LA OBRA DE LUIS SALVADOR CARMONA (IX)
LAS OBRAS DE SAN FERMÍN DE LOS NAVARROS - MADRID
Concepción Lopezosa Aparicio
La que fuera residencia de los Condes de Monterrey fue adquirida en 1744 por la Ilustre Congregación de San Fermín de los Navarros, creada 60 años antes por un grupo de navarros bien establecidos en Madrid. Con ello, la Real Congregación satisfacía su más preciado deseo: contar con un lugar propio e independiente donde erigir su iglesia y organizar sus funciones, después de haber compartido lugar de culto y actividades en el Convento de los Mínimos de Nuestra Señora de la Victoria y en el Convento de los Trinitarios Descalzos. Sólo seis años después de la compra, en 1750, los congregantes deciden arrendar parte de la propiedad ante la imposibilidad de hacer frente a las deudas, conservando la galería con comunicación directa al Prado de San Jerónimo y parte de los jardines. La parte arrendada sería vendida veintiséis años después a favor del Estado. En 1885, la Real Congregación vendía la parte que habían mantenido, con el fin de ser incorporada al nuevo edificio del Banco de España, trasladándose por este motivo a su nuevo emplazamiento del Paseo del Cisne, actual Calle de Eduardo Dato, donde levantaron su templo y permanecen en la actualidad. Los retablos, hasta un total de seis que se dispusieron en el templo, fueron encargados a Domingo Martínez. La Junta aprobó los proyectos presentados por el maestro tallista, con la unica objeción de que en el lugar de las figuras de la Caridad y Fortaleza, propuestas por el maestro para presidir el retablo central del altar mayor, se colocarían las efigies de San Baibilés y San Saturnino, santos muy venerados en Navarra. El retablo mayor de traza borrominesca, formado por dos cuerpos, albergaba en la parte inferior la talla de San Fermín, obra de Roque Solano (1686), flanqueada por las efigies de San Babilés y San Saturnino. Un frontón partido daba paso al cuerpo superior, donde se encontraba la Virgen del Patrocinio, talla de Juan Pascual de Mena, así como el Padre Eterno. Los otros cinco altares-hornacinas, dispuestos tres y dos en el lado de la epístola y en el del evangelio, respectivamente, se dedicaron a la Virgen del Rosario, San José, San Miguel, San Francisco Javier y San Juan Bautista. |
Los retablos realizados por Domingo Martínez iban a dar cobijo a un grupo de esculturas que, tanto por número como por calidad, se convirtieron en uno de los conjuntos más destacados de la Corte, obra de uno de los escultores de mayor renombre del momento: Luis Salvador Carmona. Sus brillantes cualidades y su genial maestría le permitió ejecutar, entre 1740-1760, gran cantidad de obras, entre las que destacan las realizadas para San Fermín, llevadas a cabo entre 1746 y 1747. La prueba de que las obras labradas para la Real Congregación se encontraban entre lo más selecto de su producción radica en que el propio escultor mencionó estas piezas en el Memorial que en 1748, un año después del encargo de San Fermín, presentó para solicitar el puesto de escultor Real. El primer contrato que conserva la Congregación con el maestro escultor data del 17 de julio de 1746, para la realización de una imagen del Arcángel San Miguel. Al año siguiente, el 28 de mayo, se establecía con Luis Salvador Carmona un segundo contrato. En esta remesa se le encargaban todas las imágenes, hasta un total de doce, para colocar en los diferentes altares de la capilla. Este grupo de esculturas fue trasladado a partir de 1885 al nuevo emplazamiento de la Real Congregación en el Paseo del Cisne, pero, desgraciadamente, todo el conjunto se perdió en la Guerra Civil, aunque son conocidas gracias a las fotografías del Archivo Moreno y a otras esculturas que con la misma iconografía se conservan como parte integrante de otros conjuntos que realizó el autor. Los trabajos de decoración del templo, realizados en apenas dos años desde su inauguración, con encargos a artistas de renombre, manifiesta el empeño de los Congregantes por contar con uno de los oratorios más sobresalientes de la Villa, de tal forma que, si bien arquitectónicamente la Iglesia de San Fermín no aportaba novedades, por haber aprovechado un espacio anterior, ornamentalmente se convirtió en un importante templo siguiendo las directrices del barroco dieciochesco, a partir de las pinturas de las bóvedas realizadas por González Velázquez y del magnífico grupo de esculturas ejecutadas por Salvador Carmona. |
FUENTES:
LOPEZOSA APARICIO, Concepción. "La iglesia de San Fermín de los
Navarros, antigua residencia de los Monterrey", en Príncipe de Viana,
Madrid, 1994; GARCÍA GAÍNZA,
María Concepción. Luis Salvador Carmona en San Fermín de los Navarros, Madrid,
1990.
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