La escultura parece recrear uno de los dramáticos poemas del literato barroco español José de Valdivielso que habla de la Virgen María como de un abismo de dolor, pues todo en ella es luto y pena por la muerte del hijo, desde las lágrimas que bañan sus mejillas hasta el rigor del negro que la envuelve.

Su artífice crea una dinámica composición del busto en diagonal que lleva al espectador a desplazar sus ojos del cabizbajo rostro a las manos, unidas retorciéndose de angustia sobre el pecho, lo que junto al gesto de los resecos labios nos hace sopesar una plegaria para alivio del sufrimiento.

La obra lleva por título Soledad de la Inmaculada Concepción por su propia iconografía que muestra a la madre sola tras la sepultura de Cristo, por la advocación de la Purísima que tiene la patrona de Torrevieja -localidad donde su autor nació y reside- y por la unión de dos referentes en el culto mariano del territorio alicantino.

Esta talla en cedro policromado que mide 170 cm de altura ha sido concebida por Víctor García Villalgordo con un marcado acento realista -visible sobre todo en las manos, tomadas de un modelo del natural- dentro de la idealización que la piedad popular suele exigir a este tipo de efigies devocionales.

Soledad de la Inmaculada Concepción. Imagen realizada libremente y sin requisitos previos que, de momento, preside la colección personal del autor. José Negre Ferrer ha sido su vestidor para este reportaje, que pronto será ampliado con fotografías en las que la Virgen figurará con una saya bordada por Francisco García Paredes.