DARÍO DE REGOYOS


 

 
 

Autorretrato

Hacia 1880
Óleo sobre cartón
22 x 16 cm
Colección particular

 

De origen asturiano, Darío de Regoyos (Ribadesella, Asturias, 1857 - Barcelona, 1913) se forma inicialmente con los maestros Carlos de Haes en Madrid y Joseph Quinaux en Bruselas, con los que descubrió la paleta clara y la pincelada de toque aplicadas al paisaje, género por entonces aún poco apreciado pero que, sin embargo, captó toda su ambición como pintor. Su aprendizaje se enriqueció en contacto con los artistas belgas y franceses James Ensor, Camille Pissarro, Georges Seurat y Paul Signac, y con el norteamericano James McNeill Whistler, llegando a formar parte de los grupos europeos de vanguardia L'Essor y Les XX.

A lo largo de su vida realizó numerosos viajes por España, Bélgica, Holanda, Francia e Italia en busca de motivos pictóricos. En 1885 se traslada a Londres con su amigo el poeta Émile Verhaeren para visitar a Whistler, autor de un retrato de Darío de Regoyos hoy desaparecido. Pocos años después recorrió con Verhaeren la geografía española, experiencia que daría origen al libro España Negra (1899).

Durante este periodo Regoyos participó habitualmente en muestras colectivas en Bruselas, Amberes, Gante, Ámsterdam, París, Madrid o Barcelona. Por mediación de Pissarro, en 1897 comenzó a exponer individualmente en París. Con el cambio de siglo, se vinculó al grupo de artistas vascos -Manuel Losada, Francisco Iturrino, Pablo Uranga, Ignacio Zuloaga- que, desde Bilbao, trataba de renovar el contexto artístico local.

En 1907 se desplaza con su familia a Bizkaia y se instala en Durango y, más tarde, en Bilbao y Las Arenas. En 1912 se establece en Barcelona y, aunque ya gravemente enfermo de cáncer, celebra allí dos importantes exposiciones y continúa pintando al aire libre. Un año después, moriría tempranamente a los 55 años.

 

 
 

El Mes de María en Bruselas

1884
Óleo sobre lienzo
90 x 120 cm
Colección particular

 

Darío de Regoyos fue uno de los pocos artistas españoles que adoptó las teorías impresionistas y que, a pesar de la incomprensión de una parte de la crítica, se mantuvo fiel a ellas a lo largo de toda su carrera.

En 1879 viaja por primera vez a Bruselas donde conoce a los artistas más innovadores del momento. Testimonio de estas relaciones internacionales son los paisajes brumosos de la capital belga. Ya en esta etapa inicial manifiesta el interés por los efectos lumínicos, que mantiene a lo largo de toda su carrera, y pinta sus primeros nocturnos. Los fenómenos atmosféricos le dan también ocasión para experimentar con la pincelada y el color.

Su temprana relación con pintores, músicos y literatos belgas y franceses, y su activa participación en los círculos artísticos de vanguardia, configuran el perfil más internacional de la pintura española de finales del XIX.

Como contrapunto, en 1888 conoció los paisajes y rituales de la España provinciana, más tradicional y, en ocasiones, sombría, en el viaje que realizó junto al poeta Émile Verhaeren quien, a su regreso a Bélgica, publicaría en una revista sus impresiones. Diez años después fueron traducidas y Regoyos las ilustró con xilografías, dando como resultado el libro España Negra. Regoyos dedicó numerosos óleos y obras sobre papel a este mismo tema que, hasta comienzos del siglo XX, alternó con los paisajes impresionistas.

En 1887 se interesó por el neoimpresionismo o divisionismo tras conocer en París y Bruselas sus primeras formulaciones de la mano de los mencionados Seurat, Signac y Pissarro. La obra de Darío de Regoyos titulada Las Redes (1893) es una obra maestra de este periodo, que fue breve -básicamente, entre 1892 y 1894- debido a que esta nueva técnica le impedía pintar al aire libre. Después emplearía el característico toque puntillista de manera ocasional para conseguir nuevas texturas y matices de luz en sus paisajes.

 

 
 

Viernes Santo en Castilla

1904
Óleo sobre lienzo
98,1 x 65,5 cm
Museo de Bellas Artes de Bilbao

 

Darío de Regoyos es el artista que mejor representa al movimiento impresionista en la pintura española, con un estilo que se puede denominar plenamente impresionista en un sentido amplio y que desarrolló a lo largo de toda su trayectoria artística. Quiso expresar en sus obras la impresión inmediata que produce la apariencia de las cosas, la fugacidad de los efectos de la luz y la presencia rotunda de las sombras.

Regoyos trabajaba directamente del natural, au plein air, con rapidez y sin bocetos previos; por ello, abundan en su obra los formatos pequeños y medianos, más fáciles de transportar. El paisaje le permitió investigar sobre la luz y sus efectos fugaces y sobre el color. Las salidas y puestas de sol, los días nublados, la luz crepuscular y los nocturnos, los vendavales y aguaceros, fueron sus temas preferidos.

En obras como Aguacero. Bahía de Santoña (1900), Luz Eléctrica (1901), El Urumea (1904) o La Concha, Nocturno (hacia 1906) se hace evidente este interés por reflejar distintos fenómenos relacionados con la luz -el arco iris, la luz diurna o nocturna, de gas o eléctrica, la nieve, etcétera-, que alcanza su máxima expresión en la representación de un mismo motivo en dos momentos distintos del día: Plaza de Burgos por la mañana y Plaza de Burgos al atardecer, ambas pintadas en 1906.

El humo y el movimiento de barcos y trenes, propios de la vida moderna, también aparecen a menudo en su obra, tal y como refleja en la estampa bilbaína El puente de El Arenal, fechada en 1910. 

 

 
 

Las Redes

1893
Óleo sobre lienzo
60 x 73 cm
Colección particular

 

Viajero incansable, sus campañas de trabajo en el País Vasco fueron regulares entre 1884 y 1912, y durante largos periodos de tiempo residió en Irún, San Sebastián, Las Arenas y Durango. Prefería trabajar bajo la luz fina del Cantábrico, aunque pintó también en otras latitudes más meridionales, como en Salida del sol en Granada (1911) o Almendros en flor (hacia 1905), captada en Castellón.

El Baño en Rentería (1900) o Viaduco de Ormáiztegui (1896) son buenos ejemplos de estos años de plenitud, y representan también elementos compositivos característicos, como las escenas a vista de pájaro, las diagonales en profundidad y los encuadres fragmentados que derivan del uso que los impresionistas hicieron del conocimiento de la estampa japonesa y de la influencia de la fotografía.

En toda su obra es escasa la presencia individual de la figura humana, no así la de los grupos y multitudes, que Regoyos representa de una forma indefinida y sin detalles, para dotar así de vida y movimiento a las escenas de mercado, de fiestas o de procesiones.

Las obras que nuestro artista pinta durante su último año de vida, en Barcelona, incorporan a su pintura el paisaje de diversas comarcas catalanas, algunas vistas de la Ciudad Condal y otras escenas que, como El Gallinero (1912), Darío de Regoyos captaba en su entorno más inmediato. 

 

 
 

Salida del Sol en Granada

1911
Óleo sobre lienzo
49 x 32,5 cm
Museo de Bellas Artes de Bilbao

 

Organizada con ocasión del centenario de su fallecimiento, la exposición Darío de Regoyos (1857-1913) del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (Paseo del Prado, nº 8. Martes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas) presenta del 18 de febrero al 1 de junio de 2014 una amplia retrospectiva de la trayectoria artística de Regoyos, principal representante español del impresionismo, con 100 obras que muestran las diversas formas de expresión, los intereses temáticos y la evolución estética de toda su carrera. La exposición está producida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao -que acogió entre el 7 de octubre de 2013 y el 26 de enero de 2014 la magna exposición Darío de Regoyos (1857-1913) La Aventura Impresionista- con la colaboración del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y el Museo Carmen Thyssen de Málaga, al que viajará posteriormente una versión algo más reducida. Los tres museos han contribuido con piezas destacadas de sus respectivas colecciones, a las que se han sumado otras instituciones relevantes, como los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, el Musée d'Orsay, el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre otros, así como numerosas colecciones particulares. El catálogo de la muestra actualiza la biografía del pintor y ofrece un profundo análisis sobre su aportación artística, con textos del comisario, Juan San Nicolás, uno de los máximos especialistas en su obra; de Javier Barón, jefe del Departamento de Pintura del Siglo XIX del Museo Nacional del Prado de Madrid; y Mercè Doñate, hasta el año pasado conservadora de Arte Moderno en el MNAC.

 

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