EL NAZARENO DE AYAMONTE

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

La presente obra, de gran devoción en la localidad onubense, ha sido objeto de no pocas discusiones respecto a su autoría y procedencia. Dichas atribuciones podemos resumirlas en dos grandes hipótesis, que son las que reseñamos a continuación.

La primera de ellas sitúa a la imagen como una talla procedente de Latinoamérica. Ello tiene como uno de sus fundamentos el testimonio oral de un vecino de la villa, quien aseguró haber visto obras análogas a la de Ayamonte en la isla de Cuba, aunque no hay prueba documental de la existencia de tales imágenes.

Es bien sabido que, en fechas algo posteriores a la conquista y fundación de ciudades del continente americano por parte de la Corona de España, tuvo lugar en dichas tierras la creación de hermandades de penitencia que, en la mayoría de los casos, adoptaron los modelos impuestos por el Reino de Sevilla (1).

Dicho argumento también tiene a su favor el hecho de que investigaciones recientes han demostrado que la efigie fue donada a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno por Ginés Alonso Romero (1709-1774), navegante ayamontino que realizó frecuentes viajes a México (2). En dicho país, concretamente en la Iglesia de San Sebastián y Santa Prisca, de Taxco, existe una imagen de Cristo en su Flagelación que posee grandes semejanzas con el Nazareno de Ayamonte, tanto en el hieratismo de sus facciones como en lo cruento de la talla (3).

La segunda hipótesis es aquella que sitúa la obra dentro del círculo de escultores genoveses que trabajaron en Cádiz entre los siglos XVII y XVIII. Ello se basa en la similitud de rasgos que guarda la obra con las efigies de dicha escuela, muy alejada de los influjos sevillanos, dentro de las cuales se sitúan otras imágenes de la provincia como los titulares de la cofradía onubense de Los Judíos o el Cristo de la Vera Cruz en Hinojos (4). Todas estas esculturas tienen en común las manifestaciones muy cruentas de los detalles pasionistas y el conmovedor dramatismo que su contemplación supone para el fiel. También existe la circunstancia del donante que, por su condición de marino de la época, tuvo que realizar numerosas travesías no sólo a México, sino también a Cádiz, donde existía un fluido tráfico marítimo con toda la costa onubense debido al traslado desde Sevilla a la capital gaditana, en 1717, de la Casa de Contratación de Indias. Tal comercio, en el que se incluían obras de artes religiosas, vino propiciado, además, por la existencia de relaciones eclesiásticas con los conventos que la Orden Mercedaria poseía en el litoral gaditano, como el de Cádiz y Sanlúcar de Barrameda, donde, al igual que Ayamonte, también existen obras del mismo grupo de escultores italianos.

La composición del Jesús con la cruz a cuestas venerado en la Capilla del Socorro presenta un minucioso tratamiento de las heridas, con los regueros de sangre tallados en la madera y recorriendo la frente, nariz y mejillas hasta perderse por el cuello. El perfil es afilado y en el pómulo izquierdo se observa una terrible lesión, con desgarro de la piel y amoratamiento de la zona. El pómulo derecho también sufre un hematoma sangrante y, tanto de la frente como de las fosas nasales y las comisuras de los labios, manan hilos sanguíneos que llegan a apelmazar la barba. El modelado de la barba, bífida y escueta, se resuelve a través de sutiles estrías que dejan visible el ralo bigote y los labios, delgados y semicerrados. Los ojos son de cristal y se hallan enmarcados por unas cejas pintadas y trazadas en el soporte con gran severidad.

Manos y pies, también muy lacerados como consecuencia de las caídas, obedecen a una restauración posterior y presentan un labrado naturalista muy alejado del arcaizante rostro. La peluca, de pelo natural, también se aplicó en un momento posterior a la ejecución de la obra. Hace algunas décadas, una serie de investigaciones pusieron de manifiesto que la imagen se trataba, originalmente, de un Ecce Homo, circunstancia que fue corroborada por el restaurador Francisco Arquillo Torres tras la intervención efectuada en el año 1998 (5). Dicha modificación tuvo que llevarse a cabo en el siglo XVIII, pues la talla, por sus peculiaridades estilísticas, hubo de ser labrada en el siglo anterior. Recientes estudios sitúan su ejecución en torno al año 1600, el mismo año en que fue labrada la titular mariana de la corporación por Jácome Velardi (6).

El Nazareno, tallado en madera de pino, no se encuentra muy doblegado por el peso del arbóreo madero, que porta sobre su hombro izquierdo. La sensación itinerante se consigue adelantando la pierna izquierda, en moderada zancada, y elevando el pie derecho mediante un suplemento en la peana. La efigie se orla con potencias y corona de espinas, en plata dorada, y suele vestir rica túnica en terciopelo morado, bordada en oro por Guillermo Carrasquilla en el año 1976. Como ya hemos apuntado, es titular de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima del Socorro, extinguida a finales del siglo XVIII y refundada en 1924.


BIBLIOGRAFÍA

(1) BERNALES BALLESTEROS, Jorge. "Las Hermandades de Sevilla y su proyección en América", en ABC de 29-03-87 (p. 98) y de 02-04-87 (p. 76).

(2) MENGUIANO GONZÁLEZ, Arcadio. "Nuestro Padre Jesús Nazareno", en Revista de Semana Santa, Ayamonte, 1998, p. 65.

(3) SOLÁ, Miguel, Historia del Arte Hispano-Americano, vol. 1, Buenos Aires, Labor, 1935, p. 36; CASTEDO, Leopoldo. Historia del Arte Hispano-Americano, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 310-11.

(4) CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús. La escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, 1999, pp. 170-175.

(5) ARQUILLO TORRES, Francisco. "La restauración de Nuestro Padre Jesús Nazareno", en Revista de Semana Santa de Ayamonte, 1999, p. 51. Sitúa la modificación de la imagen en el siglo XVI.

(6) AAVV. Guía Artística de Huelva y su Provincia, Diputación Provincial de Huelva y Fundación José Manuel Lara, 2006, p. 450.

 

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