Uno de los artífices más significativos de la escultura de la segunda mitad del siglo XIX en Zaragoza fue el escultor e imaginero Antonio Palao (1824-1866). Muy joven abandonó su localidad natal, Yecla (Murcia), para formarse en las ciudades de Murcia, Valencia y Madrid. En 1851 se estableció en Zaragoza a raíz de la creación de la nueva academia provincial de Bellas Artes, en la que obtuvo plaza de profesor. En su patria de adopción fue muy bien acogido entre todas las clases zaragozanas, de las que recibió estimas y honores hasta su fallecimiento en 1866.

Desde 1862 la hermandad zaragozana de la Sangre de Cristo tenía el propósito de hacer un paso procesional con la advocación de La Piedad para completar el Vía Crucis de la procesión del Viernes Santo de Zaragoza. En 1870 Ana Falcón Bravo les comunicó que había encargado a Palao una talla que iba a representar a María al pie de la cruz con Cristo en sus brazos después del descendimiento y que deseaba hacer donación de la misma a la Sangre de Cristo. La donante puso como condición que estuviese siempre expuesta en uno de los altares de la iglesia de San Cayetano.

El encargo a Palao no parece ocasional: consta que Manuel García Mostalac, mayordomo primero de la Sangre de Cristo, fue presumiblemente amigo del escultor, que ya había llevado a cabo varias obras para los pasos procesionales del Viernes Santo zaragozano. Asimismo, el hecho de que Palao ejecutara para Yecla un grupo de las Angustias, copia del realizado por Salzillo para la Venerable Orden Tercera de su localidad natal, podría haber influido en que Palao propiciara de alguna manera el encargo para Zaragoza.

La Piedad fue bendecida en el palacio arzobispal de Zaragoza el 2 de abril de 1871, Domingo de Ramos. Tras la bendición fue trasladada a la iglesia de San Cayetano, desde donde procesionó el Viernes Santo integrada en el Santo Entierro. Posteriormente se habilitó uno de los altares de la cabecera de la iglesia para que tuviera culto en el mismo.

La imagen de Palao aparece estrechamente vinculada a la de Yecla, aunque el grupo de Zaragoza se nos presente con un dolor más sereno, sin el dramatismo de Salzillo. Aparece la Virgen sentada sobre un peñasco, revestida con rica túnica ceñida en la cintura y amplia capa, con capucha que también cubre su cabeza elevada. Los llorosos ojos se clavan implorantes en el cielo. Sus manos se abren vacías e impotentes. El cuerpo de Cristo aparece sentado en tierra, apoyando su cabeza sobre la rodilla derecha de la Virgen y manteniendo los brazos caídos: el derecho a lo largo de su costado -sin el ángel que se lo sostenía en los pasos de Salzillo- y el izquierdo entre los plegados de la túnica de María, entre sus piernas. Su cuerpo desnudo tan solo aparece cubierto por el perizoma. Sangra abundantemente por la herida de su costado.

Todo el grupo se coloca sobre un terreno abrupto, tallado, al igual que toda la imagen, en madera, sobre el que aparece el INRI en hebreo, griego y latín, la corona de espinas, los clavos y las tenazas como símbolos pasionarios. Está firmado y fechado en el lado derecho de la peana: "A. PALAO. Escultor. 1871".

El día 1 de marzo de 1937, tras los desórdenes ocurridos en la Semana Santa de 1935 y la huelga de los terceroles o portadores de pasos, fue instituida la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, primera de las cofradías de la moderna Semana Santa de Zaragoza, quien tomó esta advocación y el encargo del cuidado y culto de la imagen, además de la obligación de su traslado procesional en los diversos actos pasionarios de la Semana Santa. Todo el conjunto fue restaurado y estofado por los hermanos Albareda en 1939, siendo nuevamente remozado por los mismos artistas en 1961.