DOMINGO SÁNCHEZ MESA

Carlos Serralvo Galán


 

 

Durante la historia de la imaginería religiosa, y del Arte en general, siempre ha sido de justicia destacar a los mejores representantes de cada época por su saber hacer, su técnica, dedicación, innovación, o por causas diversas que hayan supuesto una renovación o un hacer distinto respecto a los estilos existentes, y que los hacen situarse en un lugar privilegiado así como gozar de un gran nombre y reputación de los amantes del Arte.

Pero ahora bien, donde hay cara encontramos también una cruz, y en este caso me refiero a los célebres artistas que, por diferentes motivos, no han alcanzado la reputación merecida y han quedado en el olvido total o parcial y relegados a una inmerecida segunda fila. De esta gran lista de autores devaluados me parece curioso el caso de uno de los más importantes imagineros contemporáneos: Domingo Sánchez Mesa.

Atendiendo a datos biográficos, destacaríamos el nacimiento de Sánchez Mesa en la localidad granadina de Churriana de la Vega, su aprendizaje en el taller de Eduardo Espinosa Cuadros, y su posterior traslado a Granada, a la edad de 30 años, donde su taller se asienta y toma prestigio y del cual empiezan a salir imágenes para toda Andalucía hasta su muerte en el año 1989.

Pero lo que sin duda nos interesa es su obra artística. Sánchez Mesa imprimía  a sus imágenes el clasicismo de la escuela granadina dieciochesca, a la vez que hacía patente en las mismas muestras de un gran modernismo, como se puede observar, por ejemplo, en el tallado de la barba del Cristo de los Estudiantes de la localidad malagueña de Vélez-Málaga, el cual está hecho sin modelado aparente y con un rudo uso de la gubia pero con un previo estudio efectista con el que elimina así los retorcidos mechones tan típicos de centurias anteriores.

 

 

Otro apartado a destacar de Sánchez Mesa es su profundo estudio de la anatomía de las tallas que realizaba, principalmente en las de imágenes cristíferas, en las que la musculatura y el estudio de las posiciones se hacen patentes al observar sus obras. Valga como ejemplo de lo anterior la imponente imagen de Jesús del Gran Poder, también de Vélez Málaga, para muchos la obra cumbre del artista granadino, en la que nos presenta una imagen de un joven varón totalmente caído en el suelo por el peso del madero y que levanta la mirada implorante al cielo lo que hace al que lo contempla sentirse partícipe de la escena.

Tanto en dicha imagen como en el Cristo del misterio de las Angustias de la misma localidad -gran desconocido dentro de la producción de este imaginero pero de gran fuerza, realismo y precisión en su ejecución- o en el Cristo de la Expiración de Granada, vemos la exhaustiva elaboración de las manos -que, en el caso del Nazareno, se muestran en tensión aferradas a la superficie rocosa que actúa como suelo- y de los pies, entrelazados en los cristos de las Angustias y la Expiración, y perfectamente anatomizados en todas estas esculturas procesionales.

Respecto a las imágenes marianas de Sánchez Mesa, poseen un característico estilo en el que la pena y la seriedad se unen en un estilo neobarroco que imprime en ellas una expresión que es la firma artística de su autor. Sánchez Mesa representó en su mayoría mujeres maduras, de rostro mayoritariamente redondeado y perfiles rectos y alargados, caracteres todos ellos claramente representantes de los cánones granadinos.

En resumidas cuentas, este imaginero contemporáneo,  al que pienso que no se le tiene el suficiente reconocimiento, supo aunar la modernidad con la tradición de los cánones barrocos y supo conjugar en el mismo pretérito belleza, elegancia y un profundo estudio de fondo en sus obras. Por todo ello, Domingo Sánchez Mesa no merece una segunda fila.

 

 

FUENTES

SERRALVO GALÁN, Carlos: El Genio de Segunda Fila.

 

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