GRECIA. FUENTE DEL ARTE OCCIDENTAL (V)
LA ACRÓPOLIS
Con información de Roger Ling
"Permitir que un Estado miembro de la Unión Europea sea tratado de esa manera es un gran error político contra el ideal europeo (...) Después de haber hecho de Grecia un laboratorio político quieren hacer un escarmiento: ¡miren cómo son tratados los que se resisten!" Jean-Luc Mélenchon |
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Erection (Pórtico de las Cariátides) 421-hacia 405 a.C. |
Templo de Atenea Nikē Hacia 449-425 a.C. |
La obra de Fidias, por la cual ha pasado a la historia, es el encargo de Pericles para dirigir la creación de la nueva Acrópolis de Atenas. Consta que la Acrópolis fue ocupada al menos desde la Edad del Bronce. Aún son visibles restos de la fortificación micénica en su lado oeste. En la época Arcaica se levantaron templos, estatuas y tesoros cuyos restos fueron piadosamente enterrados tras la destrucción persa del 480 a.C. Devastada por los persas, la Acrópolis no se había transformado ni remodelado en el momento en que Pericles y Fidias tomaron la dirección de las obras. Únicamente la muralla había recibido protección, y se había construido un pórtico en el recinto de Artemisa. El proyecto de la nueva Acrópolis, sujeto a los principios de un urbanismo lógico, claro, cómodo y racional, era tan importante que ni Fidias ni Pericles pudo verlo concluido antes de su muerte. Hubo que esperar a la siguiente generación para que la Acrópolis adquiriese su aspecto global. Para sufragar los enormes costes Pericles utilizó el tesoro de los dioses y el producto de una de las minas de plata de Laurion, así como los recursos de la Liga de Delos. La terraza artificial, establecida desde los tiempos micénicos, sirvió de eje a la nueva Acrópolis de Atenas. Alrededor de ella se habían de instalar templos y construcciones. Cada monumento aparece aislado y con su propia personalidad, lo que da al conjunto un aspecto desarticulado en el seno de la armonía general. Las construcciones principales de la Acrópolis de Pericles son las siguientes:
La tarde del 26 de septiembre de 1687 una bomba arrojada por los venecianos desde la colina de la Pnyx hizo blanco en el Partenón. Los turcos habían convertido el edificio en polvorín, convencidos de que el enemigo no se atrevería a abrir fuego y destruir lo que ya empezaba a ser considerado como una joya de la Antigüedad clásica. La explosión hizo que los fragmentos se esparcieran por toda la colina de la Acrópolis y por la ciudad baja. Morosini, el veneciano que había ejecutado esta masacre artística, quiso llevarse como trofeo las esculturas del frontón occidental del Partenón, aún casi intactas, con tan poca habilidad que las estrelló contra el suelo. Algunos fragmentos fueron recogidos por sus oficiales. Así comenzó el expolio del Partenón, aunque antes ya había sufrido saqueos e incendios al ser utilizado como iglesia cristiana (Nuestra Señora de Atenas, perdiendo entonces el centro de su frontón principal, las metopas de tres de sus lados y parte del friso en el que se abrieron ventanas) y mezquita, levantando entonces los turcos unos minaretes. El saqueo más salvaje fue, no obstante, el de lord Elgin cuyo agente, Lusieri, no dudó en arrancar, mutilando el monumento, esculturas de los frontones, metopas enteras, lajas del friso y tambores de columnas. Los mármoles de Elgin fueron vendidos al British Museum de Londres. La misma historia sufrieron los otros edificios: el Erecteion, por ejemplo, se convirtió en un harén y Lusieri arrancó una columna y una cariátide, y el templo de Atenea Nike fue demolido para colocar en su bastión un punto de defensa, llevándose Lusieri parte del friso. La roca sagrada de Atenas no ha dejado de ser ocupada, invadida y habitada en ningún momento de su historia. La Acrópolis que conocemos es producto de la limpieza de restos antiguos y medievales y de las excavaciones que inician los griegos poco después de su independencia, en 1834. Hoy se vuelve a restaurar. Sus miembros, dañados por la polución y por antiguas y no felices restauraciones, se levantan y se completan en un minucioso y laborioso trabajo. Esta intervención ha dado lugar a nuevos descubrimientos y a un auge de estudios que ha producido una ingente y muy reciente bibliografía. |
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El acontecimiento que más influencia tuvo en la recepción moderna del arte antiguo fue posiblemente la apertura de Grecia a los visitantes occidentales en el siglo XVIII y comienzos del XIX. El momento decisivo fue la llegada a Londres de los mármoles de Elgin. Como hemos dicho, estas esculturas, retiradas del Partenón y otros edificios de Atenas entre los años 1801 y 1803, fueron compradas por el British Museum y expuestas al público en 1816. Afortunadamente, no fueron restauradas (dos de los más eminentes escultores de la época, Flaxman y Canova, rehusaron hacerlo) sino conservadas en el mismo estado mutilado en que Elgin las encontró, inaugurando así una nueva fase de la exhibición de escultura clásica en la historia. Ampliamente difundidas mediante vaciados en yeso, dichas obras se convirtieron en modelos estándar para que los estudiantes de arte pudieran desarrollar sus aptitudes. H.W. Inwood copió el pórtico de las Cariátides del Erecteion para la entrada de la cripta del templo de San Pancracio, construido en Londres entre 1819 y 1822 (imagen superior). Varios años después se construyó el Atheneum de Londres (1829-1832), cuyo exterior está coronado por una copia del friso del Partenón. Por otro lado, las extravagancias diseñadas por James Stuart -quien, junto con Nicholas Revett, realizó en Grecia precisos dibujos de los edificios atenienses; cuya publicación, entre los años 1752 y 1830, condicionó la presencia del lenguaje griego en la arquitectura inglesa- para el parque de Shugborough se basaban en monumentos de Atenas: la Torres de los Vientos, la Linterna de Lisícrates y el Arco de Adriano. |
Fotografías de David Samuel Santos, Steve Swayne y Chris Beckett
FUENTES: AA.VV. "La Grecia Clásica: la Acrópolis y el Canon Clásico", volumen II de Historia del Arte, Barcelona, 1997, pp. 106-112; SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, Carmen. "La Acrópolis de Atenas"; LING, Roger. "El legado del arte clásico", en "El descubrimiento del orden clásico. El arte en Grecia y Roma. El arte paleocristiano", volumen IV de Ars Magna, Barcelona, 2011, pp. 111-121 y 337-338. |
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