EL CRUCIFICADO DE LA PARROQUIA GADITANA DE SAN JOSÉ Y
SUS CONEXIONES CON EL ESCULTOR ROQUE BALDUQUE
Miguel Ángel Castellano Pavón y Francisco Manuel Ramírez León
Mucho se ha hablado del trasiego de obras de arte a lo largo de los siglos. Algunas, que duda cabe, venían a suplir pérdidas irreparables; otras, las menos, variadas o sustituidas, simplemente para satisfacer los deseos de algunos; anhelos, caprichos más bien, no siempre comprensibles, pues no han sido más que conducidos intereses o, a veces, oscuros revanchismos. Desgraciadamente, de ello podemos hablar, con conocimiento de causa, y hasta bien entrado el siglo XX. La obra que estudiamos, el Crucificado de la Parroquia de San José de Cádiz, que bien parece estar en la línea del escultor del siglo XVI Roque Balduque, ha sido necesariamente protagonista de los anteriormente nombrados trasiegos y de los cambios de sedes, pues entre la realización de su hechura y la fábrica de la neoclásica Parroquia de San José, situada en los extramuros de nuestra ciudad, median unos 200 años, aproximadamente.
Roque Balduque es un escultor de origen flamenco nacido en Bois-le-Duc, capital de la Bramante septentrional. Desarrolló su actividad en la capital hispalense y en su entorno, donde introduce el estilo bajo-renancentista, en boga en la Italia y Flandes del Quinientos. La nómina de obras seguras o vinculadas a su quehacer es amplísima, muy repartida por toda la geografía andaluza.
La vecina Chiclana de la Frontera (Cádiz), lugar de descanso durante décadas de los prelados de la Diócesis Gaditana, quizás fuese la clave para averiguar el origen de la talla. Es en Chiclana, en el retablo de la Parroquia de San Juan Bautista, dónde trabaja Roque Balduque hacia el año 1550, concluyendo la obra con la hechura del Crucificado que culminaria el ático del mismo en el año 1552. En la reforma neoclásica, el retablo se desmonta: el Crucificado aún hoy podemos admirarlo en el Hospital del Niño Jesús de la vecina localidad, y en la Parroquia, en su Sagrario, todavia se conserva un relieve del Descendimiento de Cristo que, con total seguridad, también perteneció al desaparecido retablo. Pero no sólo trabajó Roque Balduque para dicha ciudad, también realiza piezas para Arcos de la Frontera, Medina Sidonia, Villamartín y Jerez de la Frontera.
Las lecturas repetidas, tanto de “Emporio del Orbe, Cádiz Ilustrada”, de Fray Gerónimo de la Concepción, así como de la “Historia del Saqueo de los Ingleses”, del franciscano Pedro de Abreu, creíamos que darían luz en cuanto al origen de la mencionada talla, dada su antigüedad, ya que si es de Roque Balduque, fallecido en el año 1561, hablamos de una pieza anterior al Saqueo de los Ingleses, ocurrido en 1596, y tal vez estemos ante unas de esas reliquias que sobrevivieron al suceso. Pero los resultados no han sido los apetecidos.
Para encontrar el origen de la talla, indagamos en la documentación existente y realizamos un recorrido por la historia de la Parroquia de San José, que perdió en los sucesos de los años 30 del siglo XX su templete neoclásico. Para suplir aquella falta, vino procedente de la, por entonces, abandonada Capilla de V.O.T. de Capuchinos -hoy felizmente recuperada Iglesia de Santa Catalina- el retablo que hoy luce. La Capilla de V.O.T. de Capuchinos es el único resto de aquel histórico cenobio, hoy incompresiblemente desaparecido, en el cual el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo sufrió la desgraciada caida de un andamio, antesala de su fallecimiento, mientras pintaba el cuadro Los Desposorios Místicos de Santa Catalina. En el caso que hoy estudiamos, barajamos la posibilidad de que dicha obra cristífera proviniese del mismo cenobio, y que, en un momento determinado, sirviera para la decoración del nuevo retablo de la Capilla de V.O.T.
Hemos tenido acceso a los inventarios del Convento Capuchino, en sus tres modalidades, en las que quedan reflejas la piezas existentes hasta 1835. La lectura refleja la existencia de, al menos, tres Crucificados: uno de en marfil, de pequeño formato y localizado en el Sagrario, y dos más en madera y de dimensiones parejas, ½ vara de alto, uno presidiendo un altar imitando al jaspe, y el segundo en la Sacristía alta. Por lo tanto, debido a las dimensiones de la obra en cuestión, tamaño natural, quedaba desechado la pertenencia de dicha obra al cenobio, al menos por inventario. De forma aclaratoria, queremos comentar que, según el contrato de realización del gaditano Cristo Yacente con el escultor e imaginero Francisco de Villegas, encontrado por el historiador Enrique Hormigo Sánchez, la obra debería medir 2 varas (aproximandamente, 170 cm de altura).
El siguente paso fue encontrar documentación visual del primitivo retablo mayor que presidía la capilla de la V.O.T. de Capuchinos. El dato fue ofrecido por una fotografía encontrada en los mercadillos; documento fotográfico que, años después, vimos reflejado en un artículo del investigador Angel Mozo Polo en la revista “Sentir Cofrade”, concretamente en su número 18. En dicha foto aparece el retablo, tal cual se concibiera en un principio con la disposición del santoral acorde con la orden que representaba, y en su ático, coronando el mismo, la figura de Cristo muerto en la Cruz, ateniéndose al existente hoy en la Parroquia de san José.
Nos seguía quedando la duda de si dicho Cristo Crucificado estuvo desde un principio en el mencionado convento, proveniente de algún antiguo retablo, dada la existencia de los capuchinos en Cádiz desde el año 1639, fecha que se atiene con respecto a la producción de Roque Balduque, o si, más bien, vino a suplir lo que desgraciadamente se había perdido por el ataque del invasor después del Saqueo. Sabemos por la obra, “El Nazareno de Santa Maria. Cuatro siglos de arte en Cádiz”, escrita por el historiador Lorenzo de la Sierra, que, a su vez, el retablo fue el antiguo de la Capilla del Nazareno en el Convento de Santa María, uno de los más antiguos de Cádiz, cuya fundación queda perfectamente explicada en el estudio reciente que la doctora Fréderique Morand acaba de publicar bajo el título “Reflexiones sobre el alcance político de las fundaciones de la Concepción: el peculiar caso gaditano”. La fundación estuvo dirigida por personajes importantes dentro del ámbito de nuestra ciudad, tanto municipal como eclesiástico. Por tanto, contó con un patrimonio artístico de primera, dado el estatus social de las damas que ingresaban. Desgraciadamente, por su ubicación en las entonces afueras de la ciudad, era el blanco de todo invasor, dando lugar a la rapiña que colmo el vaso en los sucesos del año 1936.
Cuando la cofradía de Nazareno, en el siglo XVIII, cambia su retablo, venden, hacia 1758, el antiguo a la Orden Tercera de Capuchinos, que recién había terminado de construir su Capilla. Llamamos la atención respecto a la actual apariencia neoclásica con aditamentos rococó del retablo en San José. El retablo es una obra original del siglo XVII, su estilo entronca en su arquitectura con la rigidez de líneas y el dibujo clasicista al uso en la época; además, originalmente se doró. A principios del siglo XVIII, cuando se amplía la capilla del Nazareno, se le añade el remate del Padre Eterno que hoy todavia vemos en San José. Cuando pasa a Capuchinos, sufre otra gran transformación con la pérdida del dorado y el repinte imitando mármoles, ya que, por el voto de pobreza, lo franciscanos capuchinos no lo consideraron adecuado. Hoy el retablo, tras su última restauración, luce una policromía imitando a mármoles, muy rica y creemos que bella, contrastando los ocres, con los malvas y los azules. El ático, que siempre ha sido cruciforme desde el origen, hoy luce una Santa Cruz sin hechura de Cristo, sobre una obra pictórica que simula ser Jerusalem, y que creemos identificar con un perfíl antiguo de nuestra ciudad. Nuestro Crucificado, en la actualidad, se expone en el segundo tramo de la nave del Evangelio, formando un Calvario con una Dolorosa de reciente factura, debida a la gubia del joven escultor e imaginero gaditano Alejandro Montes de Oca. En los días de la Cuaresma, se realiza con la talla un Via Crucis externo por los aldeaños de la feligresía.
¿Estaba ya el Crucificado en el Convento de Capuchinos y pasa al ático cuando se instala el retablo del Nazareno en este convento, y por consiguiente, después pasa a la Iglesia de San José?¿Se trasladó con el retablo desde Santa María?. En este caso, la cofradía del Nazareno, que tiene antigüedad para haber poseído la talla, al igual que el convento que lo acoge, se desprendió del Crucificado, quien sabe si como el retablo, por antiguo y pasado en el gusto. Destacamos que, en el retablo actual del Nazareno, el que sustituyó al que hoy se encuentra en la Iglesia de San José, nunca ha lucido, que sepamos, ningún otro Cristo Crucificado; en el ático se observa la escena del Descendimiento de Cristo, tallada en relieve, lo que creemos un tanto inusual y que puede tener explicación por carta de hermanamiento con la cofradía gaditana que rinde culto a dicho espisodio pasionista, según nos comenta el cofrade Jesús del Río Cumbrera. Por último, ¿formó parte de algún depósito que se ha legado a la Parroquia de San José tras los sucesos acaecidos en la República?.
Sea cual fuere el origen, nos encontramos ante una obra que encaja a todas luces dentro de la producción del flamenco Roque Balduque. Obra que ya el historiador José Miguel Sánchez Peña, en su libro sobre la escuela gaditano-genovesa, apunta que puede estar en la órbita de los escultores castellanos del siglo XVI que trabajaron por Andalucía Occidental: Miguel Adán, Jerónimo Hernández, Juan Bautista Vázquez el Viejo, etcétera. Observándose el dibujo del rostro, el estudio de los pliegues menudos del paño, el dibujo anatómico del tórax y abdomen, la forma de modelar y tallar cabellos y barba, la rigidez y cierto aire trágico, aunque mucho más suave que en otras obras, tal vez atenuado por la policromía actual, es indudable que nos encontramos ante una obra de Balduque. En la última restauración, bien ejecutada por el escultor e imaginero gaditano Luis Enrique González Rey, pues el Crucificado se encontraba en un estado pésimo de conservación, se repolicromó; más bien, se le refrescó su apariencia dieciochesca, con abundancia de sangre; policromía anterior del siglo XVIII, que, como apunta Sanchez Peña, bien pudiera ser genovesa. Aún así, no deja de ser una obra que merece una restauración más científica, y que señalamos como muy interesante dentro de nuestra estatuaria, pues hablamos de una pieza de finales del XVI, anterior al Saqueo y. posiblemente, el Crucificado en madera más antiguo de nuestra ciudad.
Se preguntará el lector que aún quedan los datos definitivos de los archivos, pero incluso sin ellos no dejan de ser fiables los datos que aportamos sobre las conexiones de la obra con Baldque, sin que por ello, en un futuro próximo, surjan pruebas más contundentes que den definitivamente la razón de lo hasta aquí expuesto.
BIBLIOGRAFÍA
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Historia del Saqueo de Cádiz por los Ingleses en 1596. Fr. Pedro de Abreu, Cádiz, en Revista Médica, 1866.
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Escultura Genovesa. José Miguel Sánchez Peña, Cádiz, 2005.
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Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna, vol. 6, nº 18, 2009. Frederique Morand.
El Nazareno de Santa María. Cuatro Siglos de Arte en Cádiz. Lorenzo Alonso de la Sierra Fernández, 1991.
Semana Santa de Cádiz. Imágenes Devocionales no Procesionales. Miguel Ángel Castellano Pavon, Editorial Absalom, Cádiz, 2009.
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