La obra representa una brillante creación sacra del valenciano Vicente López (1772-1850), uno de los principales artífices de la pintura neoclásica de nuestro país que llegó a ser nombrado Pintor de Cámara en la corte de la soberana Isabel II. Se conserva en la Catedral de Tortosa (Tarragona). 

Casi tanto como la Inmaculada realizada por López en torno al año 1834, esta pieza pertenece a la época del autor en la que se despoja de las primeras influencias cortesanas y de los esquemas valencianos, con Mariano Salvador Maella y Francisco Bayeu como figuras a imitar, para ofrecer unas soluciones absolutamente originales y contemporáneas, lejanas ya las creaciones barrocas de su periodo de formación.

Como hemos apuntado anteriormente, esta Virgen del Carmen no participa en la misma medida que la Inmaculada, posiblemente la obra más significativa de su producción religiosa, de dicha evolución, y aunque menos ejemplar, presenta una composición y acabado loables. La deliciosa escena recrea el momento en que la Madre termina de colocar al Niño el escapulario de la Orden, el cual ambos contemplan extasiados.