SOMBRAS (III)
SAN SEBASTIÁN ATENDIDO POR SANTA IRENE
Sergio Cabaco y Jesús Abades. Con información de Victor I. Stoichita
A partir del Renacimiento, al tiempo que se asiste a una profundización en el conocimiento de la representación de las sombras -que llegará a formar parte de la enseñanza de las academias-, se limita su uso debido a su tendencia a ensuciar o emborronar la composición en detrimento de la claridad visual del cuadro. No obstante, los pintores “tenebristas” del Barroco supieron explotar las espectaculares posibilidades de la sombra como nunca antes se había logrado. Es el caso de las obras de Jean Leclerc, Matthias Stom, Gerrit van Honthorst, Hendrick ter Brugghen, Georges de La Tour, Matia Preti o el llamado Maestro de la Luz de la Vela, en las que la sombra sirve para enfatizar la presencia sagrada y su incardinación en la vida cotidiana. En las obras de otros artistas como Rembrandt, Pieter de Hooch y Gerrit Dou, la luz y la sombra construyen espacialmente la composición y sugieren la temporalidad de la escena. Centrándonos en las escenas nocturnas del francés George de La Tour (1593-1652), cuyo nombre y obra se mantuvieron olvidados durante siglos, atribuyéndose sus cuadros a diversos pintores franceses o españoles -caso de Le Nain, Zurbarán, Velázquez o Herrera el Viejo-, se caracterizan por el uso de luz artificial y la carencia de color; a veces, una simple mancha roja da vida a toda una gama de oscuros. Al tratar los volúmenes como planos simples, estas escenas han recordado la manera cubista de concebir el espacio pictórico. En este sentido cabe destacar su San Sebastián atendido por Santa Irene (erróneamente titulado también San Sebastián llorado por Santa Irene), elevada composición de la que existen dos versiones originales, una en la capilla de Bois-Anzeray (Eure) y otra en Berlín. La que aparece en la fotografía, conservada en el Kimbell Art Museum de Fort Worth (Texas-USA), es una atribución al maestro que mide 105 x 139 cm. |
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