LE CORBUSIER


 

 

Charles-Édouard Jeanneret (1887-1965), más conocido por el seudónimo de Le Corbusier, es una figura heroica de la historia de la arquitectura. Considerado por muchos "el arquitecto del siglo XX", reúne en su trayectoria todos los rasgos que definen la modernidad. Además de trabajar en arquitectura y urbanismo, dedicó su tiempo a la pintura, al diseño de muebles, a la escritura de polémicos libros y a desarrollar una labor propagandística en favor de la arquitectura moderna, en un enriquecimiento múltiple y recíproco entre todas ellas.

En la obra de Le Corbusier la arquitectura de la vivienda ha sido identificada habitualmente desde la óptica de su eslogan "la casa es una máquina de habitar", pero lo cierto es que su pensamiento y su trabajo no están guiados solo por la búsqueda de la funcionalidad. Para Le Corbusier el problema de la casa debía ser abordado desde dos frentes: la resolución racional y óptima de los problemas técnicos, funcionales y económicos; y la respuesta arquitectónica al modo de habitar del hombre moderno. La casa-máquina debía ser un mecanismo eficaz en ambos aspectos. El reto consistía en hacerlos compatibles entre sí y en dar una solución satisfactoria a ambas cuestiones, sin olvidar nunca el fin primero y último de perseguir la belleza.

La Ciudad Contemporánea para Tres Millones de Habitantes, expuesta por primera vez en el Salon d'Automne de París de 1922, es el primer proyecto urbanístico de Le Corbusier. Se trata de una propuesta teórica, sin emplazamiento definido, a modo de ciudad ideal. Está planteada como una ciudad concéntrica, con un núcleo en el que se condensa toda la actividad terciaria, en torno al que se sitúan los barrios residenciales. El uso de la retícula en sus calles y de los rascacielos en el centro es un tributo a la ciudad norteamericana, por la que Le Corbusier sentía fascinación. El centro queda definido por un gran edificio que aglutina todos los medios de transporte y por los rascacielos de la llamada "ciudad de los negocios". Alrededor de este núcleo se sitúan las zonas que albergan los immeubles-villas à redents y cerrados, dos tipos de agrupaciones de casas de pisos para la clase media. El proletariado estaba segregado mediante un cinturón verde en la periferia. La naturaleza era un elemento esencial, asumiendo el papel de construcción del espacio público para sus habitantes.

Este sistema de urbanismo moderno pronto fue adaptado al caso particular de París, dando lugar al Plan Voisin en 1925, así llamado gracias al apoyo financiero prestado para su exposición en el pabellón de L'Esprit Nouveau por la empresa automovilista de Gabriel Voisin, a la que le interesaba cómo Le Corbusier entendió que era el trafico motorizado en las ciudades lo que motivaba su necesaria transformación.

Le Corbusier formula en 1926 sus "cinco puntos para una nueva arquitectura": la fenêtre en longueur (ventana corrida), los pilotis (que levantan la caja de la casa sobre el terreno), la planta libre, la terraza-jardín a través de la cual la naturaleza se introducía en el ámbito doméstico, la fachada libre y la supresión de la cornisa (un sexto punto, luego olvidado). A través de estos puntos propuso un sistema arquitectónico útil tanto en el plano formal y estructural como en el funcional y simbólico que le permitió redefinir el hábitat moderno.

Los nuevos planteamientos arquitectónicos de Le Corbusier se materializan en proyectos como la Casa Cook (Boulogne-sur-Seine, 1926) o la Villa Stein-de Monzie, conocida como "Les Terrasses" (Garches, 1926-1928). En la Villa Stein, que adquirió un valor canónico en la producción arquitectónica de Le Corbusier en la segunda mitad de los años 20 del siglo XX, Le Corbusier intentó encontrar el tono apropiado que aportara a la villa la "dignidad arquitectónica" necesaria para poder equiparar el significado de las palabras casa y palacio.

 

 

En 1926 se convocó un concurso público para la construcción del Palacio de la Sociedad de Naciones en Ginebra, en el que participaron Le Corbusier y su primo y socio, Pierre Jeanneret. Su propuesta fue desechada después de un largo y bochornoso proceso burocrático que se inclinó en favor de una arquitectura que seguía el lenguaje académico. Le Corbusier confió siempre en que la modernidad propiciara la construcción de edificios públicos dotados de valores y que comunicaran ideas acordes con la sociedad contemporánea y sus nuevas demandas de búsqueda del consenso. Es en este contexto en el que cabe entender su proyecto para el palacio de la Sociedad de Naciones en Ginebra. El complejo debía situarse a orillas del lago Lemán e incluía un gran auditorio para la Asamblea, un secretariado que albergaría despachos y oficinas, salas de comisiones, biblioteca, restaurante, etcétera. En la propuesta aportada por él y Jeanneret, Le Corbusier fue consciente de que, además de satisfacer las exigencias funcionales, sobre todo había que dotar al complejo de edificios del simbolismo adecuado para un parlamento mundial, pues a esta institución precisamente correspondía la tarea de impulsar y defender valores universales como la paz, la cooperación y la justicia.

En 1927 la asociación Deutscher Werkbund -dedicada a fomentar el encuentro del arte y la industria- edifica para la exposición Die Wohnung un barrio experimental en la ladera del Weissenhof de Stuttgart. Mies van de Rohe, encargado de trazar el plan maestro, invitó a numerosos arquitectos europeos a participar en el proyecto, entre ellos a Le Corbusier. Las casas que allí se construyeron se convirtieron en una verdadera síntesis de las diferentes investigaciones realizadas en Europa en relación a la renovación de la vivienda social. Le Corbusier erige una casa-caja tipo "Citrohan", ensayada desde los primeros años 20, y, al lado, una casa doble, en la que experimenta soluciones para la vivienda mínima y crea un dispositivo experimental que permite diferenciar los usos entre el día y la noche, dentro de unos parámetros de confort, eficiencia y austeridad.

La preocupación de Le Corbusier por la vivienda le llevó también a reflexionar sobre el papel del mobiliario. Desde las páginas de su libro L'art décoratif d'aujourd'hui (1925), el artista suizo mostró su interés por el diseño práctico de los muebles de oficina, los productos seriados o el equipamiento de los camarotes de los barcos, buscando en ellos una vía para la renovación, en oposición a la decadencia del mobiliario burgués.

Para Le Corbusier "los objetos-miembros humanos son objetos-tipo que responden a necesidades-tipo: sillas para sentarse, mesas para trabajar, aparatos para iluminar". Esta reflexión de 1925, unida a la incorporación de Charlotte Perriand a su estudio en 1927, desembocó en una actitud más normativa en la producción del mobiliario. La fecunda colaboración entre ambos diseñadores dio lugar a la creación de unos muebles, entre los que destacan la silla pivotante, la butaca con respaldo basculante o la chaise longue. En estas piezas proponen un diálogo entre lo orgánico y lo geométrico que se enfatiza con la oposición entre los materiales utilizados.

Le Corbusier visitó por primera vez España en Mayo de 1928. Excepcional propagandista de su trabajo, vino invitado por la Sociedad de Cursos y Conferencias para dar dos conferencias en la Residencia de Estudiantes de Madrid, una sobre "Arquitectura, mobiliario y obras de arte" y otra titulada "Una casa-un palacio". Ambas siguen siendo un hito en la historia de la propia Residencia, como en su día lo fueron para el grupo de jóvenes arquitectos madrileños entonces liderado por Fernando García Mercadal.

Sin embargo, aunque el público de la Residencia de Estudiantes esperaba la llegada de la figura profética de Le Corbusier con una inusitada ansiedad por lo nuevo, el maestro suizo no encontró o no supo propiciar en Madrid la fluida relación que sí estableció con Barcelona. No obstante, en la capital de España disfrutó de una corrida de toros y de un tablao flamenco, recorrió el Monasterio del Escorial, visitó el Museo del Prado, viajó a Segovia -donde recibió una vez más la "lección de Roma" a través de su acueducto- y fue a conocer los Grecos conservados en Toledo, donde quedó fascinado por la arquitectura de las casas hispanoárabes. Nuestro país y su sobrio paisaje le impactaron, algo que quedó reflejado en las numerosas observaciones y dibujos sobre la geografía, la arquitectura y la gente que realizó en su carnet español de mayo de 1928.

La figura de Le Corbusier fue tan admirada como criticada por sus coetáneos, tanto por su manera de concebir la casa -de habitar, en definitiva- como por su idea de cómo debería ser la vida del hombre contemporáneo en su medio natural: la urbe. Su perfil polifacético -como hemos señalado, el maestro suizo, además de arquitecto, fue escritor, pintor, teórico y un gran viajero-, no siempre resulta conocido para el público en general. Gracias a sus fotografías, planos, cartas, prensa de la época y escritos, hemos podido conocer las claves de su pensamiento, en el que priman conceptos como funcionalidad o utilidad, no reñidos con la búsqueda de la belleza.

 

 

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