ALONSO CANO - ESCULTURA


 

 

Inmaculada Concepción (Sevilla)

Se conserva en una hornacina sobre la puerta principal de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, del barrio sevillano de Nervión. Posiblemente, se trata de la primera escultura realizada por el maestro granadino, quien la labraría en piedra en torno a los años 1615-1620 (mide 183 cm), poco tiempo después de que la familia se trasladara a Sevilla por asuntos profesionales de su padre, el entallador Miguel Cano, y apenas iniciado el aprendizaje escultórico con Martínez Montañés, cuyo estilo le influiría decisivamente en esta primera etapa de su carrera. En la actualidad, se encuentra repintada de color blanco.

Inmaculada Concepción (Sevilla)

Fue atribuida a Cano por Cean Bermúdez y recibe culto en la sevillana Parroquia de San Andrés. Al igual que la anterior, hablamos de una obra de juventud (hacia 1620-1625) que denota cierta inexperiencia en el modelado y un notable influjo de Montañés en su estilo. De hecho, se considera deudora de la montañesina Inmaculada de El Pedroso. Mide 172 cm y se halla realizada en madera policromada.

Santa Teresa de Jesús (Sevilla)

Fue realizada para ostentar la presidencia de un retablo, también labrado por Cano, en la sevillana Iglesia de San Alberto (1628-1629). En el siglo XIX fue trasladada a su actual emplazamiento, el sevillano Convento del Buen Suceso, regido por Padres Carmelitas Calzados. El retablo fue expoliado y las pinturas que lo decoraban se dan por desaparecidas. La imagen de Santa Teresa (148 cm), prototipo de posteriores creaciones sobre el tema, sufrió daños durante los disturbios, teniendo que ser restaurada posteriormente para hacerle nuevas manos, reparar desperfectos en los ropajes y, de paso, eliminar repintes y postizos de la mascarilla.

San Alberto de Sicilia (Sevilla)

Fue realizado en 1629, año en el que el pintor granadino añade a su curriculum de maestro pintor los títulos de maestro de escultura y arquitectura. Su destino original fue la Iglesia de San Alberto, hasta que fue trasladado al Convento del Buen Suceso junto con la efigie de Santa Teresa, con la que comparte la riqueza cromática en el hábito, la abundancia de paños y la calma que emana del bello rostro. Mide 156 cm.

Esculturas del Retablo Mayor de Santa María de la Blanca (La Campana)

El retablo fue contratado por Cano y su padre en 1629. Sin embargo, el maestro se limita a diseñar una zona del mismo y a labrar el sagrario, con la excelente tabla de Cristo Atado a la Columna en su portezuela, la pequeña imagen de la Inmaculada (58 cm), y unos angelitos que se colocaban sobre el sagrario, hoy desaparecidos. Miguel Cano traspasaría posteriormente el contrato a Felipe de Ribas, quien acabaría subarrendándolo a su hermano Francisco Dionisio, autores ambos de las esculturas de San Pedro y San Pablo que lo adornan.

Esculturas del Retablo Mayor de Santa María de la Oliva (Lebrija)

Fue contratado por Alonso de Godínez con Miguel Cano, aunque a partir de 1629 su hijo Alonso se hizo cargo de su ejecución, levantando un empeño tan colosal como revolucionario para su tiempo. Todas las soberbias esculturas del retablo fueron íntegramente realizadas por Cano, a excepción del severo Crucificado del remate, diseñado y comenzado por él, pero finalmente desarrollado y concluido por Felipe de Ribas. La policromía y los lienzos del retablo corrieron a cargo de Pablo Legot, escultor, pintor y bordador de origen flamenco. Las poderosas esculturas de San Pedro y San Pablo son un anticipo de lo que el escultor sería capaz de hacer posteriormente en sus tallas para el Santo Ángel y en el portentoso busto de San Pablo. Respecto a la Virgen de la Oliva (183 cm), titular del retablo, tiene la cualidad de la obra superior, mística y sensual a la vez, espiritual y física. Derivada de los modelos marianos de Jerónimo Hernández, es una de las efigies más celebradas de Cano, que imprime una silueta de ánfora y distribuye los paños en curvas envolventes, rasgos imitados a través de los tiempos en imaginería. El resto de figuras son pequeñas y representan a los Cuatro Evangelistas.

Paso de la Santa Cruz (Sevilla)

Perteneció a la Cofradía de la Soledad, de la Parroquia de San Lorenzo, y el misterio que portaba era de carácter alegórico. Gracias a las investigaciones realizadas recientemente por los investigadores Pastor Torres y Cañizares Japón, sabemos que, entre 1631 y 1632, Cano realizó para la hermandad una peana, un canasto y unas parihuelas que actualmente no se conservan.

 

 

Inmaculada Concepción (Sevilla)

Fechable entre los años 1633 y 1634, fue una de las escasas obras de arte que pudieron salvarse del incendio que destruyó el templo sevillano de San Julián durante los sucesos de la Guerra Civil. Todavía deudora del prototipo iconográfico establecido por Montañés, del que no se liberará del todo hasta la ejecución de la diminuta Inmaculada granadina del Facistol, ofrece una composición armoniosa e ingrávida, de rostro solemne y modelado de volúmenes con gran pureza de líneas. Mide 140 cm.

San Juan Bautista (Barcelona)

Según Gómez-Moreno, fue realizado por Cano en 1634 y ostentaba la presidencia del antiguo retablo del templo sevillano de San Juan Bautista (San Juan de la Palma). Dicho retablo fue realizado por Miguel Cano, padre del maestro, y trasladado a San Juan de Aznalfarache a principios del siglo XVIII, donde actualmente se conserva con ligeras modificaciones. La excelente escultura del santo, mostrado sedente, se conserva actualmente en una colección privada de Barcelona. Mide 119 cm de altura y a pesar de haber sido repolicromado en el siglo XIX, mantiene la encantadora plástica de Cano, basada en el sentido místico de las expresiones y el gusto por la delicadeza en los detalles, caso del abrazo al pequeño cordero que reposa sobre su muslo izquierdo.

Retablo de San Juan Evangelista (Sevilla)

Cano contrató este retablo con las Madres Jerónimas del Convento de Santa Paula en 1635, ocupándose de la labor retablística y pictórica, al incluir ocho pinturas más otra ubicada en la puerta del sagrario, y correspondiendo la labor escultórica a Juan Martínez Montañés, quien realizó la talla en bulto redondo del titular del retablo y el altorrelieve de su martirio. El retablo no sería concluído totalmente por Cano antes de su marcha a Madrid, encomendando a su amigo Juan del Castillo el dorado, la ejecución de algunos cuadros y la policromía de los exornos. La labor escultórica del maestro granadino se limita, por tanto, a la talla de los excelentes ángeles que adornan la pieza. Salvo ligeras modificaciones en la arquitectura del retablo, el conjunto se conserva íntegramente a excepción de los expoliados cuadros, algunos desaparecidos y otros identificados hace algunas décadas en colecciones particulares.

Retablo de San José (Madrid)

Según el historiador Ángel Rodríguez Rebollo, este retablo fue contratado con Cano en julio del año 1645. Resultó destruido como consecuencia del incendio de la iglesia en 1824, aunque su composición se conoce hoy en día gracias a los dibujos de su autor.

Crucificado de Montserrat o Monserrate (Lekaroz)

Realizado para la madrileña Iglesia de Montserrat durante la etapa de Cano en la capital del reino (1638-1652). Pasó posteriormente a la Academia de San Fernando de Madrid para acabar siendo donado, en 1891, al Convento de Padres Capuchinos de Lekaroz (Navarra). De formas esbeltas y concepción monumental (mide 212 cm), hoy en día se encuentra muy alterado debido a los retoques practicados por Pedro Hermoso en torno a 1824. Durante mucho tiempo, se atribuyo erróneamente a Cano otro Crucificado: el de la gaditana Cofradía de la Buena Muerte, vinculado actualmente con el quehacer de Alonso Martínez.

San Juan Evangelista (Loja)

Realizado poco después de su etapa madrileña (hacia 1652-1658) para el municipio granadino de Loja, fue lamentablemente destruido en 1936. Presentaba notables semejanzas con el Ángel Custodio que describiremos posteriormente y se hallaba a medio camino entre la usual introspección de su estilo y la mayor viveza expresiva del Niño Jesús Nazareno, éste último relacionado en fechas recientes con La Roldana.

Cabeza de San Juan de Dios (Granada)

Conservada en el Museo Provincial de Granada (Palacio de Carlos V), mide 30 cm de altura y se halla ejecutada en madera policromada (hacia 1655). La prodigiosa cabeza del santo, de ojos vítreos y heredera de los retratos de la Roma antigua, muestra el típico rostro varonil de Cano, tan atractivo como imbuido en sus propios pensamientos, de facciones viriles pero depuradas sin renunciar a cierta belleza idealizada. Algunos autores cuestionan su paternidad canesca y la acercan más al ascetismo del discípulo Pedro de Mena.

 

 

Santa Clara (Granada)

Relacionada con el maestro por Emilio Orozco, al igual que la anterior existen dudas a la hora de adjudicar su autoría a Alonso Cano o a Pedro de Mena, siendo quizás más factible lo segundo (hacia 1655). En todo caso, se trata de una magnífica escultura académica (54 cm) realizada para el Convento de la Encarnación, que se halla plenamente inmersa en la plástica canesca de imágenes femeninas, tan hermosa como embelesada con la divinidad que, en este caso, se ve representada por la custodia que sostiene en su mano derecha, mientras porta un báculo en la izquierda.

Inmaculada Concepción (Granada)

Concebida con marcado sentido de la verticalidad, a modo de diminuta cariátide sacra, la última de la serie de Inmaculadas de Cano (1655) es, sin duda, su creación escultórica más universal. Cano prescinde del estofado y trabaja los ropajes a grandes gubiazos, logrando insólitos efectos de claroscuro. El aniñado rostro de la Virgen, más abstraída que nunca en la gloria alcanzada, es el eje de una composición que estrecha los volúmenes en los extremos para ganar esbeltez en la pequeña pieza (55 cm). Concebida para figurar en el remate del facistol de la Catedral, también obra de Cano, sus extraordinarias calidades motivaron su traslado a la sacristía del templo para ser admirada con detalle y su sustitución por la también espléndida Virgen de Belén, que comentaremos posteriormente. Fue desafortunadamente repolicromada en el siglo XIX, cambiándose el color de los paños.

Santo Ángel Custodio (Granada)

Única escultura del maestro labrada en mármol. Fue realizado para un nicho de la portada del primitivo convento granadino del mismo nombre, regido por Madres Franciscanas (1656). Tras colocarse en el claustro del cenobio levantado tras la destrucción del anterior, actualmente se halla en el Museo Provincial de la ciudad. Pese a considerarse obra menor, se trata de una interesante estatua, de amanerado contrapposto y encantador detalle en el niño desnudo que abraza la pierna del ángel en busca de su amparo. De tamaño algo inferior del natural (130 cm), antiguamente le adosaban al dorso unas alas de madera policromada, de factura posterior.

San Antonio de Padua (Granada)

Una de las tres esculturas que Alonso Cano realizó en madera policromada (hacia 1657-1658) con destino al Convento del Santo Ángel Custodio, de Granada (las otras dos se comentarán a continuación), cuya edificio, desaparecido en 1810, fue también diseñado por el maestro. Muestra al santo en actitud de elegante caminar, con el Niño Jesús en brazos, contemplando ensimismado y complacido la divinidad del Infante, con la expresión ausente que caracterizará las esculturas canescas de este periodo. El severo hábito franciscano del santo, de hermoso semblante, contrasta con la jugosa desnudez del Niño. Mide 203 cm y en su ejecución, como ocurriera con las dos obras siguientes, tuvo un papel importante Pedro de Mena, al pasar a la madera gran parte del modelo establecido y diseñado por Cano, quien también lo policromaría.

San José (Granada)

Representa al santo itinerante, en decidido movimiento, con el Niño Jesús en brazos. Comparte con la anterior figura destino, materiales, cronología, composición y la dulce abstracción del varón al admirar la deidad. Lógicamente, en este caso Cano acentúa la madurez en las facciones y ofrece una rica paleta de colores en la policromía de los ropajes. El equivalente pictórico de estas esculturas lo encontramos en el lienzo de los Santos Bernardino y San Juan Capistrano, pintado por las mismas fechas para el granadino Monasterio de San Antonio y San Diego. En el caso concreto del San José, existen grandes semejanzas con el lienzo de la Sagrada Familia, pintado por Cano para el Santo Ángel.

San Diego de Alcalá (Granada)

Labrado en madera policromada para el granadino Convento del Santo Ángel (hacia 1657-1658), no solo es una de las obras maestras indiscutibles de Cano, sino también una de las más arriesgadas dentro de las valientes composiciones que solía ofrecer el maestro, pues en lugar de recurrir al efectismo de presentarlo mirando con arrobo al cielo, como haría posteriormente su discípulo Pedro de Mena, Cano nos lo ofrece caminando mientras se encuentra absorto en sus propios pensamientos espirituales. Pocas veces se ha logrado en la escultura sacra representar, con tan alto grado de perfección, la experiencia contemplativa de un santo, ofreciendo además un rostro de subyugante misticismo y un meticuloso modelado en el hábito de la imagen. Mide 199 cm de altura y hoy en día se conserva en el museo granadino. Sobre el mismo tema existe una escultura académica (66 cm), conservada en la colección particular Gómez-Moreno y considerada un boceto en madera policromada de la obra anterior, mostrando mayor tosquedad en la composición a excepción del rostro, que llega a superar en belleza y semblante místico al granadino.

San Juan Bautista Niño (Granada)

Labrada entre los años 1650 y 1657, mide 33 cm de altura y se guarda en el Museo de la Catedral de Granada. Realizada en madera de cedro, representa al santo desnudo y sentado sobre un tocón, señalando en pronunciado escorzo al cordero -símbolo de la figura de Cristo- que reposa bajo sus pies. Atribuida a los Hermanos García y a José Risueño, fue firmemente atribuida al maestro por la historiadora María Elena Gómez Moreno, quien la sitúa en el final del periodo madrileño de Cano.

 

 

Niño Jesús Nazareno (Madrid)

Soberbia escultura académica, de talla completa y 80 cm de altura, que supone una representación alegórica de Cristo Infante, portando sobre su hombro izquierdo la cruz del sacrificio que aceptará en su plenitud. Algunos expertos tienen dudas sobre su paternidad canesca, mientras otros ven en ella una de las obras claves del maestro, al constituir el inicio de un estilo que irá forjándose a través de los artistas granadinos durante los siglos XVII y XVIII. Tanto el exquisito modelado como una policromía colmada de matices, pasando por un rostro de sentida expresión dolorosa, la sitúan como una de las mejores tallas de Jesús Niño que ha dado la imaginería española. Fue labrado en torno a 1567 para la madrileña Cofradía de San Fermín de los Navarros. Recientemente, los historiadores gaditanos Lorenzo de la Sierra y Francisco Espinosa de los Monteros lo han catalogado como obra de la escultora Luisa Roldán.

Inmaculada Concepción (Vélez-Málaga)

Atribuida por Manuel Capel Margarito, se trata de una escultura realizada en torno al año 1664, en piedra arenisca de Almayate, que ocupaba el frontis de la Iglesia de la Encarnación de Málaga, templo posteriormente ocupado por Monjas Capuchinas. Tras el incendio intencionado del año 1931, las ruinas del inmueble fueron compradas junto con la deteriorada efigie de la Inmaculada por la Familia Gámez de Vélez-Málaga.

Busto de San Pablo (Granada)

Obra maestra absoluta de Cano, con la que se desmarca de sus habituales formas intimistas y concentradas para ofrecernos una escultura extrovertida, de rasgos atormentados, vigorosa expresión y abundante barba labrada a base de sinuosas y largas guedejas de cabello, efecto ensayado anteriormente por imagineros como Andrés de Ocampo. Como bien advirtió Gómez-Moreno, su estilo recuerda al inmortal Moisés de Miguel Ángel. Mide 46 cm y fue realizado en la última etapa del artista, en torno a los años 1660 y 1665. Directamente emparentado con el San Pablo para Lebrija, se conserva en el Museo de la Catedral de Granada.

San Antonio de Padua (Murcia)

Nueva versión canesca del tema para la iglesia murciana de San Nicolás, tallada en los años anteriores a su muerte (1666-1667). En líneas generales, sigue la composición abstraída y extasiada del Santo Ángel, solo que reduce su labor a 47 cm de altura, el caminar se hace más pausado, aumenta la ingravidez de la composición, y Cano subraya más, si cabe, la introspección en un rostro más juvenil y ausente que el granadino. El boceto en madera policromada (29 cm) se fecha unos años antes y se conserva en la colección Gómez-Moreno.

Virgen de Belén (Granada)

Como hemos apuntado anteriormente, fue labrada por Cano en 1664 para sustituir a la Inmaculada que el maestro había tallado para el remate del Facistol de la catedral granadina. En fecha indeterminada, la historia se repitió, y los extraordinarios méritos de la obra sustituta hicieron que fuera llevada al museo catedralicio y reemplazada por otra Inmaculada de Diego de Mora. Con esta pequeña imagen (45 cm), Cano sigue el esquema compositivo de su última Inmaculada con diversas variantes: la representa sedente, la cubre con liviana toca, la acompaña de un Niño Jesús desnudo, apoyado sobre el regazo materno, y le inclina la cabeza hacia abajo, en actitud de recrearse absorta con el Infante al mismo tiempo que le otorga una mayor cercanía con el espectador. Es, probablemente, la imagen mariana más bella de Cano y uno de los mejores compendios de sus habituales grafismos femeninos: ojos rasgados, boca menuda, nariz recta y larga, óvalo perfecto y cejas arqueadas.

Bustos de Adán y Eva (Granada)

Fueron tallados pocos años antes de la muerte de Cano y se encuentran en sendos nichos situados en el ático de la Capilla Mayor de la Catedral de Granada. Tras el fallecimiento del maestro, fueron policromadas por Juan Vélez de Ulloa. Adán, de barba incipiente y cabello alborotado, muestra la característica melancólica en la mirada, marca de la casa. Eva, de arrogante semblante y cabello peinado a dos aguas, recogido hacia atrás, guarda gran parecido con la Virgen del lienzo La Visión de San Antonio de Padua, conservado actualmente en la Pinacoteca de Munich. Ambos son de dimensiones mayores que el natural (64 cm) y muestran las bellas y voluminosas cabezas ladeadas hacia la izquierda y la derecha, respectivamente.

Niño Jesús (Málaga)

Atribuido a Alonso Cano, el pequeño Jesús está representado bendiciendo y actualmente se encuentra en una colección particular malagueña. Es de pequeñas dimensiones y, por el momento, no existe nada concreto sobre la fecha de ejecución de la estatuilla.

Inmaculada Concepción (Madrid)

Atribución al maestro. Se trata de una Inmaculada niña, de cuerpo entero, con la cabeza inclinada y las manos juntas a la altura del pecho, el manto se ensancha en torno a las caderas y se ciñe en los pies, formando silueta de huso. Peana formada por la figura de la serpiente, tres angeles desnudos y media luna. Mide 107 cm de altura y se conserva en el Monasterio de Santa Isabel.

Inmaculada Concepción (Marchena)

Conservada en el Convento de Santa Isabel, ha sido recientemente relacionada con la producción del maestro y de su discípulo Pedro de Mena. De tamaño académico, presenta gran semejanza con la homónima de la Catedral de Granada, aunque el rostro nos remite a la Virgen de Belén conservada en el facistol del templo metropolitano. La policromía actual parece datar del siglo XVIII.

 

 

FUENTES

Diccionario Histórico de los Más Ilustres Profesores de las Bellas Artes en España, Cean Bermúdez.

Breve Historia de la Escultura Española, Gómez-Moreno.

Alonso Cano. Estudio y Catálogo de la Exposición celebrada en Granada, Gómez-Moreno.

Alonso Cano, Painter, Sculptor y Architect, Harold Wethey.

Alonso Cano, Espiritualidad y Modernidad Artística, Emilio Caro Rodríguez y Fco. Javier Martínez Medina.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com