GIORGIONE
Con información de Íñigo Domínguez para www.elcorreo.com
Hasta el año 2011 muy pocos datos se conocían sobre la vida y obra de este extraordinario pintor, auténtico renovador de la pintura veneciana: nacido en el año 1477, se le considera discípulo de Bellini y maestro de Tiziano, a quien influyó enormemente y quien, probablemente, completó su obra La Venus Dormida. Algunas fuentes aseguran también que fue un apasionado de la poesía y de la música.
Sin embargo, la investigadora italiana Renata Segre ha arrojado auténtica luz sobre uno de los grandes interrogantes de la historia del arte al encontrar por casualidad en el Archivo de Estado de Venecia -revolviendo en los archivos de una magistratura marginal de la época que se ocupaba de tutelar los derechos de las viudas- un certificado de defunción del artista, fechado en el año 1511, que indica que se llamaba Giorgio Gasparini -y no Giorgio Barbarelli, como hasta ahora se pensaba-, que nació en Castelfranco Veneto, que era hijo único de Giovanni y Alessandra, y que murió de peste en la isla de Lazzareto Nuovo, en Venecia.
El documento también incluye una lista de su patrimonio. Una herencia muy parca que correspondía a su madre: muebles y cacharros, un banco, una cama, una mesa, cuatro camisas, un vestido de mujer de raso y una estola forrada de piel. En total, un valor de 89 ducados, cifra muy modesta para la época. Parece poca cosa, pero Segre apunta que los detalles sobre las ropas pueden ayudar a identificar posibles autorretratos suyos en alguna obra.
Hasta entonces solo se conocía de Giorgione -aumentativo de su nombre, Giorgio, probablemente porque era un hombre de constitución robusta- la fecha de dos de sus cuadros, una factura de un encargo, un legajo de una causa judicial, y un testimonio indirecto de Isabella d'Este, la potente e ilustrada marquesa de Mantova, que aprovechando la muerte del afamado pintor quería hacerse con uno de sus cuadros. La marquesa escribió a su embajador en Venecia para que se lo agenciara, pero no hubo manera.
Se puede considerar a Giorgione como el primer pintor laico del arte italiano, que desacralizó lo sagrado y no aceptó encargos religiosos, algo insólito para la época. Pintaba para amigos e intelectuales, un detalle decisivo para la dispersión de su obra, que no quedaba fija en una iglesia o institución. Iba por libre y de hecho, cuando le asignaron decorar con frescos el Fondaco dei Tedeschi del Gran Canal de Venecia -obra en la que colaboró su discípulo Tiziano-, sólo le indicaron que fuera "in fresco de colori secondo la sua fantasia".
Apenas se dan por creaciones seguras de Giorgione un total de cuatro piezas pictóricas: El Retablo o Pala de Castelfranco (F1) -la Virgen con el Niño, custodiada por San Liberal y San Francisco de Asís-, La Tempestad (F2), Los Tres Filósofos (F3) y La Venus Dormida (F4). Doce siendo generosos, y veinte más muy dudosos. Y esas cuatro se le atribuyen por eliminación, porque no pudo hacerlos otro -son piezas tan irrepetibles que solo pueden ser obra de una mano única- y porque los críticos coinciden en ello, no porque exista prueba de su autoría.
A la producción de Giorgione solo pueden añadirse, por hipótesis que no tienen general refrendo -con propensión a adjudicarlas a un joven Tiziano antes que a su maestro; de hecho, no se descarta que el verdeante paisaje que sirve de fondo a La Venus Dormida, como hemos apuntado, sea un añadido suyo-, obras como El Concierto Campestre, del Museo del Louvre de París; La Adoración de los Magos, de la National Gallery de Londres, o la inacabada creación La Virgen con el Niño, San Roque y San Antonio de Padua, del Museo Nacional del Prado de Madrid.
La gran aportación de Giorgione, fallecido a temprana edad, radica en la decisión de pintar la obra directamente, sin boceto ni esquema previo, lo que supone un estilo espontáneo, lleno de frescura y colorido. Su técnica libre se complementa con la utilización del sfumato, tomado de la técnica inventada por Leonardo Da Vinci, la ambientación atmosférica y un gran protagonismo de la luz y del color. A ello hay que sumar el halo de misterio que emana de sus composiciones y la creación de un paisaje concebido con gran sentido de la intimidad.
De La Tempestad -obra sugestiva y enigmática tanto por la inconexión entre figuras y paisaje como por el ambiente que se interpone entre la curiosidad del joven lancero y la distraída maternidad desnuda, desentendidos ambos de la chispa eléctrica que anuncia la lluvia-, se han constatado diversas modificaciones hechas por el artista en la capa pictórica. Respecto a Los Tres Filósofos, han sido vistos como los tres magos, las tres edades de la vida o como personajes reunidos ante la oquedad sombría de una caverna que evoca a Platón. En cuanto a La Venus Dormida, llamada también La Venus de Dresde por conservarse en dicha localidad alemana, inicia la bellísima y sensual galería de afroditas venecianas del Renacimiento, con la cadencia suave y helénica de su ondulante perfil, bañadas por una luz difusa que les confiere un ambiente voluptuoso.
Por todo lo anterior, la pintura de Giorgione se considera un nexo fundamental entre el Quattrocento y el alto renacimiento veneciano, plagada de obras maestras como La Tempestad o Los Tres Filósofos, dos de los cuadros más diseccionados y analizados en la historia del arte cuyo argumento todavía siguen sin tener explicación.
FUENTES: A.A.V.V. "La pintura en Venecia: Giorgione", en
La pintura en los inicios del Cinquecento, Barcelona, 1996, pp. 22-29.