La que es sin duda una de las tallas marianas más interesantes de la provincia almeriense es también patrona del municipio de Cuevas de Almanzora, así como una de las numerosas obras erróneamente atribuidas al afamado escultor murciano Francisco Salzillo dada su gran calidad artística.

Su verdadero autor es el artista Francisco Bellver y Collazos, nacido en Valencia en el año 1812. Trasladado a Madrid cuando contaba muy pocos años de edad, empezó a dibujar con notable aplicación y grandes resultados, por lo que su familia resolvió ponerle bajo la dirección del tallista Valentín Urbano. Tras cinco años ejerciendo de tallista, y sin abandonar dicha profesión, Francisco Bellver decidió ampliar sus conocimientos en las clases de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) y en el estudio de José Tomás, escultor a quien se deben numerosas e importantes obras, en muchas de las cuales tomó Bellver parte muy activa.

No cabe duda que la Señora se halla inmersa en la estética amable, depurada e intimista que ostentaron las creaciones del Setecientos en la zona del Levante español. Aunque en este caso existe constancia de la ejecución por Bellver de "una estatua de madera, tamaño natural [...] para Cuevas de Vera, en la provincia de Almería" -Cuevas de Vera es el nombre con el que se conocía a Cuevas del Almanzora en el siglo XIX-, las efigies coetáneas a la presente obra son, en su mayoría, realizadas por buenos artistas anónimos, la mayoría de ellos seguidores de la estética implantada por la familia Vergara, de influjo italianizante y caracterizada, entre otros detalles, por la delicadeza de la composición, la dulzura de los rostros y la elegancia en el modelado de las manos.

Hablamos por tanto de tallas de catalogación complicada, ya que frecuentemente intervenían en ellas más de un artífice, debido a la gran demanda existente en el periodo, especialmente de imágenes académicas destinadas a la devoción privada, cuyo resultado solía ser más popular y estereotipado frente al mayor virtuosismo que desplegaban las esculturas de tamaño natural dirigidas al culto público.

En el caso de las efigies marianas para vestir, muchas de ellas son de talla completa, tal y como es habitual en la zona. Presentan cabeza, manos, piernas, y pies tallados y calzados con sandalias hebreas, siendo el resto del cuerpo una túnica tallada o una silueta femenina anatómicamente esquematizada, en ambos casos pintada con un único tono de color. Un ejemplo lo encontramos en obras como la salzillesca Virgen de los Dolores, de Tobarra (Albacete). En no pocas ocasiones, las imágenes privadas quedaban realzadas por una nube que le servía de escabel; lamentablemente, varias de ellas han perdido tanto la nube como parte del cuerpo para convertirlas en obras de candelero por influencia de los usos sevillanos, caso de la decimonónica Virgen del Rosario de Huelva.

Fue tal la influencia de las técnicas empleadas por maestros como Ignacio Vergara o su discípulo José Esteve y Bonet, que han prevalecido con fuerza en el siglo XX e incluso en los albores del XXI que vivimos. Es el caso de los artistas valencianos Ramón Chaveli y Pío Mollar, éste último con creaciones tan veneradas como la malagueña Virgen del Rocío, que, como bien ha apreciado Alejandro Cerezo, muestra notables semejanzas con la onubense Virgen del Rosario que mencionábamos anteriormente.

Francisco Bellver fue Académico de número de la Academia de San Fernando, y profesor de adorno en las Escuelas de Dibujo dependientes del Conservatorio de Artes. En la Exposición universal de Londres, celebrada en el año 1851, obtuvo un galardón, y fue en diferentes ocasiones miembro de tribunales y jurados para exposiciones públicas.