritrea y Etiopia. Siendo rey, combatió a los judíos e intentó vengar los martirios de los primeros cristianos. Al abdicar, entregó su corona a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y se retiró como ermitaño.

Respecto a Santa Efigenia, era hija del rey etíope Egipo y la reina Eufenisa en los inicios del siglo I d.C. Fue el apóstol Mateo quien introdujo el cristianismo en la zona; siendo el rey partidario de ello, si bien, por razones políticas, prefirió seguir con su religión autóctona aunque permitiendo que se predicase el cristianismo. Efigenia, en cambio, abrazó la fe cristiana, dedicándose a la vida religiosa.

Las tallas de ambos santos tenían un estado de conservación muy deficiente. Fechables en torno al siglo XVIII, habían sido expuestas a altos valores de humedad que provocaron la apertura de fendas en la madera por muchas zonas. Presentaban también numerosos faltantes de soporte, como gran parte de los dedos en las manos, así como partes de la corona del rey derrotado por el santo. Habían perdido también sus atributos iconográficos. Seguramente, la santa llevase una corona a los pies, dispuesta en la peana, que no ha llegado a nuestros días.

Una densa capa de suciedad superficial acumulada y depositada sobre las piezas cubría la policromía y creaba focos de anidación de insectos y acumulación de humedad. Se observaban igualmente zonas craqueladas y levantamientos de policromía con riesgo de desprendimiento. Un denso repinte cubría ambas capas del hábito carmelita que visten, tanto por la parte exterior como por la interior.

 

     
     
 
     
     

 

San Elesbaan y Santa Efigenia (II)

También en el caso de los santos carmelitas, el planteamiento del proceso de intervención llevado a cabo por Carles Salafranca, conservador y restaurador, fue intentar estabilizar la estabilidad estructural de las tallas y recuperar, en la medida de lo posible, su visión original completa.

Para ello, se realizó una limpieza mecánica que retiró todo el polvo acumulado sobre las piezas. Posteriormente, se consolidaron y devolvieron a su sitio las zonas descohesionadas con inyecciones y humectaciones de resina acrílica en dispersión acuosa. Afianzadas las partes con riesgo de pérdida, se procedió a la limpieza físico-química de la policromía en dos fases: una primera que retiró los depósitos más adheridos sobre la policromía -mediante el uso de un tensioactivo de PH neutro disuelto en agua desionizada, a baja proporción- y una segunda, más centrada en las capas, que retiró el denso repinte de pintura esmaltada que habían recibido; para ello, se eliminó gradualmente a punta de bisturí el grueso del repinte, y para terminar de rebajarlo, se utilizó una mezcla a partes iguales de acetona y etanol.

Limpias las tallas, se realizó un primer barnizado intermedio de protección para preservar el estrato original. Tras lo cual, se recuperaron los faltantes y volúmenes perdidos mediante resina epóxídica bi-componente para madera, con la que se moldearon y tallaron dedos, piezas de la corona, pliegues de ropajes y lagunas que faltaban.

Se cerraron las grietas y fendas de la madera inyectando, primero, resina acrílica mediante jeringuilla, para luego sellar la grieta con la misma resina epoxídica. Se prosiguió con el estucado, utilizando una preparación sintética de sulfato de cal dispersa en agua que, aplicada a pincel sobre los faltantes repuestos, preparó el estrato para la reintegración. Tras la nivelación de las lagunas estucadas, se procedió a reintegrar cromáticamente los faltantes con colores al agua y, posteriormente, colores al barniz. Se terminó con un barnizado de protección satinado aplicado en spray.

Las tallas tienen una gran semejanza con las que se conservan en la Catedral de Tui (Pontevedra), las cuales fueron estudiadas a la hora de realizar y reponer los elementos iconográficos perdidos: para San Elesbaan, la cruz alzada realizada en madera de haya rematada en punta de flecha y el gallardete con el león rampante, de simbolismo real, enarbolando la cruz cristiana, pintado sobre tafetán de algodón y aplicando tela encolada; para Santa Efigenia, la cruz alzada de madera de haya y la casa palaciega en llamas, realizada en poliestireno extruido y masilla acrílica de maquetación, policromada a posteriori.

Con todo este proceso de ha devuelto y completado la visión completa de las tallas que, con el paso del tiempo, habían alterado su fisonomía y perdido su significado al no conservar elementos de su iconografía.

En todos los casos, Carles Salafranca ha intentado respetar al máximo el estilo y estado original de las esculturas, actuando sobre los faltantes, para que conserve su materialidad la pátina y el desgaste otorgado por el tiempo y las alteraciones sufridas, aunque mejorando el aspecto global e íntegro de las tres piezas.

 

Fotos: Jesús Bermejo

 

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