LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XII)
CRISTO DE LA SANGRE (HUELVA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Muchos estudiosos coinciden en hablar de esta escultura como un antes y un después en la prolífica producción del artista ayamontino. Para el escultor Alberto Germán Franco Romero supone la culminación de una primera etapa, llegando el autor a una gran estilización, en la que Cristo, ya vencido de dolor, se relaja en una muerte serena, que se refleja en una figura que rezuma clasicismo y sencillez.

Por su parte, el historiador y teólogo Manuel Jesús Carrasco Terriza la considera también una ruptura definitiva con la tradición de la escuela sevillana, además de la quintaesencia de Antonio León Ortega, ya que en ella se dan cita todos sus grafismos, los cuales irán simplificándose progresivamente a partir de entonces.

De lo que no cabe duda es que se trata de una de las creaciones más notables del imaginero, quien realizó una soberbia representación de Cristo muerto en la Cruz con el cuerpo bastante caído hacia delante, hallándose la cabeza desplomada a la izquierda, en posición inversa a la habitual. Mide 170 cm de altura. El escultor realizó una imagen académica muy similar para la villa onubense de Galaroza (fotografía de abajo), sólo que en este caso la figura aparece con la cabeza inclinada hacia el lado derecho.

Fue labrado entre los años 1949 y 1950, empleando madera de ciprés en su ejecución, muy del gusto de León Ortega a la hora de trabajar la escultura religiosa. El piadoso rostro del Varón muestra los ojos cerrados, las pestañas pinceladas en la madera, el gesto doliente, el perfil afilado y la boca entreabierta, dejando ver en su interior la lengua y los dientes superiores tallados en la madera. La cabellera se pega al cráneo y se organiza en lacias guedejas, mostrando la barba, bífida y corta, unos mechones más ensortijados.

La anatomía es escuálida a la vez que fibrosa, con los delgados brazos tirantes del travesaño, los dedos de las manos flexionados tras ser horadadas las palmas, el torso estrecho pero bien musculado, la caja torácica y los músculos abdominales muy resaltados, y las piernas giradas hacia el lado izquierdo, con las rodillas unidas y el pie derecho sobre el izquierdo al hallarse fijado al madero por tres clavos. Las carnaciones son tostadas y parcas en efectos cruentos, concentrándose la mayoría en las llagas de la Crucifixión, las descarnadas rodillas y la lacerada frente como consecuencia de la corona de espinas, de la cual carece. La cruz es cilíndrica y arbórea.

Fue restaurado por el propio imaginero en 1981 y por Enrique Gutiérrez Carrasquilla en 2013. Pertenece a una hermandad de penitencia, popularmente conocida como la Cofradía de los Estudiantes, siendo también la madura Dolorosa titular, advocada Nuestra Señora del Valle, obra de León Ortega (1956). 

 

 

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