EL CRISTO DE BURGOS EN CARACAS

Verónica Leyba


 

 

 

La imagen que reproducimos se encuentra en la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia (Caracas). Su nombre se origina en un famoso Cristo crucificado del siglo XIII, venerado en el convento de San Agustín de Burgos (España), trasladado a la catedral de esa ciudad en el año 1836.

La imagen española, con cabellos y barba verdaderos (que los fieles aseguran que crecen) está recubierta de cuero que se ha ido oscureciendo con el tiempo, para simular la piel humana. Además lleva a los pies tres huevos de avestruz los cuales simbolizan el nacimiento sin pecado original. La orden agustina difundió esta iconografía y en cada uno de sus conventos se mantenía una capilla dedicada a esta imagen. Aunque otras órdenes religiosas también la veneraron, como los carmelitas de Cuzco que contaban con una copia, y los dominicos de Caracas primeros propietarios de la pieza que exhibimos.

Gracias a un inventario elaborado en 1926, por Monseñor Edmundo Acuña y el presbítero Manuel Arocha Ojeda, se conoce que el Cristo de Burgos que se conserva en la Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia fue importado en tiempos de la colonia y venerado en la iglesia del convento de San Jacinto. A raíz de la demolición de este edificio (entre 1837 y 1860) la pieza fue trasladada al templo de Altagracia.

 

   

 

La talla en madera policromada mide 160 centímetros de altura y representa el momento de la Crucifixión de Cristo. La figura está clavada al tradicional madero en forma de cruz, pintado de color verde oscuro con algunos detalles dorados. Los miembros de Cristo están clavados con cuatro clavos de plata, siguiendo la tradición medieval que se mantuvo hasta el siglo XIII. Posterior a lo cual se optó por los tres clavos, (se clavaba un pie sobre el otro). Años atrás la imagen portaba tres potencias de metal dorado, las cuales han desaparecido al igual que la cartela de INRI ( Jesús Nazareno Rey de los Judíos en latín).

A diferencia del Cristo de Burgos español, el Cristo de Altagracia no está desnudo completamente, ya que desde la cadera hasta las rodillas se dejó la madera sin trabajar con un formato triangular, sobre el cual se extiende un paño de pureza. El resto de los atributos están presentes como los huevos de avestruz (que sólo lleva dos), aunado a un pedazo de queso y de pan. Estos alimentos tallados en la madera recuerdan, según el párroco actual, la devoción de los campesinos a la imagen y al cuerpo de Cristo ofrecido en la Eucaristía.

Los detalles de las venas, llagas, y la herida del costado atravesada por la lanza romana, nos hacen pensar que se trata del momento justo después de la muerte. Cristo tiene los ojos entreabiertos y el rostro cabizbajo, inclinado hacia su derecha. Con la cabeza coronada de espinas y llena de sangre, la escultura se muestra lo suficientemente dramática y expresiva para mostrar el último momento de la Pasión.

La imagen está revestida con un paño de pureza color blanco, todo bordado con hilos dorados que figuran rosas rojas, las cuales representan en algunos casos la sangre derramada por Jesús.

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

Agradecemos a Janeth Rodríguez, Historiadora del Arte y directora del blog "Arte Colonial en Venezuela", su inestimable colaboración en la publicación de este artículo.

LEYBA, Verónica. Estudio Histórico del Patrimonio Escultórico y Pictórico Colonial de la Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia de Caracas. Caracas: Universidad Central de Venezuela (UCV), Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de Artes, 2004.

 

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