El noruego Peder Balke (1804-1887) es uno de los mejores pintores del siglo XIX en Escandinavia, pero a pesar de la belleza y la expresividad de sus paisajes marinos, pocos hoy reconocen su nombre. Sus representaciones de mares tormentosos, glaciares imponentes y cielos amenazantes revelan el excelente trabajo de un artista romántico que también es recientemente reconocido como un precursor del modernismo.

Balke fue uno de los primeros artistas que se aventuraron a llevar al lienzo vastas llanuras, y el primero en representar los paisajes apenas frecuentados del Cabo Norte de su país natal, donde quedó abrumado por las opulentas bellezas de la naturaleza y por unos lugares que parecían entregarse a la vista y la mente.

Aunque la falta de éxito comercial le obligó a abandonar su carrera profesional como pintor, eran tan atractivos esos desiertos marítimos y nórdicos para Balke que el artista continuó pintando piezas en un formato más pequeño por puro placer. Dichas obras hoy en día están ampliamente consideradas como improvisaciones muy originales de virtuosismo sin igual y la innovación.

El estilo pictórico de Peder Balke, discípulo del pintor sueco Carl Johan Fahlcrantz, ha sido visto también como un vínculo fundamental entre la tradición romántica y el modernismo. Los paisajes del norte de Noruega, en los que abundan también los pájaros, son interpretados por Balke con notable dramatismo y delicadeza.

Se trata de unas pinturas que reflejan los lugares por los que Balke viajó y con los cuales se inspiró para sus obras, sobre todo protagonizadas por Noruega y las insólitas vistas marítimas del Círculo Ártico, aunque también exploró capitales europeas como Estocolmo o Londres.

Colores fríos, el azul de un cielo nublado, el mar agitado chocando contra las rocas o la aparición de curiosos animales en la oscuridad destacan en unas creaciones íntegras, únicas e innovadoras sobre el paisaje marítimo de Escandinavia, que fueron redescubiertas por la crítica tras la muerte del pintor, en 1914.

La naturaleza sublime del Norte es retratada con una muy experimental técnica, a veces casi abstracta. Conviene señalar que Balke fue también un visionario político, muy preocupado por las condiciones sociales de su tiempo. No cabe duda que los ideales democráticos de Balke influyeron en su arte. Obras como Tempestad son consideradas además como improvisaciones muy originales de virtuosismo innovador y sin parangón.

Importante para el desarrollo artístico de Balke fue un viaje a lo largo de la costa del Norte de Noruega, de Trondheim a Vadsø en 1832. Sus cuadros muestran diferentes tamaños: grandes, medianos y muy pequeños. Muchos de ellos pueden admirarse actualmente decorados con marcos estilo rococó de color bronce.