LA OBRA DE MARIANO BENLLIURE (III)
Jesús Abades
CRISTO DE LA CAÍDA (Úbeda – Jaén)
La imagen, titular de la Cofradía ubetense del Santísimo Cristo de la Caída y María Santísima de la Amargura, reemplazó a una talla de Jesús Caído que estaba atribuida a Juan Martínez Montañés, aunque sus rasgos estilísticos la acercaban más al arte ejercido por los Hermanos Mora en la vecina Granada de finales del siglo XVII y principios del XVIII. A pesar de la gran devoción que suscitaba, la efigie fue destruida en los disturbios de la Guerra Civil junto con el resto de enseres de la hermandad.
El encargo de la actual tuvo lugar en el año 1942, gracias a la iniciativa del Marqués de San Juan de Buenavista, Presidente Honorario de la cofradía. La imagen, que en nada tiene que ver con la primitiva, no gozó en un principio del agrado de la mayoría de los cofrades de Úbeda, los mismos que, con el paso del tiempo, empezaron a valorar la gran unción sagrada de la misma hasta convertirla, hoy en día, en uno de los iconos indiscutibles de la Semana Santa de la localidad jiennense (1).
Fueron tan peculiares las habilidades escultóricas de Benlliure, que ni la obra de posteriores escultores levantinos, muy influida por las directrices del maestro alicantino, ha podido encontrar, hasta el momento, hallazgos formales e iconográficos tan singulares como los que ejemplifica la presente imagen, venerada en la Iglesia de San Pedro.
En principio, la talla representa la tercera caída de Cristo sobre las rocas. Sin embargo, al ser contemplada con detalle la anatomía de la imagen, que suele recibir culto sin vestiduras naturales superpuestas, observamos como el suceso captado no se refiere al instante inmediato a la caída, sino a un momento posterior, de gran inestabilidad, en que Jesús, a duras penas, intenta incorporarse del suelo. Para ello, el Varón extiende a duras penas el brazo derecho hacia delante e hinca la rodilla izquierda y el pie derecho en el rugoso risco, descargando sobre ellos todo el esfuerzo.
En tan sacrificado empeño, ya que Jesús, extenuado, no sólo tiene que elevar el peso de su propio cuerpo sino también el del madero, procurando no perder el equilibrio, el Varón no recibe el auxilio de Simón de Cirene, pues efectúa estación de penitencia en absoluta soledad. La angustia del momento se intensifica aún más al colocar sobre el hombro izquierdo de Cristo una cruz, en apariencia muy pesada, de sección cepillada y rectangular.
Pese a todo ello, el varonil semblante de Jesús, lejos de mostrarse humillado, se levanta altivo y firme hacia el cielo, clamando fuerzas al Padre para continuar valientemente su camino hacia el sacrificio. La cabeza se exorna con potencias de plata dorada. La corona de espinas, superpuesta, ha sido cincelada en el mismo metal.
La imagen fue restaurada por el ICROA en 1983. La intervención consistió en una exhaustiva limpieza de la policromía, fijación de ensambles con nuevas espigas de madera y eliminación de elementos metálicos en la talla.
MONUMENTO AL DUQUE DE RIVAS (Córdoba)
La estatua representa al poeta y dramaturgo cordobés Angel de Saavedra (1791-1865), Duque de Rivas por su aristocrática cuna y autor, entre otras piezas, del famoso drama teatral Los Siete Infantes de Lara o Don Álvaro o la Fuerza del Sino. Se encuentra enclavada en los jardines del Paseo de la Victoria, situados en la alameda de la capital cordobesa que lleva el nombre del artista.
Como toda la estatuaria monumental de Benlliure, se halla concebida con gran realismo, aunque en este caso su gusto por la minuciosidad en los ropajes queda menguado al cubrir buena parte de la señorial silueta con una severa capa de pliegues rectilíneos que vela cualquier recreación detallista (2). Está considerada por la crítica especializada como una de las mejores obras del autor en su género.
La figura fue labrada en bronce por el escultor y se asienta sobre un pedestal de piedra con magníficos relieves de sus creaciones más destacadas: El Faro de Malta (1828), Un Castellano Leal (1841) y la mencionada Los Siete Infantes de Lara o Don Álvaro o la Fuerza del Sino (1835). Inaugurada en el año 1929, la cabeza del boceto forma parte de la colección de esculturas Eduardo Capa.
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (Andújar – Jaén)
La iconografía del Sagrado Corazón de Jesús, tal y como hoy la conocemos, tiene su origen en el año 1675 con la visión de Santa Margarita María de Alacoque, en la que aparecía Jesús mostrando a la santa las Cinco Llagas de la Crucifixión y ostentando en su desnudo torso un corazón llameante y coronado de espinas, del que brotaba sangre y la cruz del sacrificio, como símbolo del deprecio humano hacia el amor de Cristo.
En el siglo XIX se difundió notablemente esta iconografía, hasta el punto de constituir, durante la centuria siguiente y hasta nuestros días, una de las representaciones cristíferas más extendidas entre los templos del orbe cristiano, la mayoría de ellas sin interés artístico al tener carácter seriado.
No es el caso de la imagen que nos ocupa, realizada por Mariano Benlliure para reponer el patrimonio escultórico del Santuario de la Virgen de la Cabeza, completamente destruido durante los disturbios de la Guerra Civil, incluida la venerada imagen mariana.
Según comentó la viuda del escultor, la imagen fue escogida personalmente por Queipo de Llano en 1939, al visitar el taller de Benlliure. El general le encargó una obra con destino al santuario y el maestro le ofreció cualquiera de las que se encontraban en aquel momento en el estudio. La elegida fue un boceto en escayola sin policromar del que Benlliure llegaría a hacer tres copias en madera policromada: una para el Ayuntamiento de Madrid, otra para el Reformatorio de Adultos de Alicante y la otra para el famoso templo de Andújar (2).
La efigie, de tamaño inferior al natural, se halla concebida siguiendo la referida aparición de la santa visionaria, quien llegó a ser conocida como la confidente del Corazón de Jesús. Cristo, de miembros alargados y esbeltos, se muestra estante sobre el globo terráqueo a modo de escabel, del que parten dos cabezas de querubines. Como es habitual en su autor, el rostro muestra facciones propias de la raza semítica, con los ojos policromados en la madera y la boca cerrada, quedando enmarcado por una cabellera de guedejas lacias y abundantes.
La mano izquierda del Varón se halla sobre el corazón flameante mientras la derecha se extiende hacia delante, en actitud de bendecir. No se aprecian la llaga del costado ni las de los pies, al quedar cubiertas por la amplia túnica, policromada en tonos marfileños. La composición de la figura, en general, resulta equilibrada, sobria y adscrita a un hieratismo expresivo que no renuncia a provocar el afecto en el espectador.
La imagen fue concluida en el año 1943 y entregada junto con la talla de un Cristo vivo en la cruz que analizaremos en una próxima entrega.
BIBLIOGRAFÍA
(1) AYALA SAURA, Juan. Escultura Religiosa de Mariano Benlliure en Escuela de Imaginería, nº 35, Córdoba, Cajasur, 2002, pág. 21.