LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XXI)
JESÚS DEL CALVARIO (HUELVA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

La pieza que nos ocupa fue la última imagen de Nazareno con la cruz a cuestas que salió de las manos del escultor ayamontino. Al igual que otra efigie sobre el mismo tema, realizada para la localidad onubense de El Cerro de Andévalo (1969), se halla inmersa en la plástica correspondiente a la última etapa del maestro, iniciada a partir de la década de los 60 y concluida con el modelado de su última escultura, en 1985.

De entre todas las creaciones llevadas a cabo durante dicho periodo, caracterizado por la primacía expresiva del sufrimiento interior de Cristo en detrimento de artificiosos convencionalismos formales, probablemente el Nazareno del Calvario sea, junto con los Cristos Crucificados gubiados para las parroquias de El Rocío (Huelva) y de La Antilla -en 1975 y 1969, respectivamente-, la creación cristífera que mejor condensa el más depurado estilo personal del autor, de espíritu profundamente religioso.

Cuando daba los últimos toques a la presente imagen, en una de las escasas entrevistas que concedió, realizó una serie de jugosas declaraciones que confirman lo expuesto: "busco en primer lugar expresión y misticismo; que el Cristo invite a rezar un Padrenuestro y la Virgen una Salve (...) la inspiración es como un fuego sagrado que se alimenta con el trabajo (...) sólo hay un método: trabajar, trabajar y trabajar".

Labrado en 1973, el Nazareno presenta la particularidad de ser la única talla de la Semana Santa onubense que representa el momento en que Jesús recibe la cruz por primera vez, cargándola en postura inversa a la habitual. Sin embargo, a diferencia del Nazareno de la cofradía hispalense del Silencio, fuente de inspiración en este caso para dicha composición, el autor no muestra una divinidad erguida y arrogante, sino un ser humano humillado, que se doblega ante el peso del madero y se dispone a iniciar una penosa andadura hacia el monte de su advocación a sabiendas del trágico desenlace que allí le aguarda.

La imagen fue tallada en madera de ciprés siguiendo únicamente el boceto en barro, hecho no infrecuente de la época de madurez del autor, en la que prescinde del modelado de la obra en escayola y consecuente saca de puntos, demostrando así su gran pericia en el manejo de las gubias y el conocimiento de los materiales.

Fue restaurado en 1999 por el escultor Sebastián Santos Calero, quien limpió la policromía y colocó un sistema de bolas en las articulaciones de los brazos para permitir una mejor movilidad y conservación, al ser inmune a las variaciones climáticas. Procesiona el Lunes Santo desde su templo propio en la capital onubense.

 

 

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