AURELIO CARMONA

José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 
     
     
Virgen del Rosario (Breña Alta)
 
Virgen del Rosario (Tazacorte)

 

DATOS BIOGRÁFICOS

Este ilustre personaje ha llegado a ser considerado como el escultor más sobresaliente de cuantos nacieron en La Palma en el siglo XIX. Varios historiadores han establecido a su familia durante su juventud en el histórico y céntrico barrio de “La Canela” como se conoce al de San Sebastián. Domingo Carmona Silva -procurador de los Tribunales, e hijo de Domingo Hernández y de Francisca de la Concepción de Silva- contrajo matrimonio con Josefa López Martínez, natural de Santa Cruz de La Palma. Fruto de esta unión nacieron cinco hijos: María de las Nieves, Cornelia, Aurelio, Higinio y Josefa. Así, en el seno de esta familia palmera de clase media acomodada, nació Aurelio Leandro José Domingo del Sacramento el 13 de Marzo de 1826. Fue bautizado en El Salvador tres días más tarde por el beneficiado del templo y su familiar José María Carmona, que desempeñaba el curato de esta parroquia matriz. Su padrino fue José López.

Se cuenta que su niñez transcurrió felizmente en las empinadas callejuelas de su barrio. Compaginaba sus estudios impartidos en las escuelas de los conventos -donde fue discípulo aventajado- con el manejo de herramientas de carpintería en los talleres en los que se trabajaban piezas de carácter artístico. No en vano, aquí se formaron prestigiosos retablistas. Sus primeros maestros eran los carpinteros, de los que aprendió a usar las herramientas y a querer y manejar las diversas maderas y materiales. En la primera escuela que conoció la ciudad en 1821 se habían forjado una generación de importantes figuras, como Méndez Cabezola, González Méndez o Fernández Ferraz...

Podía así adquirir los conocimientos elementales para su futura ocupación escultórica. Fuentes Pérez, a este respecto, informaba que fue en estos atelieres "donde descubrió su sensibilidad y su inclinación por la escultura”. Este investigador añadía: "el trabajo de la madera le reveló el secreto de los volúmenes, del modelado y de las formas, de modo que el paso a la talla no supuso mayores complicaciones. Además, al observar los retablistas esculpiendo elementos botánicos, angelotes y personajes bíblicos, pudo conocer mejor la vieja tradición de la imaginería”. Quedaba extasiado ante la presencia de las imágenes religiosas que se veneraban en los templos de la ciudad, excepcionales piezas flamencas, barrocas, neoclásicas, etcétera, que tanto abundaban y abundan en sus iglesias y ermitas. En su período de aprendizaje pasaba mucho tiempo contemplando y estudiando las efigies, tanto locales como foráneas. Esta afición era compartida también por su hermano Higinio, quien se dedicó también a la escultura. Sus estudios acabaron en la escuela palmera cuando contaba con tan sólo 13 años y se nutría constantemente con las lecciones y explicaciones de los dominicos del vecino convento de Santo Domingo de Guzmán, extraordinario expositor de retablos, imágenes, pinturas devocionales, techumbres, etcétera.

En su juventud también dedicó al teatro muchos ratos de ocio e "hizo presencia en escena de varias obras que se representaron en La Palma cuando la ciudad conoció el inicio de su florecimiento teatral a mediados del siglo XIX" (Pérez García). El desaparecido cronista de la ciudad también nos decía que sus apariciones públicas sobre el escenario gustaban muchísimo al público. Obras en las que participó: Cecilia la Cieguita, Los Guantes Amarillos, La Mujer de un Artista... Es probable que en sus viajes a Tenerife y Gran Canaria contactara con diversas escuelas artísticas y sus producciones. Gracias al apoyo obtenido y la adecuada orientación escultórica proporcionada por el polifacético y célebre sacerdote liberal Manuel Díaz -llamado el "Cura Díaz"- visitó en varias ocasiones, tanto la Escuela de Dibujo de Las Palmas -donde conocería directamente la obra del maestro Luján Pérez y las lecciones del escultor Silvestre Bello-, como la Academia de Bellas Artes de San Miguel Arcángel -y la obra de Estévez del Sacramento, Pedro Maffiotte y Lorenzo Pastor, entre otros artistas-.

Contrae matrimonio con María de las Nieves Pérez Hernández el 19 de Abril de 1854 en el templo de El Salvador, en el transcurso de una solemne ceremonia religiosa oficiada por el beneficiado Díaz. Ya casado, establece su domicilio y su taller en la calle Real -hoy O’Daly-, principal arteria de Santa Cruz de La Palma, lo que evidencia una buena posición profesional. Ese mismo año nace su primogénito, Domingo Narciso Antonio Felipe del Sacramento. Más tarde lo harían sus otros hijos: Higinio, Antonia y Josefa.

Recibía pedidos de varios lugares de La Palma, como Puntallana y Los Llanos de Aridane. También en Tenerife. Durante su ausencia de la capital, dirigía el negocio uno de sus discípulos más aventajados, José Aníbal Rodríguez. Sin embargo, quien llevaba las cuentas era su esposa. Fue muy feliz al presenciar la boda de su querido hermano Higinio, casado con Clara Rosa González en 1852. Sin embargo, la muerte de éste seis años más tarde lo dejó sumido en una gran tristeza. Los altibajos sentimentales incidían lógicamente en su producción. Higinio dejaba viuda y tres hijas pequeñas. Luego, falleció su adorado padre dos años más tarde. Otra de las grandes alegrías de su vida fue ser testigo -contando ya con setenta años- del enlace matrimonial de su hijo Domingo con Carmen Pérez Camacho el 1 de Junio de 1896. Viudo e imposibilitado de ejercer su actividad profesional por los achaques de su salud, dejó el taller a sus dos hijos Domingo e Higinio. A las cuatro de la tarde del 12 de Mayo de 1901 moría el gran maestro Aurelio a los 75 años. Fue sepultado al día siguiente en el cementerio de la capital.

 

 
     
     
Calvario (Museo de Las Nieves)
 
Ángel del Gran Poder

 

EL ARTE DE CARMONA

Con la apertura de la primera Escuela de Dibujo de Santa Cruz de La Palma, establecida en 1840 por el prestigioso pintor y profesor Blas Ossavarry, se inició para el joven Aurelio un mundo repleto de sensaciones y aprendizajes que tanto lo ayudarían en su prolífica carrera de artista. Una de las pocas pinturas que aún se conservan es la bella imagen pintada al óleo de Santa Lucía que forma parte de una alcancía situada junto a la puerta principal de la ermita homónima de Puntallana. Otro pedido fue el conjunto de estandartes con los atributos de la Mártir para el mismo oratorio. Contaba entonces con 13 años de edad. En el año 1845 encuadernó un libro de oro para la pequeña iglesia y también pintó un escudo de un velo para la única hornacina del retablo del testero, por el que cobraría 4 pesos. Dos años después fabricó dos pequeñas arañas (lámparas) y más tarde unas macetas de charol doradas. Gustaron tanto estas pequeñas composiciones que recibió el encargo de un fanal de madera para iluminar al Santísimo para la parroquial de Los Remedios de Los Llanos de Aridane. Para la ermita de Santa Rosalía de Villa de Mazo, pintó y doró las andas procesionales por lo que recibiría 3 pesos en 1853.

Nos recuerda también Fuentes Pérez que una de las magníficas obras que Carmona ejecutó cuando sólo contaba con 18 años de edad, y por la que obtuvo muy buenas críticas, fue la pintura y el dorado del sotabanco festivo de la Virgen del Rosario de la iglesia de Santo Domingo de la capital palmera. En la cofradía de esta advocación, el devoto Aurelio llegó a ser nombrado hermano. Habría recibido este pedido gracias al prior de la orden dominica y cofrade mayor fray Juan Antonio del Castillo. Emulando a Luján Pérez de Gran Canaria y a Fernando Estévez del Sacramento de Tenerife, Aurelio pretendía convertirse en el maestro de La Palma. El palmero no había recurrido a los artistas de los siglos XVII y XVIII, sino que se había constituido en un fiel baluarte del pensamiento romántico que tanto había hecho mella en el maestro Estévez, al que Carmona tanto respetaba. No en vano numerosos biógrafos e historiadores han dicho de él que había llegado a ser uno de sus más apreciados discípulos. Precisamente, un gran amigo de este escultor orotavense, el sacerdote liberal Padre Díaz, fue el verdadero impulsor de que Aurelio estudiase en La Orotava y en la Academia de Bellas Artes. Una influencia esteviana que se hace patente en varias obras del palmero, casi “confundiéndose” con su maestro.

Cabrera Benítez escribía que Carmona fue “figura clave dentro del desarrollo de la Isla de La Palma en el siglo XIX”. Además, que el maestro había sido “el promotor y baluarte de un sentir meramente palmero”. Comparaba el arte del trío de maestros. Por un lado, definía el de José Luján como un “estallido del neoclásico aún con sentir barroco”. En cuanto al de Estévez del Sacramento, destacaba su “melancolía hacia ese fértil mundo interior que el artista atesoraba”. Por último, calificaba el de Aurelio Carmona como el de “la esencia del carácter propio del natural de esta isla: humilde a la par que arrogante, intimista a la vez que abierto a nuevas tendencias, y sensible a todo lo que le rodea”. Pongamos como ejemplo de arte “carmonista” a la Patrona de Breña Alta, la imagen de la Virgen del Rosario, de la parroquia de San Pedro. La moda de la época dictaba que todo lo que hacía Estévez fuese altamente valorado y sus obras se cotizaban muy bien. Aurelio no era ajeno a esta realidad y se dejaba influir por el gran artista, al igual que otros contemporáneos, como Arsenio y Nicolás de las Casas, José Aníbal Rodríguez...

Aurelio Carmona utilizó fórmulas copiadas del atelier de Estévez en La Orotava. Tanto es así que tuvo la posibilidad de competir con el arte del tinerfeño hasta llegar a esculpir el Niño Jesús de la preciosa imagen de la Virgen del Rosario, venerada en la iglesia de Santo Domingo de la capital palmera, obra sublime de Fernando Estévez. Tuvo como modelo al Niño de la Virgen del Carmen, también del maestro orotavense, custodiadas ambas imágenes en la vecina parroquia matriz de El Salvador. Fuentes indicaba que “lo concibió en idéntica postura”. Proseguía el investigador confirmando que "este dato demuestra la seguridad que tenía de sí mismo y del cierto prestigio de que gozaba entre sus conciudadanos”. Ciertamente, Carmona supo cubrir con sobrada maestría uno de los grandes anhelo de sus vecinos al contar entre sus paisanos con "alguien capaz de equipararse a los grandes artistas que desde otras islas, e incluso desde la península o América, enviaban sus obras a los templos y particulares de la capital palmesana y de la isla entera" (Cabrera Benítez).

Es curioso cómo Fuentes Pérez describe el arte de Carmona. Su arte -para este entendido en el clasicismo aplicado a la escultura- carece "de ese gesto de sublimidad, y sus imágenes aparecen desprovistas de fuerza interna, con lo cual quedan reducidas a un modelado correcto a un dibujo cuidado, propio de la Academia de Bellas Artes”. Ciertamente Carmona tiende siempre a copiar como recurso último para producir su cada vez más valorada obra. Toca ahora poner en práctica lo aprendido en las aulas académicas. Algunos críticos artísticos han definido a sus imágenes como surgidas de un momento de decadencia y de falta de inspiración, incluso de imaginación. Se ha incluso mentado una frialdad psicológica derivada de un cansancio histórico: "la pasión, el sentimiento, lo sublime, todo eso ha desaparecido”. Sin embargo, otros artistas, como el restaurador-imaginero palmero Cabrera Benítez, concluía su recuerdo al maestro en el centenario de su muerte: "podríamos decir que ha sido el último gran imaginero que La Palma ha tenido, y que sin él no hubiera sido posible buena parte de la reforma estética y estilística que el Señor Díaz impuso en la sociedad insular desde la Parroquia Matriz de El Salvador”.

Aurelio no sólo cultivó la imaginería procesional, puesto que La Palma no llegaba a ofrecerle unos pedidos regulares que aseguraran su economía y unos ingresos constantes. Por el contrario, llegó a ser un buen retablista, dadas sus excelentes dotes como carpintero. Un ejemplo es el antiguo trono procesional de Corpus Christi de Los Llanos de Aridane, formado por un sencillo baldaquino constituido por una serie de capiteles corintios. Unas andas confeccionadas en madera de castaño y cedro que habían sido trabajadas en el taller de la capital palmera hacia 1859. También cultivó la pintura y sus cualidades al respecto se pueden apreciar, aparte de los óleos que se conservan en colecciones privadas, en el que se encuentra en la sala de la sacristía gótica de El Salvador, de 1860, representando al beneficiado Manuel Díaz. En este retrato, óleo sobre lienzo de grandes dimensiones (100 x 200 cm), lo plasmó sedente, sobre un fondo oscuro para resaltar sus duras y serias facciones. Llegó a presidir el túmulo que se erigió en esta iglesia matriz con motivo de las honras fúnebres del sacerdote.

Realizó al óleo sobre lienzo los retratos de su primo Antonio Rodríguez López (1836-1901) y su esposa Lina Antonia Méndez Cabezola. Es probable que fuese un regalo del artista para la pareja, aunque algunos detalles parecen indicar que el retratista no pudo concluir su trabajo. Se trata del único testimonio visual que ha perdurado de la joven pareja. Hay que destacar que la boda tuvo lugar el 1 de Febrero de 1866, fecha de la confección de los óleos, y que Lina Méndez era hermana de Faustino Méndez Cabezola, una de las figuras más relevantes de la época. También se conserva en colección particular el retrato de Antonio Rodríguez López, un óleo sobre lienzo de 1866.

Pintó y doró el retablo mayor de la iglesia grancanaria de San Francisco de Borja, según diseño del artista Manuel Ponce de León. El polifacético palmero -escultor y pintor- inició, junto a Santos María Pego, el nuevo arte de la fotografía en La Palma. Junto a este amigo fotógrafo instaló en 1863 un estudio en la calle la Cuna (hoy Díaz Pimienta), para quedarse solo más tarde por la ausencia definitiva de su socio.

Carmona trabajó en varios encargos en Tenerife. De esta época son el sagrario del altar mayor y los Santos Varones de la Parroquia de San Juan Bautista de La Orotava. Se trata de una pareja de imágenes de candelero de 150 cm de altura, adaptadas y vestidas para los desfiles procesionales de Semana Santa. Confeccionadas en madera policromada, “son dos tallas de poca soltura artística, muy discretas y carentes de originalidad”. Fueron estrenados en 1866. Para la misma parroquia llevó a cabo en 1869 la realización de las espléndidas andas procesionales del Santísimo que, erróneamente habían sido atribuidas a Estévez: "Hemos tenido el gusto de ver la hermosa basa y sol que nuestro acreditado paisano el artista don Aurelio Carmona ha hecho para la exposición de la Eucaristía en la parroquia de San Juan en la villa de La Orotava. La maestría con que está acabada aquella obra, así como la perfección de su dorado, compite con los trabajos análogos que admiramos importados de Europa; damos, pues, la enhorabuena al inteligente Sr. Carmona le deseamos tenga siempre ocasión de lucir su habilidad artística”.

Intervino en la restauración del Señor de la Columna que se venera en dicha iglesia orotavense a instancia de su cuñado, el párroco José Pérez Hernández. Una intervención que resultó polémica y que fue perfeccionada posteriormente por el pintor Gumersindo Robayna Lazo. Esta polémica se suscitó por la denuncia que apareció en la prensa local firmada por el Marqués de Celada, mayordomo de la imagen y recientemente cesado por el prelado. Carmona contestó -nos recuerda Pérez García- “en el mismo periódico, con una larga y razonada exposición en la que hacía constar que en su trabajo sólo se había limitado a limpiar de impurezas el policromado de la escultura y a pintar el sudario y la columna, cosa que ratificó posteriormente el citado Robayna Lazo”. Carmona también fue autor de la Dolorosa y San Juan Evangelista de la parroquia de La Luz de Los Silos, perdidas en un incendio.

Más maduro artísticamente, en 1857 arribó a su isla natal para ultimar varios trabajos inacabados que se fueron acumulando durante su ausencia. Recibieron buena crítica el acabado de los decorados que pintó para su primo el dramaturgo Antonio Rodríguez López cada vez que éste presentaba sus obras en el Teatro Chico. Le gustaba también dibujar retratos al creyón, como el de Josefa Pérez Morales o el del Beneficiado Díaz que se hallaba en la sacristía de la ermita de San Sebastián. Una de sus piezas más importantes es la Virgen del Rosario de la parroquial de San Pedro de Breña Alta, que suplió en el culto a una talla anterior (quizá obra canaria del siglo XII). Ésta fue retirada del culto para convertirse en una Dolorosa.

 

 
     
     
San Juan Evangelista (Paso del Calvario)
 
Columna (Los Llanos de Aridane)

 

SU OBRA EN LA PALMA

Durante su primera época artística, a partir del año 1844, Aurelio Carmona finaliza los cuatro Ángeles para la iglesia de San Andrés. La imagen del Señor Yacente de este templo había sido atribuido a su taller, pero fue obra del también palmero José Aníbal Rodríguez Valcárcel; un Cristo Yacente para la parroquia de Bonanza de El Paso; un Gallo para el paso del Señor del Perdón de la parroquia matriz de El Salvador... Curiosamente, esta procesión del Lunes Santo es popularmente conocida, por ello, “San Pedro y el Gallo”. Fue en este período de su fructífera carrera cuando empezó a tener contactos con artistas grancanarios y tinerfeños. De todos ellos sobresale su maestro Estévez del Sacramento, cuya producción estuvo presente en toda su carrera escultórica. Ésta llegó a ser excelente. En alguna ocasión, incluso se ha prestado a confusión el aplicarle la paternidad de un trabajo a uno o al otro. Veamos a continuación con más detalle las mencionadas imágenes salidas de su gubia:

 

Ángeles: cuatro pequeñas esculturas de candelero de 60 cm de altura confeccionadas en madera policromada que acompañan en el mismo trono a las imágenes procesionales del Gran Poder de Dios, al Nazareno y al Resucitado. Carmona se inspiró para hacerlos en los delicados Angelitos de la iglesia de Santo Domingo de la capital palmera que custodian al Nazareno y a la Dolorosa, el Miércoles y Viernes Santo, respectivamente. Una de las características más destacadas es el acabado de las ocho manos, a la manera barroca y un buen tratamiento, a pesar de su hieratismo.

Ángeles: en número de cuatro, como en el apartado anterior, estos querubes custodian y acompañan a San Sebastián sobre sus andas durante su recorrido procesional por las empinadas cuestas del barrio homónimo de la capital palmera cada 20 de Enero, su onomástica, portando los atributos del mártir en plata, como son el arco y las flechas, la palma del martirio, el casco, etcétera. "Una costumbre decimonónica muy enraizada en la sociedad palmera de la época era ornar los pasos procesionales y retablos con ángeles infantiles, coronados con un trenzado de flores de gusto romántico".

Cristo Yacente: en la Parroquia de la Concepción de Bonanza de la Ciudad de El Paso se conserva esta pieza en madera policromada de unos 158 cm de altura. Se asemeja mucho al Señor “Muertito” de San Andrés (según Trujillo). Como característica principal es la forma en que está envuelta la imagen, como si de una momia se tratase, lo que hace dificultoso su estudio. Sale procesionalmente cada Viernes Santo.

Nuestra Señora del Rosario: se trata de una delicada escultura que se encuentra en la parroquia de San Miguel de Tazacorte. Estuvo retirada del culto durante varios años. Es una imagen de candelero de 85 cm de altura. Está atribuida a Aurelio Carmona por el licenciado de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla (US), Domingo Cabrera Benítez. Éste observaba “unas ciertas facciones de cierta candidez infantil, no sólo en los rostros del Niño y su Madre, sino en la forma de esculpir de su autor”. Añadía que “la sonrisa de la Virgen sólo puede ser fruto de la inocencia de aquél que emprende sus primeros pasos en el arte, siento totalmente distinta a sus obras de madurez, incluso en aquellas bajo la misma advocación como es el caso de Nuestra Señora del Rosario de la parroquia de San Pedro, en Breña Alta”.

 

Existe una “espina” en su producción artística: un trabajo que no fue del gusto de sus contemporáneos. Teniendo en cuenta la profunda devoción y fervoroso culto al patrón del Barrio de la Canela, San Sebastián Mártir, su restauración no fue del todo acertada y admitida, según vecinos y estudiosos. Sobre la delicada talla flamenca (siglo XVI) cometió una "atrocidad artística de esta elevada magnitud; no sólo trastocó la originalidad de la obra, sino que la policromía, de tonos amarillentos, no fue la adecuada” (Fuentes Pérez). Por seguir la escuela de Estévez, que se había impuesto en La Palma en los escultores de su generación, remodeló esta imagen al verse obligado por el interés del mayordomo encargado de su custodia "a fin de remodelarle su cabellera y darle la apariencia marcada en el clasicismo académico que imperaba en la Isla en lo que a arquitectura y escultura se refería". Fernández García también indicó que otra magnífica talla flamenca de mismo siglo y venerada en el Hospital de Dolores de la ciudad palmera, Nuestra Señora de La Piedad, también fue restaurada por Carmona. Ambas actuaciones, desafortunadas y sin contar con demasiados criterios, según los expertos, fueron ejecutadas en esta primera etapa. En ambos casos, las imágenes flamencas originales cambiaron su semblante y parecen tallas de estilo neoclásico.

En un segundo período, iniciado en torno al año 1853, ya con madurez artística y con estilo propio, ejecuta importantes piezas devocionales. En La Palma sobresalen la actual talla procesional de San Blas (Patrón de Villa de Mazo); la Virgen del Rosario (Breña Alta); Dolorosa y San Juan Evangelista (Parroquia de San Antonio Abad de Fuencaliente); y en Santa Cruz de La Palma, el Niño Jesús de la Virgen del Rosario de la Iglesia de Santo Domingo, ya mencionado; San Juan Evangelista (Iglesia de San Francisco); cabeza del Crucificado (Parroquia de la Encarnación) que fue colocada al cuerpo del Cristo esculpido por el Cura Díaz, etcétera.

 

San Blas Obispo: la talla de candelero del patrón de Villa de Mazo está confeccionada en madera policromada y tiene 125 cm de altura. Es la que actualmente se saca en procesión cada 3 de Febrero, su onomástica. La talla flamenca del siglo XVI se custodia en la casa parroquial, mientras que la barroca se venera en el retablo mayor. Existen tres imágenes de esta advocación. La primera se encontraba deteriorada y era pequeña. La segunda, barroca, demasiado grande, idónea para presidir el retablo mayor, pero no para los recorridos procesionales. Por ello, la cofradía de San Blas creyó conveniente encargar a Carmona ésta de vestir, de mediano tamaño y ligera por ser de candelero. La tía del artista, Eugenia Carmona, escribió una carta en el año 1859 en la que hablaba acerca de la hiperactividad de su afamado sobrino: "Aurelio, si tuviera veinte cuerpos todos los tendría ocupados. En la actualidad está haciendo un San Blas, que todos los que lo ven no creen que es obra de su mano solo. También está haciendo la figura del barco de Bos y los dibujos de la popa, un San Juan y una Magdalena. En fin, trabaja de noche y de día y a pesar deja de cumplir”. Al parecer, el escultor se inspiró en su tío Manuel Díaz, Venerable Beneficiado de la parroquial de El Salvador, para tallar el rostro del santo.

Niño Jesús: la venerada imagen de Nuestra Señora del Rosario llegó sin su Niño Jesús en 1833 a la Iglesia de Santo Domingo desde el taller de Estévez de La Orotava. Se piensa que el Infante estaría incluido en un segundo pedido de la Hermandad del Santísimo Rosario que jamás llegó a materializarse. La Virgen -de idéntico parecido a su homónima de Las Palmas ejecutada también por Estévez- estuvo expuesta al culto público desde aquel año hasta mitad de siglo en el retablo sin su Hijo. Sin embargo, Fernández García, nos decía en la prensa local que, ante lo pequeño del niño que se poseía, determinó encargarle al escultor la hechura de uno nuevo, mayor, que guardara una mejor proporción con la Virgen. Éste lo hizo a semejanza del que lleva en sus brazos la Virgen del Carmen de El Salvador. Fuentes informaba de que "en este Niño Jesús, Aurelio Carmona supo como nadie demostrar cuánto sabía de Fernando Estévez, hasta tal punto que lo podía plagiar sin demasiados esfuerzos". Aquí tenemos una conjunción perfecta entre el arte de Estévez y el de Carmona.

Nuestra Señora del Rosario: los expertos coinciden en que es una de las piezas más afortunadas salidas de la gubia de Carmona. Es la Patrona de Breña Alta y se venera en su capilla colateral del Evangelio de la parroquial de San Pedro. Esta delicada imagen -cuya altura es 157 cm- está confeccionada en madera policromada y es de estilo clasicista, pues se aleja del arte tradicional. Fue un encargo de la cofradía del Rosario al artista palmero y realizado hacia el año 1850. Carmona imitó a la anteriormente mencionada escultura del convento dominico de la ciudad de misma advocación. Se muestra patente así la verdadera admiración de este artista por el maestro orotavense.

San Juan Evangelista: es una magnífica imagen de candelero que acompaña cada Viernes Santo al Crucificado y la Magdalena (ésta de Estévez) en la procesión del Calvario. Tiene 153 cm de altura y fue confeccionada en madera policromada hacia el año 1858. Su estilo es clasicista con reminiscencias barrocas. Fuentes piensa que "se trata de una obra que llega a superar a muchas de Luján Pérez y Fernando Estévez”. Sobre esta pieza el mismo autor nos informa que "a pesar de ser una imagen de la segunda mitad del siglo XIX, contiene aún la fuerza del barroco que reverbera en la expresión del rostro, que contiene un dolor profundo, pero a la vez divinizado”. Sus características más valoradas son el excelente acabado de cabeza y manos. También lo es el ladeado de cabeza hacia la derecha que produce un escorzo altivo y valiente, así como el tallado de su larga cabellera que, ondulada cae sobre ambos hombros. "Se sitúa en una actitud de diálogo, produciendo un elegante ritmo con el movimiento de los dedos”. Fernández García añadía que Carmona "supo dar en esta talla, en su mirada y escorzo, el momento en el que el discípulo amado, comprendiendo la pronta partida del Maestro, implora con sus ojos fijos en el Divino rostro misericordia para la tierra, a la que señala”. Cabrera destaca la "solidez técnica y estética" de la pieza, donde "se observa una cabeza de bellas trazas helenísticas-muy del gusto neoclásico- unida a un escorzo de acentuado carácter barroco”. Ha sido restaurada en el año 1999.

Cabeza de Crucificado: el Cura Díaz había esculpido en pasta de papel una talla completa de Crucificado para la Cofradía de la Misericordia del extinto convento franciscano de la capital de La Palma. Fue finalizada y puesta al culto en la Semana Santa de 1863, año de su muerte. Si bien fue muy valorado el cuerpo de este Cristo, no lo fue así su cabeza, de deficiente calidad técnica. Es por ello que se le encargó a Carmona una nueva que se ajustara a este cuerpo perfecto. El Crucificado de las Siete Palabras se venera en la Parroquia de la Encarnación y su cabeza original en la sacristía de la ermita de San Sebastián. Fue esculpida en torno a 1865, dos años después del fallecimiento del Beneficiado Manuel Díaz. Es de estilo clasicista, ejecutada en madera policromada y de unos 30 cm de altura, que desfiló procesionalmente en el Viernes Santo hasta el año 1969, en el que se puso al culto el Crucificado actual. Fernández García nos indicaba que este encargo fue debido a los caballeros García de Aguilar y Carballo. Según este desaparecido investigador palmero, "Cristo tiene su mirada al infinito, como implorando consuelo a su Padre Omnipotente". Fuentes informaba que “Aurelio tuvo que tallarla suya guardando el movimiento de la anterior, de ahí que el rostro de Jesús dirija la mirada hacia lo alto, en el momento de expirar, que recuerda a los Cristos sevillanos”.

Nuestra Señora de los Dolores: imagen de candelero de unos 110 cm, labrada en madera policromada en esta segunda etapa artística del maestro palmero, después de 1853. Arropada por manto de luto y con la mirada puesta en el pañuelo que sostiene levantado su mano derecha, reitera en su acabado la misma solución compositiva aplicada por Estévez en su Dolorosa de Santo Domingo, conocida como “La Magna”. Actualmente forma parte del Calvario que se venera en la parroquia de San Antonio Abad de Fuencaliente de La Palma. Es un grupo escultórico más reducido que el de Puntagorda y se aleja del estilo “esteviano” (Cabrera Benítez) "y pasa a ser un conjunto más personal en cuanto a la concepción de las figuras, aunque sin abandonar la mesura en el movimiento y proporciones habituales de la estatuaria religiosa canaria”. Esta imagen de vestir, de gran devoción en el pueblo, se salvó del despojo artístico sufrido por la iglesia por parte un anterior párroco, según el unánime comentario popular.

San Juan Evangelista: de idéntica altura y composición que la Dolorosa anterior, y perteneciente también al grupo escultórico del Calvario de Fuencaliente. Destaca en esta pieza una característica especial: "la cabeza, de esmerado trabajo, no se corresponde con la tosquedad de las manos, lo que hace sospechar que fueron incorporadas posteriormente". Esta escultura -confeccionada en madera policromada de 110 cm de altura- ha sido retocada varias veces y, quizás, algo desvirtuada.

Crucificado: forma conjunto con las dos efigies anteriores. Es una talla completa de tamaño académico. Presenta una forzada articulación a la altura de los hombros para adaptarlo a la posición de yacente.

Cristo de la Columna: Fernández García informaba que el artista “logró representar a Cristo, en su escorzo y rostro, como Varón de Dolores". Se venera en la Parroquia de los Remedios de Los Llanos de Aridane y fue encargada por su mayordomo de fábrica, Pablo Lorenzo Kábana.

Crucificado, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista: completan el Calvario que recibe culto en la Parroquia de San Mauro Abad de Puntagorda, en la capilla colateral del lado del Evangelio. Son una buena muestra de las dotes artísticas del maestro. El Crucificado presenta el acostumbrado contraposto a la manera clásica. El rostro de la Virgen -imagen de candelero de 162 cm- es una fiel reproducción de la Dolorosa de la iglesia del extinto convento de Santo Domingo. El San Juan -de 158 cm de alto- es obra del año 1881, según Fuentes; sin embargo, en el catálogo de la exposición conmemorativa por el centenario del fallecimiento del escultor, consta la fecha de 1860, como la Virgen. El Evangelista recuerda sobremanera a su homónimo de la Parroquia de San Francisco de la capital. La prensa de la época se ocupó del hecho e hizo público que “a juzgar por el criterio de todas aquellas personas inteligentes que han examinado la obra, es ésta una de las mejores esculturas del Sr. Carmona”.

 

 
     
     
San José y Virgen María del Nacimiento
de la Parroquia del Salvador (Santa Cruz de La Palma)

 

PIEZAS MENORES

Existen algunas esculturas menores en colecciones particulares palmeras. Se debe de tener en cuenta que, como veíamos antes, Aurelio Carmona fue para La Palma lo que Luján para Gran Canaria o Estévez para Tenerife. De esta manera, muchas familias querían tener piezas del afamado artista. Cuatro Calvarios atribuidos a Carmona se custodian en domicilios particulares: uno de ellos, perteneciente a las Madres Dominicas de Santa Cruz de La Palma consta de Crucificado (44 x 32 cm, talla policromada), Dolorosa (37 cm, talla policromada de vestir), San Juan Evangelista (también talla neoclásica de vestir de 37 cm) y María Magdalena (25 cm) Este conjunto perteneció al fundador de La Palmita, Domingo Pérez Kábana, bachiller en Artes por el Instituto de La Laguna (1879). Otros ejemplos de pequeña imagen venerada en casa particular son: la talla en madera policromada de una Dolorosa de 50 cm; otro Calvario que obra en poder de los herederos de Isidoro Sanfiel; una Dolorosa que completa un Calvario que se halla en casa de Yolanda Duarte, y una Virgen de los Dolores donada al Museo de Arte Sacro del Real Santuario de Las Nieves por Álvaro Castañeda y hermanos.

Felipe Paz ha estudiado la valiosa labor escultórica realizada por el artista para el lucimiento de las celebraciones religiosas en las fiestas navideñas. Tanto en templos como en hogares palmeros "perviven algunas de estas piezas de caras expresivas y otras de acabados más ingenuo, si cabe, pero igualmente talladas por sus manos". Carmona, según este investigador palmero, recibiría numerosos encargos para la escenificación del Nacimiento del Señor en lo que denomina “el esplendor de los Nacimientos de La Palma”. Ejecutadas en corcho de pino canario, material muy blando para tallar, las figuras pastoriles eran las que menos se cuidaban en su acabado final, ya que se consideraban menos importantes que las del misterio. Así, encontramos ejemplos por toda la geografía insular. En la parroquia de Candelaria de Tijarafe, se detalla en un recibo de 1854 la hechura de "una Virgen, 12 pastores, buey y mula" por los que cobró 380 reales de vellón. Exactamente idéntico número de pastores, buey y mula para la parroquial de San Mauro de Puntagorda acabados en 1855. En El Salvador de la capital, quedaron registradas las bellas imágenes de "la Virgen, San José y el Niño", erróneamente atribuidas a Estévez. El Niño se encuentra actualmente en domicilio particular. La Virgen de este Nacimiento presenta grandes similitudes a la del Rosario de Breña Alta, obra cumbre de Carmona. Estas piezas no aparecen en el inventario parroquial hasta 1878, lo cual hace pensar en obras debidas a la madurez artística del artífice palmero. Son de tamaño académico y actualmente se hallan bastante repintadas, desvirtuando su correcta lectura. También en este templo existen otras cuatro piezas más del artista, realizados en corcho y madera y envueltos con telas encoladas. Otro exquisito ejemplo es el conjunto de piezas que pueden ser contempladas en el Belén del Real Santuario de Las Nieves: "dos pastoras, siete pastores y los tres Reyes Magos". Felipe Paz atribuye a Carmona una decena de figuritas del Nacimiento de la parroquial de la Villa San Andrés. Otras muchas esculturas atribuidas al maestro ya no existen, o por lo menos se hallan en paradero desconocido. Es el caso del conjunto de piezas del antiguo Nacimiento del Hospital de Dolores de la capital. En varios domicilios palmeros existen también numerosos ejemplos de pequeñas imágenes para la escenificación de la Natividad. Una de ellas, del centro de la ciudad, está constituida por el misterio, los reyes a caballo y sus pajes, la Anunciación de los pastores, algunos bailando con castañuelas y otros haciendo diversas labores. Felipe Paz también nos detalla otras obras de Carmona para los Nacimientos: "elaboración de bastidores de lienzo pintado, que servían para las escenificaciones de Nochebuena, en los que reproduciría generalmente paisajes isleños, poblados de montañas y vegetación que por lo general cubrían todo el testero de la iglesia”. Ejemplos son los trabajos que hizo para Puntagorda, en 1856, o en 1887 para el Santuario de Las Nieves. Lamentablemente, ninguno de los lienzos pintados y demás atrezzos para la escenificación navideña ha llegado hasta nuestros días. Otras figuritas de Belén pertenecieron a la descendencia de don Felipe Massieu Rodríguez.

Otras imágenes son las dos que los hermanos Castañeda González donaron al Santuario de Las Nieves: un Sagrado Corazón de Jesús (talla de 56 cm en madera policromada con vestimenta estofada) y un San Antonio de Padua; una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, conservada por los herederos de Argelio Pérez Algarradas, y una Inmaculada Concepción, donada por María Kábana Valcárcel a la Iglesia de Santo Domingo, imagen de vestir, nimbada con un sol, media luna y corona. Se encuentra sobre un mueble-retablo ubicado en la sacristía.

También debemos mencionar el retablo neoclásico que ejecutó junto con Higinio, su hermano, para la capilla mayor de la Parroquia de San Francisco de Asís, obra que quedó sin pintar ni dorar y que, debido a las polémicas reformas a las que fue sometido el templo a finales de la década de 1950, fue retirado. Aún se conservan dos bellos y originales atriles dorados con figura de águilas que decoran la capilla mayor de El Salvador: "cada una de ellas afianza entre sus garras unas cartelas en las que se lee Ipsum audite (Escuchadle a él mismo) y Veritas liberavit vos (la verdad os hará libres)”. Ejecutó también un alzado en bulto que reproducía fielmente la ciudad de Santa Cruz de La Palma y pertenecía al grancanario Felipe Massieu, quien lo presentó en la exposición de arte e industria celebrada en Las Palmas de Gran Canaria en 1849, donde tuvo una excepcional acogida por público y crítica.

Realizó para el Ayuntamiento de su ciudad natal el escudo municipal que se conserva en las casas consistoriales. Hasta 1975, la venerada imagen de Nuestra Señora de Las Nieves usaba para su Bajada Lustral una bella urna tallada, dorada y acristalada, obra de Carmona, que actualmente se conserva en dependencias del Santuario. En aquella fecha fue estrenado el nuevo y excepcional sillón de viaje que usa en la actualidad, teniendo en cuenta el modelo de Carmona, aunque engrandeciendo la obra para que la Virgen fuese colocada con su sol y peana. Carmona restauró los mascarones que se estrenaron durante la Bajada de la Virgen de 1860. Habían sido adquiridos en Tetuán en pésimas condiciones de conservación: "Seguidamente salieron los gigantes (célebres porque viajaron). Estos son cuatro, dos de cada sexo. Estaban bellamente restaurados, pues según oímos, los sacaron de un almacén de Tetuán bastante desfigurados por abandono. Aquella restauración se debió al hábil y complaciente Aurelio Carmona, que estuvo lidiando con ellos muchos días. Estaban igualmente lujosamente vestidos, en especial las hembras". Lamentablemente, los mascarones fueron pasto de las llamas en el incendio que arrasó el Casino. Erróneamente se atribuía la autoría de estos gigantes al Cura Díaz. Por último, mencionar la recomposición de la delicada talla mexicana de Nuestra Señora de los Dolores (siglo XVIII) de la ermita homónima del barrio de Lodero, en Villa de Mazo. Por este trabajo, realizado en el año 1883, Carmona percibió unos 32 pesos corrientes que le fueron abonados el 20 de Enero de dicho año.

 

 
     
     
Retrato del Cura Díaz
 
Ángel de San Sebastián

 

FOTOGRAFÍA

Su gran inquietud artística era tal que practicó también la fotografía. Fue el iniciador de este nuevo arte en la Isla de La Palma. Junto con su socio, Santos Pego, llegado a Canarias en el año 1863, trataron de promocionar esta nueva actividad. Una vez aleccionado, Carmona regresa a Tenerife y el fotógrafo peninsular quedó al frente del taller montado en 1865 en la calle de la Cuna -hoy Díaz Pimienta nº 6-, donde éste tenía su residencia.

En un periódico local se leía: "La galería o gabinete fotográfico que D. Aurelio Carmona trata de establecer en esta ciudad, se halla ya próximo a terminarse y se abrirá muy pronto al público. Al frente de dicho gabinete vendrá a ponerse el acreditado fotógrafo D. Santos María Pego, que trabajará junto a D. Aurelio Carmona”. Pérez García, en su detallada obra sobre la saga de los Carmona, informa de que "sus primeras fotos, influenciadas por el clásico retrato, presentan en su composición un marcado seguimiento de la pintura".

Efectivamente, empleó el retoque característico de los retratos al creyón, utilizando por lo general el formato 40 x 60 cm, e introdujo en la sociedad de la capital palmera la carta de visita, tan de moda en aquella época (finales del siglo XIX). Su actividad como fotógrafo tendría sus continuadores en La Palma en su hijo Higinio Carmona Pérez (1884-1916), en Miguel Brito (1876-1910) y en Dionisio Carrillo (1857-1910), entre otros muchos.

 

 
 
Cristo Yacente (El Paso)

 

ÚLTIMOS AÑOS

La tercera etapa de Aurelio Carmona ampara sus últimos años de vida, en los que la enfermedad y el cansancio hicieron mella en sus dotes artísticas. La producción de Carmona se redujo considerablemente. Se cree que ocupaba su tiempo enseñando y preparando a discípulos como Domingo Carmona -su hijo-, José Aníbal Rodríguez, José Lorenzo García, Arsenio de las Casas, entre otros.

No hizo testamento, lo que imposibilita conocer el paradero de todas sus pertenencias y otros datos, como la localización de su taller, etcétera. Erróneamente se ha dicho que su hijo Domingo Carmona continuó con las directrices marcadas por su progenitor en el taller familiar. Domingo fue director del Criterio y del Diario de Avisos y fundador de El Acicate, así como uno de los poetas más representativos de su tiempo, pero no es cierto que hiciera carrera exitosa en el difícil pero apasionante arte de la escultura, siguiendo los pasos de su padre.

 

 
     
     
Dolorosa y San Juan Evangelista de Puntagorda

 

BIBLIOGRAFÍA

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La Asociación, nº 137, Santa Cruz de La Palma, (23 de Abril de 1881)

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PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos Biográficos de La Palma, Madrid, 2009; Santa Cruz de La Palma: Recorrido Histórico-Social a través de su Arquitectura Doméstica, Santa Cruz de La Palma, 2004; Los Carmona de La Palma, Artistas y Artesanos, Santa Cruz de La Palma, 2001.

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